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Luchar contra la muerte, luchar contra la desigualdad

Violeta Otero

Coordinadora de Género en Centroamérica de Ayuda en Acción —

Ella tiene rostro indígena, trabaja duro y vive de la tierra. Alimenta a sus hijos con mucha dificultad y a menudo se queda sin comer. Ya olvidó los pocos años en que asistió a la escuela y le cuesta leer y escribir. Su primer embarazo lo tuvo a los quince años y siguió teniendo más. En su comunidad no hay acceso a servicios de salud,  y menos de salud sexual y reproductiva; así como a otros servicios básicos como la alimentación y el agua, que son determinantes para sus vidas. Puede que vuelva a quedar embarazada sin desearlo y puede que no sobreviva, por ser mujer, indígena, pobre, rural, con bajo nivel educativo, y viviendo en comunidades alejadas.

Este es el rostro de la mortalidad materna en Centroamérica, donde más del 50% de los embarazos son no planificados. Las mujeres no tienen derecho a decidir sobre su cuerpo, su autonomía ha sido secuestrada, las decisiones sobre el número de hijos e hijas, el uso de métodos anticonceptivos es una utopía para la mayoría de las mujeres que viven en medio de una cultura patriarcal que les ha negado incluso el derecho a la voz, y a su propio cuerpo.

Causas estructurales y factores de riesgo

Causas estructurales y factores de riesgoLa Organización Mundial de la Salud define la mortalidad materna como “la muerte de una mujer durante su embarazo, parto, o dentro de los 42 días después de su terminación, por cualquier causa relacionada o agravada por el embarazo, parto o puerperio o su manejo, pero no por causas accidentales”. La mayoría de estas muertes ocurren durante el parto y puerperio y son causadas generalmente por hemorragia debido a que estas mujeres no logran acceder a una unidad de salud.

El riesgo de mortalidad materna en Centroamérica está determinado por las desigualdades estructurales que prevalecen en la región, generadoras de diferencias extremas en las capacidades y oportunidades para la población en general y particularmente para las mujeres. La mortalidad materna aumenta según la situación social y económica de cada mujer, la edad, origen étnico y cultural, condiciones de vivienda precarias, insalubridad y falta de acceso a servicios de salud de calidad, que afecta a cerca del 40% de la población.

Por otro lado, ser niña o adolescente es un factor de alto riesgo más, pues la violencia sexual y de género es parte de la vida cotidiana y constituye una de las principales causas de la mortalidad materna. Nuevas formas de violencia se generan en la región, a través de la flexibilización laboral, el desempleo, la migración económica y el tráfico de personas, que generan la feminización de la pobreza.

Las cifras ilustran la problemática, como la Razón de Mortalidad Materna (RMM), que es el número de defunciones maternas por 100.000 nacidos vivos. La RMM global es de 400 defunciones por 100.000 nacidos vivos; en la región centroamericana, tenemos que la RMM en El Salvador es de 173; Guatemala 153, Honduras 108 y en Nicaragua 82.

Según un estudio de la OMS sobre las causas de más de 60.000 muertes maternas en 115 países, el 28% fue provocado por afecciones preexistentes (diabetes, desnutrición, enfermedades infecciosas o epidémicas, VIH, entre otras) agravadas por la gestación. En El Salvador, Honduras, México, y Nicaragua, la hipertensión provo­cada por el embarazo –toxemia– es la causa más importante de muerte materna.

La mortalidad materna es, sin duda alguna, una de las expresiones más flagrantes y crueles de la desigualdad. Sus costos sociales y económicos son difíciles de cuantificar. Para los países de la región, reducir sus índices sigue constituyendo una tarea extremadamente compleja. La meta establecida en los Objetivos del Milenio, de reducir la mortalidad materna en un 75%, continúa siendo un reto difícil de alcanzar.

Si bien los esfuerzos han rendido frutos remarcables  (Guatemala -49%, Honduras -61%), la realidad demuestra que urge un abordaje integral de la problemática, y la toma de acciones sociales, políticas y administrativas estratégicas más cercanas a la población, dirigidas a comprender y combatir las desigualdades desde la raíz, empoderar a las comunidades y reducir los factores de riesgo.

Se necesita más que compromiso

Se necesita más que compromisoDesde la firma de los Objetivos del Milenio, los países centroamericanos se comprometieron a reducir la mortalidad materna en 75%. A partir de entonces, han realizado esfuerzos tangibles para reducirla pero las metas siguen sin alcanzarse. Quince años después, el promedio de índice de reducción del problema con dificultad  llega a 35%. Entre los países que más avanzaron se encuentran, El Salvador (-39%), Guatemala (-49%), Honduras (-61%) y Nicaragua (-38%).

Otros avances que se pueden destacar están en el ámbito legislativo y de políticas públicas, en materia de derechos sexuales y reproductivos. En varios países centroamericanos se han modificado recientemente los marcos normativos, con la creación de nuevas leyes y políticas públicas, ampliando el marco legal de protección SSR (salud sexual y reproductiva); sin embargo, se mantiene la reserva en cuanto al cumplimiento efectivo.

Entre los principales desafíos regionales para controlar y disminuir la mortalidad materna están las  reformas constitucionales, la conformación de instituciones de salud intercultural, el establecimiento de programas de salud sexual y reproductiva, así como el mejoramiento del marco legal, el aumento del acceso a la justicia, o la revisión de prácticas jurídicas permisivas. Un avance importante lo constituye un mejor conocimiento de las causas de muerte en cada contexto mediante un sistema de vigilancia y respuesta ante las muertes maternas (VRMM), la realización de investigaciones confidenciales y otros métodos para contabilizar todas las muertes; y la asignación de presupuesto por parte de los estados, el sector privado en los países y el aporte de la cooperación internacional.

Para erradicar la mortalidad materno infantil se requieren más compromisos y acciones concretas directamente en las comunidades. Ayuda en Acción lleva más de 30 años contribuyendo a erradicar la pobreza generando cambios estructurales con programas de desarrollo integral, trabajando directamente para las personas, sus organizaciones y en sus comunidades, y aportando soluciones para erradicar la mortalidad materno infantil. Nuestra labor está orientada a la reducción de los factores de riesgo, a través del empoderamiento de las personas, las familias y las comunidades; la satisfacción de necesidades básicas como salud, educación, agua, saneamiento y seguridad alimentaria; o la promoción de los derechos de las mujeres, los niños, niñas y de los jóvenes.

Entre otras acciones se puede destacar el fortalecimiento de capacidades en educación sexual y reproductiva; los proyectos de producción, consumo y venta de alimentos para las familias; el acceso a la salud y al agua  potable, así como la mejora de las condiciones de salubridad de los hogares; y la puesta en marcha de cooperativas y otras iniciativas económicas que aseguren la autonomía económica de las familias y particularmente de las mujeres.

El trabajo de Ayuda en Acción se realiza en colaboración con autoridades de gobierno locales, organizaciones comunitarias, redes de promotores y promotoras de salud y educación y comisiones de gestión, entre otras, procurando una actuación articulada de todos los actores sociales, económicos y políticos de las comunidades para lograr mayor impacto en la reducción de la problemática.

El reto hoy en Centroamérica son las millones de mujeres que necesitan poder tomar decisiones libres, oportunas y seguras para romper el círculo de la pobreza y la desigualdad, para conquistar una esperanza de vida que no esté condicionada por  el hecho de ser mujer.

La agenda para la reducción de la morbilidad y la mortalidad materna y el logro del acceso universal a la salud reproductiva es una agenda incompleta y depende del abordaje de la brecha de inequidad y el logro de la igualdad de género y los derechos reproductivos. El hecho de que la mortalidad materna haya disminuido en la última década, no es suficiente para alcanzar el objetivo 5 de los ODM, como recuerda Naciones Unidas en sus informes sobre los Objetivos del Milenio.

Ella tiene rostro indígena, trabaja duro y vive de la tierra. Alimenta a sus hijos con mucha dificultad y a menudo se queda sin comer. Ya olvidó los pocos años en que asistió a la escuela y le cuesta leer y escribir. Su primer embarazo lo tuvo a los quince años y siguió teniendo más. En su comunidad no hay acceso a servicios de salud,  y menos de salud sexual y reproductiva; así como a otros servicios básicos como la alimentación y el agua, que son determinantes para sus vidas. Puede que vuelva a quedar embarazada sin desearlo y puede que no sobreviva, por ser mujer, indígena, pobre, rural, con bajo nivel educativo, y viviendo en comunidades alejadas.

Este es el rostro de la mortalidad materna en Centroamérica, donde más del 50% de los embarazos son no planificados. Las mujeres no tienen derecho a decidir sobre su cuerpo, su autonomía ha sido secuestrada, las decisiones sobre el número de hijos e hijas, el uso de métodos anticonceptivos es una utopía para la mayoría de las mujeres que viven en medio de una cultura patriarcal que les ha negado incluso el derecho a la voz, y a su propio cuerpo.