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Cómo las palas de aerogeneradores terminan en el vertedero en España

Circulan por las redes sociales unas imágenes de centenares de aspas de aerogeneradores enterradas en Wyoming, en EEUU. Son lo que llaman “cementerios de palas” –algunas de ellas del tamaño de un campo de fútbol–, capturados por un fotógrafo de la agencia Bloomberg. Según este medio, en EEUU la cantidad anual de aspas de estas máquinas que se han quedado en desuso supera las 8.000, y se amontonan bajo tierra porque sale más barato que reciclarlas. En Europa, estima Bloomberg, se prevé que de aquí a 2022 se desmontarán unas 3.800 al año, a medida que los parques eólicos envejezcan. Se dan casos (como el de Tvindkraf, en Dinamarca) donde las turbinas llevan más de 40 años en funcionamiento.

En España, esta parte del aerogenerador dura, de media, unos 20 años, aunque desde la Asociación Empresarial Eólica (AEE) recalcan que “la experiencia demuestra que se está alargando la vida útil de los aerogeneradores sin cambiar las palas”. Por ejemplo, gestionando el control de las máquinas para no sobrecargarlas ante posibles daños.

En total, aquí hay 1.203 parques eólicos instalados en 807 municipios, con más de 20.940 aerogeneradores —lo que suma unas 62.800 palas, a tres aspas por molino—, calcula la AEE. De este total, la organización empresarial estima que se ha sustituido el 0,5%.

¿Qué pasa cuando las palas se convierten en un residuo? Por el momento, el destino es el vertedero. De una turbina se puede aprovechar hasta el 85% de los materiales (acero, hormigón, cobre). Pero con las aspas, la historia es diferente. Su reciclaje es muy complejo, principalmente porque están hechas de materiales compuestos (fibra de vidrio o de carbono y resinas) y al separarlos pierden sus propiedades resistentes. “La fibra hay que cortarla, con lo cual pierde su capacidad de transmitir esfuerzos y dar rigidez para un uso posterior”, aseguran desde la Agencia Empresarial Eólica. Hoy ya existen soluciones a nivel industrial, como la pirólisis o las plantas cementeras, pero aún falta volumen para avanzar en el proceso. “Para alcanzar esa masa crítica es necesario integrarlas con otros materiales compuestos, fundamentalmente de la industria del automóvil”, apuntan.

En España, el quinto país del mundo en potencia eólica instalada y donde en 2019 esta tecnología fue la segunda fuente de electricidad peninsular, se desechan cada año entre 100 y 150 palas. “Lo normal es que tengan que fraccionarlas para poder transportarlas y, posteriormente, se trasladan a vertedero de residuos no peligrosos, donde hay que volver a trocear para cumplir las dimensiones”, detallan desde la AEE.

Luego está el desafío logístico de trasladar un material de tales dimensiones. Las aspas pueden llegar a medir 50 metros o más. Pero cuando hay un daño importante en una de ellas, conviene cambiar las tres palas del rotor “para evitar que ese aerogenerador tenga problemas de estructura o aerodinámicos (las palas compensan su peso), aunque hay métodos para equilibrarlas una vez puestas o se puede resolver si el cambio de paso es independiente por pala, como pasa en los aerogeneradores modernos”.

Entre 2014 y 2017, el proyecto europeo LIFE Brio dedicó 1,1 millones de euros –financiado a medias con la UE– a investigar soluciones para dar salida a estos residuos con el menor impacto ambiental posible. Se llevó a cabo entre la Fundación GAIKER, la Fundación Tecnalia Research & Innovation e Iberdrola. Los resultados concluyeron que el material fibrilar obtenido en el reciclaje mecánico de palas eólicas puede usarse como fibra de refuerzo en prefabricados de hormigón.

Pero la cuestión es que la potencia instalada no deja de crecer, y eso previsiblemente complica el panorama para la gestión de estos residuos emergentes en las próximas décadas. Hoy, el país tiene más de 25 GW eólicos, mientras que hace 20 años no llegaba a los 2,5 GW.

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