El pájaro que se extinguió en España por la destrucción de la costa
Durante tres años, el biólogo Carlos Gutiérrez Expósito dedicó su vida a perseguir un fantasma. Ni todo el repertorio de trucos de los investigadores de fauna, ni algunos de los mejores perros de caza de Andalucía, le sirvieron para dar con lo que buscaba: el torillo andaluz, un pequeño pájaro marrón de hábitos misteriosos que cría en el suelo, junto al mar. Su hábitat se lo llevó por delante el urbanismo costero y la intensificación agrícola, y el nuevo Libro Rojo de las Aves de España, el listado de especies amenazadas, dedica una breve nota para certificar su extinción en nuestro país: es la primera ave que se desvanece en Europa en un siglo y medio.
“Nadie hace caso a este pobre pájaro, porque es pequeño, marrón y no se ve”, cuenta Gutiérrez Expósito a Ballena Blanca. Este pajarero vasco llegó al Parque Nacional de Doñana en 2005 con una misión muy concreta: aclarar si quedaba algún torillo vivo en Andalucía. Los últimos ejemplares conocidos se los entregaron unos cazadores a Luis García, un ornitólogo de la Estación Biológica de Doñana del CSIC, en 1981. Andaban cazando codornices y abatieron a este pájaro, muy parecido y tremendamente esquivo.
Desde entonces, solo hubo rumores sobre su supervivencia en España y avistamientos no confirmados. “Fue bastante desesperante, cuando empecé a trabajar en eso en 2005, nunca había visto un torillo, nadie que yo conociese había visto nunca un torillo, ni sabía muy bien cómo buscarlo”, recuerda el biólogo.
A lo largo de tres años recorrieron, palmo a palmo, todas las zonas donde se creía que podía perdurar la especie. “Su vida es más parecida a la de un ratón que a la de un ave”, escribió Gutiérrez Expósito en este diario. Se quedan agazapados entre la vegetación y, por eso, el equipo utilizaba perros especializados en la caza de aves similares: “Sumando los recorridos de los perros, fue como ir andando de Sevilla a París”.
Peinaron Doñana, pero también las costas de otras provincias, como Cádiz o Almería. Sabían dónde podía haber torillos por los ejemplares que se conservan en las colecciones de los museos de Historia Natural, cazados durante el siglo XIX y principios del XX. La especie se concentraba en esa pequeña franja junto al mar donde no hace ni mucho frío, ni mucho calor, la misma que los seres humanos hemos ocupado con cultivos intensivos y urbanizaciones. Gutiérrez Expósito detalla que en Marbella, y en otras áreas de la costa de Málaga, se capturaron muchos de los torillos que reposan en los museos.
“La extinción del torillo andaluz en España demuestra las graves consecuencias de la destrucción masiva del hábitat de una especie”, afirma Jorge Fernández Orueta, de SEO/BirdLife, la organización que elabora el Libro Rojo de las Aves. Este biólogo apunta a una “intensificación agrícola galopante” en la segunda mitad del siglo XX, con la pérdida de hábitats naturales pero también de cultivos tradicionales, donde hay más espacio para la vida salvaje.
“Es lo que pasa con todas las aves comunes de medios agrícolas, que han caído en picado sus poblaciones porque faltan insectos para alimentar a los pollos”, explica Gutiérrez Expósito. De hecho, la mayor parte de las aves amenazadas recogidas en la nueva Lista Roja viven en entornos agrícolas o zonas como pastizales, con una cierta intervención humana.
Al mismo tiempo que Gutiérrez Expósito buscaba este fantasma por Doñana, unos pajareros finlandeses aseguraron que habían visto torillos al otro lado del estrecho, en Marruecos, en huertas tradicionales cultivadas junto al Atlántico. Aunque al principio no se creyó las observaciones, en 2009 viajó a la zona y se encontró los torillos, corriendo entre campos de zanahorias y calabazas.
Allí aprendieron muchas cosas sobre la especie, como que es diurna –“¡Cuántos madrugones y noches perdidas en Doñana!”, escribió en su tesis doctoral sobre el torillo, que elaboró trabajando en la Estación Biológica– o que el macho custodia el nido y cría en solitario a los polluelos: la hembra pone los huevos y se desentiende.
A lo largo de los años han visto cómo la población del torillo ha bajado de casi 2.000 ejemplares estimados en 2011 a entre 600 y 700 en 2017, cuando hicieron la última expedición marroquí. “Con el ritmo de intensificación agrícola que hay ahora en Marruecos, puede ser que de la noche a la mañana desaparezca de allí”, lamenta el biólogo. En 2020 pensaban volver pero la pandemia ha congelado sus planes y no se sabe nada de la población, el último refugio conocido de un ave única de esta zona del Mediterráneo, en Portugal, Andalucía, Sicilia, y en las costas del norte de África desde Marruecos hasta Libia.
Su esperanza está puesta también en otra zona del litoral argelino, donde podría sobrevivir un exiguo contingente de torillos. De allí, o de la población marroquí, podrían salir ejemplares para la cría en cautividad, una medida de emergencia para evitar la extinción de la especie. En el Zoobotánico de Jerez ya han probado, con éxito, reproducir otras especies de torillo. “Es muy fácil y muy barato. No es como criar linces, es casi como criar canarios”, dice el biólogo.
“Es urgente el desarrollo de un plan de cría en cautividad”, coincide Jorge Fernández Orueta, que es responsable del Programa de Cooperación Internacional de SEO/BirdLife y trabajó con el torillo en Marruecos. Cree que es necesario que los tres países se pongan a trabajar conjuntamente para salvar la especie, empezando por tomar medidas para conservar sus últimos refugios en la naturaleza.
Hasta ahora, el reino marroquí ha bloqueado la cesión de ejemplares a España para la cría en cautividad. “El desbloqueo diplomático es la parte más compleja”, dice Gutiérrez Expósito, que cree que el Ministerio para la Transición Ecológica debería implicarse al más alto nivel. “No se lo han tomado en serio nunca”, asegura.
Una vez protegido en el norte de África, y creada una o varias poblaciones en cautividad –Orueta asegura que podría haber una en Rabat y otra en Jerez–, podría plantearse la reintroducción de la especie en España. Al estar incluida oficialmente en el listado de especies de fauna extinguidas, la Administración está obligada por ley a “promover” su recuperación.
El problema, claro, es que queda muy poco de sus antiguos hábitats. En Doñana, por ejemplo, el monte bajo mediterráneo se destruyó a partir de los años 50 con extensas plantaciones de eucaliptos y pinos. Se cree que la especie se concentraba al borde de las lagunas, o en las zonas encharcadas donde rebosa el acuífero que da vida al Parque Nacional, un acuífero totalmente esquilmado por los cultivos ilegales de frutos rojos y el desarrollo urbanístico alrededor de Doñana.
El biólogo de SEO/BirdLife es escéptico sobre la posible reintroducción del torillo en España. “¿Hemos demostrado capacidad para cuidar de nuestras especies? Dado que aves que ocupan hábitats semejantes al del torillo están en una regresión alarmante, parece que no”, explica Orueta en referencia al alzacola rojizo, una pequeña ave que ha perdido un 90% de su población en los últimos años.
Gutiérrez Expósito, que ha dedicado 20 años de su vida al torillo, muestra un mayor entusiasmo por su reintroducción, aunque advierte que primero es esencial estudiar y recuperar el hábitat. “Hay zonas muy buenas en la costa de Cádiz, alrededor de la laguna de la Janda, o en el entorno de Conil o Zahara de los Atunes, que llegan los pastizales y los cultivos hasta el mar”, dice el ornitólogo. “Pero no se puede concebir la recuperación del torillo en España sin conservarlo en Marruecos, eso es tarea de los gobiernos y ahí los científicos tenemos poco que decir”.
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