Un estudio sugiere que el clima afecta más a la biodiversidad de la selva que la deforestación
A largo plazo, la biodiversidad en la selva de Latinoamérica puede estar incluso más amenazada por la crisis climática que por la deforestación que rápidamente destruye su hábitat. Así lo ha aseverado el biólogo Noé de la Sancha, quien durante cuatro años ha liderado una investigación para explicar por primera vez a qué se deben los patrones de diversidad en pequeños mamíferos, roedores y marsupiales, en la también llamada 'Mata Atlántica'. Gracias a prácticas como el cultivo de caña de azúcar y café, el pastoreo del ganado, la urbanización o la industria maderera, entre otros usos humanos, este bosque hoy apenas cuenta con entre un 9% y un 16% de su extensión original.
Desde el norte de Brasil hasta el sudeste de Paraguay, de la Sancha, que es investigador del Field Museum of Natural History de Chicago y profesor de Biología en la Chicago State University, ha analizado las variables que más contribuyen a la estabilidad poblacional de estos pequeños animales en el continente latinoamericano.
Para ello vivió tres años en tiendas de campaña y estaciones biológicas situadas en el Bosque Atlántico del Alto Paraná (Paraguay), mientras sus colegas científicos trabajaron en diferentes partes de Brasil. Después, pasaron otro año recopilando datos provenientes de estudios de una treintena de autores.
“Nos centramos en pequeños mamíferos terrestres porque creemos que estos animales son muy sensibles a la deforestación. Si atrapas ratones o marsupiales en una zona de bosque, sabes que ellos viven ahí, que son residentes de ese bosque. Sin embargo, no sucede así con las aves o los murciélagos, que pueden llegar desde treinta millas de distancia, comer ahí en el bosque y volver a su lugar de origen”, cuenta de la Sancha.
Los científicos llegaron allí con la intuición de que la principal variable que condiciona la diversidad de estas especies era el área (y por tanto se verían mucho más afectadas por la deforestación). Sin embargo, los resultados de su investigación, publicados hoy en la revista científica Biotropica, no confirmaron esa hipótesis, sino que revelaron que en realidad tanto la variedad de marsupiales y roedores se debe más a cuestiones climáticas, eso sí, “siempre que estemos hablando de una escala continental”.
De la Sancha recalca este matiz porque, explica, a nivel local la biodiversidad seguramente responda más a la deforestación que al clima. “Si tu parcela de bosque se va haciendo cada vez más pequeña, va a llegar un momento en que ya no puedas vivir ahí. Por eso vemos que a nivel local se están extinguiendo especies por la tala. Sin embargo, la temperatura y las precipitaciones a nivel continental son los factores que más van a incidir a largo plazo en la supervivencia de roedores y marsupiales”, abunda este investigador. Y advierte que, una vez el clima cambie de manera sustancial, “no sabemos qué va a pasar con estos mamíferos, pero probablemente desaparezcan”.
Además, añade que, en caso de que una de estas especies se extinga en un área concreta, la naturaleza tendería a reemplazarla por otra especie que juegue un papel similar en el ecosistema (algo que en ecología se conoce como “diversidad funcional”), mientras que las alteraciones climáticas en el sistema forestal puede tener un impacto negativo en todo el sistema forestal aunque éste abarque temperaturas muy dispares desde el norte de Brasil hasta Paraguay.
Y esto sucede en el caso de ambas familias —roedores y marsupiales— pese a que se trata de comunidades que, más allá de su parecido físico, no guardan ninguna relación. “En el caso de los marsupiales, muchos de los linajes que hay en Latinoamérica evolucionaron hace 60 millones de años. En cambio, los roedores evolucionaron hace 12 millones de años”, aclara de la Sancha.
En cualquier caso, esto no significa que la deforestación sea un mal menor. Según recuerda el estudio, la pérdida de hábitat y la fragmentación del territorio pueden tener un efecto directo sobre la regulación de la temperatura, la disponibilidad del agua, los ciclos de carbono y la diversidad y estructura de especies; además de afectar indirectamente a la contaminación del aire, el cambio climático, la transmisión de enfermedades, las dinámicas de población y las especies invasoras“.
Por otro lado, aunque estos pequeños mamíferos en concreto se vean más afectados a escala continental por las cuestiones climáticas, el bosque en su conjunto depende en buena medida de la supervivencia de otras especies, como murciélagos y aves, por ejemplo, que están muy amenazadas por la destrucción del hábitat. Por tanto, como estos grupos se encargan de la dispersión de semillas y la polinización —necesaria para la regeneración forestal— una inestabilidad poblacional de estas especies pondría en peligro también la de muchas otras en el mismo ecosistema.
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