¿Puede el pollo doméstico que se utiliza para cocinar constituir un indicador científico de los profundos cambios provocados por los seres humanos a escala planetaria? Aunque la idea no es nueva, un estudio publicado esta semana por la Royal Society de Londres aporta nuevos datos para defender que las enormes variaciones sufridas por esta especie (Gallus gallus domesticus) suponen todo un símbolo de la transformación de la biosfera y que estas pueden ser consideradas como una señal bioestratigráfica del llamado Antropoceno, la época geológica propuesta por una parte de la comunidad científica que se caracteriza por las alteraciones causadas en el planeta por los humanos.
El equipo de investigadores de la Escuela de Geografía, Geología y Medio Ambiente de la Universidad de Leicester (Reino Unido) analiza diferentes evidencias morfológicas, genéticas e isotópicas que reafirman esta hipótesis. No obstante, considera ya como prueba la enorme población de esta especie. Mientras siguen apareciendo estudios sobre el retroceso de numerosos animales salvajes, el número de pollos domésticos para cocinar no ha dejado de aumentar, siendo hoy el ave más abundante en el planeta. Con una población mantenida de 22.700 millones de individuos, esta especie es mucho más numerosa que las más abundantes de las aves silvestres, como la quelea común (con 1.500 millones ejemplares), el gorrión (500 millones) o la paloma (250 millones). Y también mucho más numerosa que las otras aves domésticas, como el pato (1.100 millones), el pavo (300 millones) o el ganso (300 millones). O incluso que las vacas o los cerdos de granja.
En cantidad de toneladas, el consumo de pollo es hoy muy superior al de carne de vaca y se espera que pronto supere al de cerdo, una tendencia impulsada por el incremento de su ingesta en países en desarrollo. En número, en 2016 se consumieron más de 65.800 millones de pollos en todo el mundo, con una duración de vida de entre cinco y siete semanas.
Como destaca el estudio publicado en la Royal Society de Londres, se estima que la biomasa mantenida de las aves de corral, la mayoría pollos, es tres veces mayor que la de todas las especies de aves salvajes combinadas. Sumado a la caída poblacional de otras especies salvajes, esta increíble predominancia de una única especie en la biomasa de aves no tiene precedentes en la historia reciente. Aunque la población de aves fósiles es compleja de estimar, el trabajo de la Universidad de Leicester recalca que la que se cree podía ser el ave más común en la historia de la humanidad, la paloma migratoria (Ectopistes migratorius), tenía una población de 3.000 a 5.000 millones en los años 1800.
No obstante, los cambios sufridos por el pollo doméstico van mucho más allá. Su origen en la historia está en el gallo bankiva (Gallus gallus), considerado el antecesor de todos los gallos modernos. Era un gallo salvaje del continente asiático al que se fue domesticando. Según el trabajo publicado en la Royal Society, el registro arqueológico de la domesticación del pollo está bastante bien documentado, comenzando aproximadamente hace 8.000 años. Su expansión por el resto de los continentes se fue produciendo con el aumento de rutas comerciales. El trabajo pone como ejemplo la introducción de la especie en la Península Ibérica por los fenicios en el primer siglo de nuestra era, siendo después introducida por los españoles en el Nuevo Mundo en 1.500.
El trabajo de los investigadores de la Universidad de Leicester documenta los cambios experimentados por esta especie desde la época de los romanos hasta nuestros días, a través de los huesos de 74 yacimientos arqueológicos de la ciudad de Londres. En concreto, a través de 486 tibiotarsus, el hueso grande entre el fémur y el tarsometatarsus en la pata de un pájaro. Se midió la anchura del distal del tibiotarsus en vez de la longitud porque la mayoría de los huesos de los especímenes estaba rota.
El estudio afirma que se puede demostrar que la morfología del esqueleto, las patologías, la geoquímica de los huesos o la genética del pollo moderno es muy diferente al de sus ancestros. Los investigadores detectan incluso signos de patologías en los pollos actuales como consecuencia de las prácticas de su explotación industrial. Los cambios más profundos se producen en la segunda mitad del siglo XX. En especial, desde el lanzamiento del programa 'El pollo del mañana' en EEUU –una competición para producir pollos que crecieran más grandes y más rápido en los años 50–, esta especie ha sufrido increíbles cambios. De hecho, se considera que desde la mitad del siglo XX, los ratios de crecimiento del pollo doméstico se han disparado, consiguiendo multiplicar por cinco su biomasa individual.
Para ser considerada como una señal de una nueva época geológica, los cambios en las poblaciones de pollo deben poderse rastrear en el registro fósil. ¿Qué potencial tienen estos restos para ser fosilizados? Como señalan los investigadores del estudio, los cuerpos de las aves muertas en estado salvaje son comidas por animales carroñeros y por lo general no terminan fosilizados. Por el contrario, los huesos de pollo suelen ser vendidos intactos en forma de alitas, muslos o aves completas, convirtiéndose después en desechos que acaban en los vertederos.
Aunque los huesos de pollo no están distribuidos de forma homogénea por el planeta como otros marcadores geoquímicos (es el caso de los radionucleidos) utilizados para explicar el impacto humano en la Tierra, los autores del trabajo consideran que estos restos serán abundantes en el futuro en vertederos y otros tipos de acumulaciones. Teniendo en cuenta esta distribución global, a la vez que el enorme tamaño de su población y biología, la genética y la geoquímica de los huesos, concluyen que el pollo doméstico puede considerarse una especie clave como indicador de la época antropocena.
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