El Sena no es un caso aislado: cómo el cambio climático contamina los ríos europeos
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se sumergió el 17 de julio en el Sena con su traje de neopreno y nadó cien metros entre los flashes de los fotógrafos para mostrarle al mundo que el río estaba en óptimas condiciones para los Juegos Olímpicos. Entonces no imaginó que una lluvia torrencial el mismo día de la inauguración iba a trastocar un saneamiento que ha costado seis años de trabajo y 1.400 millones de euros de inversión.
Hasta los 30 milímetros de agua que cayeron el viernes 26 de julio, el equivalente en París a 15 días de lluvias, los análisis bacteriológicos del río daban resultados que permitían realizar las pruebas olímpicas. Los resultados del 15 de julio, hechos públicos por la Fundación Surfrider, una ONG que realiza mediciones periódicas en el Sena, mostraban una cantidad de E.coli y Enterococcus (contaminación fecal) en el límite autorizado para los deportistas.
Pero tras las intensas lluvias, el testeo del Sena arrojó valores mucho más altos para estas dos bacterias, por lo que la prueba de triatlón masculina prevista el 30 de julio tuvo que ser suspendida. “El agua no ofrece garantías suficientes para permitir la celebración de la prueba. Esto se debe a las lluvias que han caído sobre París los días 26 y 27 de julio”, explicó en un comunicado la federación internacional de Triatlón Mundial. Finalmente, algunas de las pruebas comenzaron, con quejas de los deportistas y mofas en las redes sobre las consecuencias de sumergirse en esas aguas.
Lo cierto es que las fuertes precipitaciones que cayeron sobre la capital francesa elevaron los niveles de contaminación del río. La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) explica esta relación en su reciente informe sobre la calidad de las aguas de baño en Europa: “Los episodios de lluvia intensa (más de 20 mm en un día) aumentan el riesgo de mala calidad de las aguas de baño debido a la movilización de la contaminación procedente de desbordamientos de alcantarillado, inundaciones o escorrentías superficiales, con los correspondientes posibles impactos en la salud de los bañistas”.
Un problema que va en aumento
Según este análisis, elaborado con los datos notificados por los Estados miembros de la UE para las temporadas de baño 2020-2023, la mayoría de las aguas de baño “son de calidad” para los nadadores. Sin embargo, el porcentaje de “mala calidad” (índices elevados de E.coli y Enterococcus), hoy del 1,5% (321 cauces), va a aumentar en los próximos años como consecuencia del calentamiento global, alerta la agencia.
“La contaminación de las aguas superficiales y subterráneas sigue siendo significativa y puede verse exacerbada por el cambio climático, que va a aumentar la intensidad y la frecuencia de diversos fenómenos meteorológicos extremos, incluidas las lluvias intensas”, se advierte.
Este caso puntual y de mucha visibilidad por los Juegos Olímpicos no es una excepción; es frecuente en muchos ríos. No hay saneamiento ni tecnología que pueda asegurarnos aguas limpias ante un cambio climático que empieza a exponer la vulnerabilidad de los sistemas hídricos
Para este organismo, hay una “relación conceptual directa” entre el calentamiento global y los fenómenos hidrometeorológicos asociados a la aparición de E.coli y Enterococcus y cianobacterias, que no están sujetas al control cuantitativo que prescribe la Directiva Marco del Agua, aunque ante la presencia de niveles elevados los expertos suelen recomendar la prohibición del baño.
Lo que ocurrió en estos días en el Sena está detallado en este documento de la Unión Europea: “La contaminación a corto plazo puede producirse durante fuertes lluvias, cuando se supera la capacidad de las plantas de tratamiento de aguas residuales y se vierten aguas residuales sin tratar”.
“Lo que tiene que quedar claro es que este caso puntual y de mucha visibilidad por los Juegos Olímpicos no es una excepción, es frecuente en muchos ríos. No hay saneamiento ni tecnología que pueda asegurarnos aguas limpias ante un cambio climático que empieza a exponer la vulnerabilidad de los sistemas hídricos”, reflexiona Rafael Seiz, coordinador del Programa de Agua de la organización conservacionista WWF.
El minucioso análisis de AEMA, para el que se cruzaron datos de la temporada de baño entre 2008 y 2022 con los registros de precipitaciones horarias de Copernicus ERA5, revela que la correlación entre lluvias torrenciales y el aumento de la contaminación está ocurriendo “de forma constante en toda Europa”. La agencia alerta de que “las aguas europeas contaminadas como consecuencia de fuertes lluvias suponen un peligro para la salud de los bañistas” y que la problemática se “incrementará a medida que el cambio climático aumente la frecuencia de estos fenómenos meteorológicos extremos”.
Desde 1923 los parisinos no pueden darse un chapuzón en el Sena. Ese año, la prefectura ordenó la prohibición por “la suciedad fecal” de las aguas
Julio de 2023 fue el más lluvioso de los últimos años en París, con 107 milímetros de lluvia acumulada, muy por encima del promedio (70 mm). La anomalía se ha repetido este año, según ha adelantado Patrick Marliere, director de la Agencia de Meteorología de Francia.
El impacto del hormigón
Entre las medidas preventivas para mejorar la calidad del agua de los ríos, la AEMA destaca la “retención natural” y el “aumento de los espacios con vegetación” en las zonas urbanas.
La “creciente urbanización” –explica este organismo– hace que las infraestructuras de gestión de aguas residuales sean vulnerables al cambio climático. En el caso de París, las organizaciones ecologistas llevan décadas denunciando que la pavimentación excesiva de calles y plazas, con pocos espacios verdes que absorban el agua de lluvia, tiene “relación directa con la contaminación del Sena”.
El año pasado, el ayuntamiento anunció un ambicioso plan de renaturalización para bajar las temperaturas y reducir los impactos de las lluvias torrenciales. La ciudad planea plantar 170.000 árboles hasta 2026, eliminar plazas de aparcamiento para convertirlas en zonas verdes en el horizonte de 2030 y suprimir un 40% de su asfalto.
El plan de París tras los Juegos Olímpicos es abrir tres zonas públicas de baño. Desde 1923 los parisinos no pueden darse un chapuzón en el Sena. Ese año, la prefectura ordenó la prohibición por “la suciedad fecal” de las aguas. En 1990, cuando era alcalde de la capital, el expresidente Jacques Chirac prometió que bajo su mandato sería posible volver a bañarse. La promesa nunca se cumplió.
Tenemos que aprender a gestionar el riesgo más que el volumen del agua. No hay tecnología que sustituya a la naturaleza
Anne Hidalgo, alcaldesa desde 2014, se ha aferrado a la tecnología para terminar con un siglo de contaminación. París ha construido un innovador y gigantesco depósito para complementar su red de depuración: un cilindro de hormigón de 50 metros de diámetro por 30 de profundidad con una capacidad de 50.000 metros cúbicos, capaz de almacenar una cantidad de agua equivalente a 20 piscinas olímpicas.
Para especialistas como Seiz, apostarlo todo a la tecnología no funcionará: “El gran reto que tenemos por delante es pasar de una gestión de los recursos y de las cuencas con la certidumbre que nos daba la ciencia y tecnología, a una gestión plagada de incertidumbres y riesgos por el cambio climático. Tenemos que aprender a gestionar el riesgo más que el volumen del agua”.
El experto hídrico resume toda su argumentación y explicación en una frase: “No hay tecnología que sustituya a la naturaleza”.
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