Cómo la revuelta escolar de Londres ha conseguido que casi 500 colegios prohíban llegar en coche
El canto alegre de las voces infantiles ya prevalece sobre el ruido de los motores de los coches a las puertas de cientos de escuelas londinenses. Esto ha sido posible gracias a iniciativas populares que defienden los beneficios de ir a la escuela andando o en bici. En Londres se comenzaron a implantar medidas para reducir el número de vehículos en el entorno de las escuelas en 2017, en gran medida gracias a la iniciativa popular School Streets. Los tres pilares en los que basa su propuesta son mejorar la calidad del aire, aumentar la seguridad de los menores en las calles e incentivar la movilidad sostenible para que los niños vayan andando o en bicicleta a la escuela.
El proceso para cortar el tráfico en las calles en las que hay colegios en horario de entrada y salida es un esfuerzo colectivo que requiere el visto bueno de las autoridades de los correspondientes distritos londinenses, así como de los equipos directivos de cada colegio. En jornadas lectivas se colocan señales amarillas a ambos lados de la calzada para informar a los conductores de las horas del día en que se corta el tráfico, y normalmente los trabajadores del colegio son los que manejan las barreras temporales para cerrar el paso. A veces no son necesarias, pues las cámaras ANPR (lectoras de matrículas) cumplen esa labor, una medida más cara. Asimismo, en algunos colegios grupos de padres voluntarios también prestan su ayuda.
Los resultados de un estudio sobre la calidad del aire publicado en marzo muestran que School Streets ha supuesto un descenso del 23% de los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2). El estudio, publicado por la autoridad del transporte de la capital, Transport for London, y financiado por la Fundación FIA y Bloomberg Philanthropies, analiza 18 escuelas de primaria, donde se instalaron 30 sensores de la red Breathe London para registrar los niveles de NO2 presentes en las zonas donde se encuentran las escuelas y sus alrededores. La investigación buscaba construir una radiografía precisa de cómo la implantación del programa School Streets está cambiando las rutinas de movilidad y a su vez mejorando la calidad del aire.
Antes de que comenzase la pandemia había aproximadamente 131 escuelas que cortaban el tráfico en sus alrededores durante el horario de entrada y de salida de alumnos en Inglaterra, Gales y Escocia. Sin embargo, tras obtener el respaldo de Transport for London, la cifra de School Streets ha aumentado exponencialmente en Londres, donde ya hay más de 450 escuelas que cortan el tráfico durante las horas clave de entrada y salida de los alumnos. Este impulso llegó con los recursos de emergencia para la movilidad sostenible enmarcados en la iniciativa Streetspace for London, cuyos objetivos incluyen facilitar el distanciamiento social y evitar que aumente el uso del coche durante la actual crisis sanitaria.
“School Streets es importante porque reduce los viajes en coche a la escuela. En Londres, eso supone un 25% de todo el tráfico (en horario matutino y de lunes a viernes el viaje a la escuela añade 254.000 coches en las calles) y cuando hay vacaciones escolares por ejemplo se nota mucho. Es vital diseñar nuestros espacios urbanos para las personas y no para los coches”, dice Sylvia Gauthereau, activista de este colectivo.
Otras medidas recientes que han adoptado desde el ayuntamiento de la ciudad incluyen el Pollution Helpdesk, un servicio virtual de consulta gratuita para ayudar a las escuelas a luchar contra la contaminación del aire; la ampliación de los carriles bici de Londres, con 90 kilómetros rehabilitados y construidos en los últimos meses; y el incremento de nuevas aceras en 22.500 metros cuadrados.
Estadísticas del Ministerio de Transporte (Department for Transport) revelan que el 14% de los niños que murieron en colisiones de tráfico en 2018 lo hicieron durante la hora de entrada al colegio (de 7 a 9 de la mañana) y el 23% en el horario de salida (de 3 a 5 de la tarde). “Los niños solo son conscientes del peligro del tráfico a partir de los 9 o 10 años, hasta entonces son impredecibles. Por eso, lo mejor es eliminar ese peligro”, concluye Sylvia.
Para Saul Billingsley, director ejecutivo de la Fundación FIA, que promociona la seguridad vial, el medio ambiente y la movilidad sostenible, “los retos para conseguir que los viajes al colegio sean seguros son universales; los siniestros de tráfico son la principal causa de muerte para niños mayores de cinco años a nivel global, mientras que las emisiones de los vehículos contribuyen peligrosamente a niveles altos de contaminación del aire. El tráfico motorizado supone un factor en la muerte de medio millón de niños cada año”.
El reto para muchos colegios situados en calles principales es que no es posible cortar el tráfico en ellas. “En el colegio de mis hijos, Deansfield Primary School, cierran al tráfico Glenesk Road desde septiembre de 2020, cuando las autoridades aprobaron la medida. Nosotros ya íbamos al colegio andando, pero creo que hay menos lío de coches ahora”, explica Nuria García-Alcaide, residente en el distrito de Eltham, en el sur de Londres.
Como ejemplo de intervenciones que pueden llevarse a cabo en esas escuelas situadas en calles principales en las que no se puede cortar el tráfico, Saul, de la Fundación FIA, menciona el Sistema Seguro (Safe System). “Esta estrategia combina el diseño de calles y vehículos y los límites de velocidad, y se ha demostrado que funciona en diferentes contextos en todo el mundo”. Las recomendaciones de la Fundación FIA también incluyen aceras en buen estado y cruces protegidos en todas las calles, límites de velocidad de 30km/h donde los niños convivan con tráfico y la protección de los carriles bici.
Restringir la presencia de vehículos motorizados no solo reduce el peligro para los escolares, sino que ayuda a aumentar la movilidad activa, lo que también contribuye a su salud. En Reino Unido el 9,9% de los niños de 4 y 5 años y el 21% de los menores de 10 y 11 años sufren obesidad, cifras que aumentan cada año. Caminar a la escuela o ir en bicicleta contribuye a crear hábitos saludables y al ejercicio físico, vital en una sociedad cada vez más sedentaria y más mermada por los problemas de salud crónicos asociados a ese estilo de vida.
8