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Los vecinos de Villanueva del Pardillo (Madrid) parecen tener un problema con los olores. O eso advierte Rosa Arias, ingeniera química y coordinadora de D Noses, mientras nos muestra la aplicación que ha venido a presentar al festival sobre innovación y desarrollo sostenible que se acaba de celebrar en Madrid, Imperdible_04.
Sobre un mapa que puede desplegarse con los dedos, aparecen en su móvil múltiples puntos rojos sobre este municipio, lo que indica que varios usuarios han subido de forma espontánea las mediciones de lo que han olido en sus calles. Cuando los abrimos, vemos que la mayoría de los comentarios son negativos. “Tendré que ir un día a ver qué pasa por allí”, comenta la investigadora preocupada.
D Noses es un proyecto internacional financiado por la Unión Europea para estudiar y ofrecer soluciones al que hoy en día representa el segundo problema con más denuncias ambientales en todo el mundo: la contaminación por olores. A pesar de su falta de regulación en la mayoría de los países, los olores pueden causar problemas de salud como dolores de cabeza, irritación en los ojos, reacciones en la piel o incluso episodios de insomnio, y en muchas ocasiones indican una fuente de polución mayor.
“El olfato es un sentido de defensa que nos alerta de peligros”, explica Rosa Arias. “Por ejemplo, el ácido sulfhídrico, que causa ese olor tan característico a huevos podridos de las plantas de tratamiento de aguas residuales, es un gas letal y nuestra nariz es capaz de detectarlo en concentraciones menores a las 10 partes por billón, es decir, por debajo del límite que detectan los instrumentos de medición”.
Por eso, para esta científica, disponer de los datos producidos por los vecinos en los lugares que habitan y durante sus vidas cotidianas resulta una herramienta fundamental. “En realidad, no es algo tan extraño ya que la nariz humana es el mejor sistema de medición de olores que tenemos y se usa incluso cuando estamos en un laboratorio”, aclara cuando se le pregunta por su fiabilidad.
Tradicionalmente, el olor se ha cuantificado a través de muestras que se tomaban en el lugar de origen donde se producía, por ejemplo, recogiendo directamente en un tubo el aire de una chimenea en una fábrica o de una depuradora de agua, y luego se exponía a varios individuos con un sentido del olfato estándar para determinar su intensidad. Pero con este método, aunque se puede evaluar el impacto, no se puede conocer la percepción real y las molestias que los ciudadanos perciben en las calles.
Con OdourCollect, la aplicación que han desarrollado para recolectar la información, el usuario puede comunicar una molestia a través de la geolocalización de su móvil y contestando un breve cuestionario donde registre el tipo de olor y su intensidad. Los datos, que los validarán grupos de expertos, se usarán para localizar lugares con problemas de olores y para establecer las bases para buscar soluciones entre las autoridades, los ciudadanos y las posibles fuentes de emisiones, como industrias o vertederos.
De momento, D Noses trabaja en diez proyectos distintos en el mundo. El del barrio del Fòrum en Barcelona es por ahora el único en España y, aunque apenas lleva un mes en funcionamiento, los resultados parecen prometedores. Allí se ha formado a 30 personas, a las que se ha enseñado a realizar mapeos de los olores, y en este tiempo ya han colaborado con más de 80 observaciones. “Lo más interesante es que hemos visto que los datos obtenidos de estos usuarios coinciden con los que tenemos de los estudios tradicionales”.
Ahora su labor será conseguir que todas las partes afectadas consigan encontrar una solución. Rosa Arias asegura que, para ello, las mediciones de los vecinos tendrán un papel fundamental. Al fin y al cabo, la contaminación ambiental âya sea por ruido, olores o del aireâ repercute en la calidad de vida de los residentes, por lo que sus experiencias no solo pueden contribuir a afinar nuestro conocimiento del medio, sino también ayudar a una mayor toma de conciencia e implicación de todos.
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