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Investigadores muestran que se puede vivir bien en 2050 con la demanda de energía de los años 60

El gráfico compara el consumo de energía final en 119 países respecto al cálculo de la demanda necesaria para una vida digna: los puntos rojos representan aquellos que viven con más energía de la que necesitan; en azul aquellos con déficit; la línea verde satisface todas las necesidades básicas son un consumo mínimo.

Laura Rodríguez

15 de noviembre de 2020 18:11 h

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Una vida digna para todos los habitantes del planeta en 2050 sería posible con un 60% menos de la energía que usamos hoy. Según los cálculos de un grupo de investigadores de la Universidad de Leeds en el Reino Unido, con un gasto de energía global similar al de los años 60, la población mundial, que se estima que se habrá triplicado para entonces, podría satisfacer todas sus necesidades materiales básicas para llevar un estilo de vida con comodidades propias de los países desarrollados.

Para ello sería necesario, apunta el estudio publicado en la revista científica Global Environmental Change, implementar en todos los ámbitos la tecnología disponible para conseguir más eficiencia, reducir drásticamente el consumo global y acabar con las desigualdades.

La investigación, que calcula el gasto energético global mínimo para cubrir las necesidades básicas para una población de unos 10.000 millones de habitantes, asegura que el nivel de vida que podría conseguirse con un gasto en energía reducido es mucho más generoso de lo que solemos pensar.

“Nuestro trabajo responde a las objeciones que dicen que los ecologistas solo proponen volver a las cuevas”, comentan con ironía los autores en su estudio; y matizan: “Quizá, pero se trata de unas cuevas con bastantes lujos en las que se ofrecen servicios altamente eficientes para cocinar, mantener los alimentos o lavar la ropa; 50 litros de agua por persona al día con 15 litros de agua caliente para el baño, una temperatura en los hogares de 20 °C todo el año, acceso a ordenadores conectados a las tecnologías de la información, y una red de transporte que proveería entre 5.000 km y 15.000 km al año por persona, además de un servicio de sanidad universal y una educación gratuita para todos entre 5 y 19 años”.

Para los investigadores, el estudio no solo desmonta la idea de que no hay suficientes recursos para todos los habitantes del planeta, sino que demuestra que se podría conseguir un nivel de vida con muchas comodidades con menos energía de lo que pensamos.

La manera de lograrlo sería implementar ese nivel de suficiencia con comodidades a toda la población. Con ello, la energía necesaria supondría menos de la mitad de lo que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que se podría conseguir en su modelo de desarrollo sostenible. “En la estimación de la AIE se acepta que los países más pobres subirán su demanda al salir de la pobreza, pero los países más ricos seguirán consumiendo como ahora”, dice Joel Millward-Hopkins, el principal investigador del estudio. “Ellos ponen un límite mínimo al consumo por abajo pero no por arriba, y nosotros asumimos que toda la población puede vivir en este umbral donde se supera la pobreza pero no hay grandes lujos”.

En su modelo ideal, con el consumo limitado por persona y tecnología eficiente en todos los sectores, el gasto anual por habitante podría reducirse a 15 Gigajulios (GJ) frente a los 80 GJ que se consume en el mundo hoy en día. Esto supondría que la demanda de energía se podría cubrir mucho más fácilmente.

“Nuestro estudio muestra otro mundo diferente”, explica por teléfono una de las autoras, Julia Steinberger, “y esto puede ser una motivación para alcanzarlo”.

Como ellos mismos reconocen, sin embargo, el estudio no aborda los pasos políticos y sociales para conseguirlo. El modelo que se propone implica que los habitantes de los países desarrollados reduzcan drásticamente su consumo, y que la energía se distribuya de forma equitativa y eficiente para que tenga como fin ofrecer una vida digna a toda la población. Pero, insisten, lo que ellos hacen es mirarlo de forma distinta.

“Muchos gobernantes acusan a los activistas ambientales de 'amenazar nuestro estilo de vida'”, dice Steinberger, “sin embargo, merece la pena observar en detalle lo que ese estilo de vida representa. Ha habido una tendencia a simplificar la idea de la buena vida con la noción de que cuanto más mejor”.

Millward-Hopkins acepta que uno de los mayores problemas es definir qué es una vida digna. “Es un concepto subjetivo que varía entre diferentes culturas y cambia con el tiempo”, nos explica por correo electrónico. “Aunque hay algunas variables, como la alimentación o la temperatura cómoda para nuestros hogares, que son más objetivas”.

En su documento, los autores han usado los criterios de investigadores como Narasimha Rao y Jahoon Min, en el que no solo se incluyen las necesidades básicas como la higiene o la alimentación, sino también los medios que permiten desarrollar otros aspectos esenciales para los humanos como su vida política y social. Por ejemplo, se incluye una capacidad de transporte que pueda incluir desplazamientos de ocio, un ordenador por hogar con conexión a Internet de alta velocidad o un teléfono móvil para cada persona mayor de 10 años.

Sin embargo, admite, han dejado fuera aspectos como el ocio o la innovación. “Es una de las limitaciones del estudio aunque si añadiéramos la energía de estos sectores seguiría estando por debajo del 50% de nuestra demanda global actual”, dice Millward-Hopkins.

 “Nuestro modelo solo quiere mostrar un posible destino, nada más”, continúa. “Confirma que ya existen soluciones tecnológicas para reducir el consumo de energía hasta niveles sostenibles. Lo que nosotros añadimos es que los sacrificios materiales que se necesitan para conseguir esto son mucho más pequeños que lo que muchas narrativas populares creen”.

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