Estudié en el colegio público Ramiro de Maeztu, donde dos profesoras de ciencias (Francisca Cañas y Esperanza Díaz Miguel) fueron esenciales en desarrollar mi interés en la Ciencia en general y en la Biología en particular. Hice la carrera de Biología en la Universidad Complutense de Madrid, donde me inicié en la investigación, en el campo de la inmunología.
Decidido desde hacía tiempo a dedicarme a la investigación, hice mi doctorado en genética del desarrollo (la rama de la biología que se interesa en cómo los genes controlan el desarrollo embrionario) bajo la dirección de Ernesto Sánchez-Herrero, en el laboratorio de Ginés Morata, en el Centro de Biología Molecular “Severo Ochoa” de Madrid. Desde entonces trabajo con la mosca del vinagre, Drosophila (pronúnciese:“drosófila”) melanogaster, un organismo modelo con el que uno no se cansa de hacerse preguntas y de buscarles respuestas –¡y que se parece a un ser humano más de lo que la gente cree!
Tras acabar la tesis, marché a Nueva York, a trabajar con Richard Mann en la Universidad de Columbia. Al cabo de cuatro años, me mudé a Oporto (Portugal) a montar mi propio laboratorio. Al poco tiempo, alguien me habló de la posibilidad de unirme al CABD (el que habría de ser el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo), junto a otros científicos jóvenes, algunos antiguos amigos, con intereses comunes y unas tremendas ganas de hacer Ciencia, y en un entorno estupendo, la Universidad Pablo de Olavide. Y es así que desde el año 2004 mi grupo y yo trabajamos en el CABD.
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