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Los niños, víctimas silenciosas de la violencia

Fran Carril

Miles de niños en todas partes del mundo son víctimas inocentes de agresión por diversos motivos; situaciones de guerra y conflicto armado, violencia o maltrato en el hogar o en su entorno más cercano, pero también muchos de ellos son víctimas silenciosas de maltrato psicológico.

En muchos de los proyectos de Ayuda en Acción, se trabaja en la prevención de los casos de agresión hacía los menores, un trabajo que habitualmente también se realiza con sus familias. Lamentablemente hay muchos menores que ya han sido o son víctimas de agresiones de toda índole. Apoyarles en su construcción hacía una madurez plena y sana, adquiere entonces un sentido fundamental. Curar las heridas, cicatrizarlas y sobre todo generar un espacio de comprensión y no culpabilidad es clave. Ya que muchas veces los niños/as tienden a pensar que muchas de las agresiones que sufren o de las situaciones de violencia a las que están expuestos son o han sido a causa de algún acto que ellos mismos han generado.

Chillogallo, es uno de los proyectos donde Ayuda en Acción trabaja junto con la Fundación Proyecto Salesiano en Ecuador, también conocido como “Chicos de la Calle”. La población sobre la que se centra el proyecto son fundamentalmente menores trabajadores, en su mayoría, ligados al comercio informal o callejero. Los educadores del proyecto tratan a diario con los niños y niñas con el fin de brindarles apoyo escolar, hablar con sus familias para que los mantengan escolarizados, de manera que también se hace un apoyo -en muchas ocasiones a través de microcréditos- a las familias, con el fin de que no sea necesario que sus hijos menores tengan que trabajar.

La mayor parte de los menores proceden de familias de escasos recursos, lo que hace que muchos de ellos acaben viviendo en barrios periféricos, donde la inseguridad y la violencia forman parte de la cotidianeidad del día a día. La vida de muchos de los niños y niñas del proyecto no es fácil. Muchos de ellos han vivido y viven casos de violencia dentro de sus hogares, otros viven la violencia a través de las bandas callejeras que les rodean, y para otros la agresión es psicológica y aunque no sea directa sobre ellos, la violencia que rodea sus vidas les hace vivir con miedo. Los educadores del proyecto, tienen que conocer cada caso a la perfección para poder apoyarles.

Hablar con la familia, generar un espacio de confianza y respeto se hace fundamental. Las visitas familiares son continuas, y permiten hacer un seguimiento, pero labrar una confianza con los niños, donde se sientan seguros y puedan compartir las cosas que les ocurren, no es una tarea fácil ni rápida, requiere tiempo, y debe de trabajarse cada día. Muchos de ellos han sufrido tantas agresiones, de maneras tan diferentes, que han acabado por anular su expresión del cariño, o de confiar en otra persona. Recuperar esa parte lleva tiempo pero, sin duda, es posible.

Aunque lamentablemente, en Chillogallo, son muchas las historias de niños, víctimas inocentes de agresión, hay dos de ellas, que ponen de manifiesto que la agresión tiene muchas caras. Carmen llegó un día triste al centro donde se dan clases de apoyo escolar. No quería contar a nadie qué le sucedía, pero todos podían ver un sentimiento de miedo en ella. Al cabo de un rato, uno de los educadores le dio un abrazo y comenzó a llorar; cuando se sintió cómoda, le contó qué le pasaba. A sus 10 años, decía que estaba agotada, no había dormido, dispararon a su vecino durante la noche, que falleció al lado de su casa. Carmen conocía muy bien ese sonido, y se podía imaginar qué había pasado porque no era la primera vez, y tampoco sería la última. Tras un nuevo abrazo volvió a sonreír, porque Carmen sabe perfectamente que la vida continúa y que no puede pararse para llorar más tiempo.

Michael es un niño callado, y casi nunca quiere jugar con los demás. De vez en cuando, si ve sólo a alguno de los educadores, se acerca y le abraza; luego, sin decir nada, se va. Por las marcas de sus brazos los educadores saben que su abuela, quien está a su cuidado, le pega. Ella es demasiado mayor, sus padres le han abandonado a él y a sus hermanos, y ella siente que no es capaz de controlar a los pequeños, así que emplea el mismo método que sus padres usaron con ella. Cada semana un educador habla con ella, poco a poco su actitud va cambiando y a medida que ella incrementa su comprensión hacia los niños, los moratones disminuyen, y las palabras de Michael aumentan.

Michael y Carmen son dos ejemplos de por qué existe un Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de Agresión. Dos historias que sirven de ejemplo para hacer visible lo que no siempre queremos ver, y que nos demuestran que, con el apoyo necesario, el cambio es posible.

Miles de niños en todas partes del mundo son víctimas inocentes de agresión por diversos motivos; situaciones de guerra y conflicto armado, violencia o maltrato en el hogar o en su entorno más cercano, pero también muchos de ellos son víctimas silenciosas de maltrato psicológico.