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Pastores que conviven con lobos: “Estoy a favor de prohibir su caza”

El pastor Fernando Rodríguez tiene una veintena de mastines para proteger sus vacas en Sanabria (Zamora)

Guillermo Prudencio

18 de febrero de 2021 23:03 h

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Fernando Rodríguez Tabara es un ganadero de 22 años que ha tomado el relevo a sus padres en la cría de vacas. Vive en las montañas del noroeste de Zamora, en Sanabria, donde se refugia la mayor población de lobos de toda Europa occidental.

“Dos veces por semana lo vemos en torno a la ganadería”, dice Rodríguez. Sus vacas viven siempre en el campo, no las encierra por las noches, pero duerme sin problemas: lleva dos años y tres meses sin sufrir un solo ataque. El secreto de su tranquilidad son los 21 mastines que cuidan su ganado, perros que se crían junto a las vacas y que se convierten en uno más del rebaño.

Seleccionados por sus cualidades para hacer frente al depredador, son un arma ancestral de los pastores contra los lobos. “Mi abuelo siempre tuvo ovejas y siempre tuvo mastines”, cuenta este joven ganadero.

En zonas del noroeste ibérico como Sanabria, donde no llegó a desaparecer el lobo, no se perdieron las medidas preventivas para la protección del ganado. Perseguido durante el siglo XX hasta el borde de la extinción, a partir de 1970 –cuando se reguló su caza– el lobo ibérico fue recuperando el terreno perdido. Pero con los rebaños desprotegidos, los animales domésticos se convierten en la presa más fácil para el depredador.

Es lo que le pasó hace tres años a Laura Serrano Isla en su explotación familiar de Gumiel de Izán (Burgos). Una noche dejaron sus ovejas desprotegidas en un corral, lejos del pueblo, y sufrieron el ataque de dos lobeznos. “Nos hicieron un destrozo impresionante, 23 ovejas muertas”, relata la joven ganadera, aunque sin rencor. “A mí el lobo me mató las ovejas porque se las puse a huevo. Me metí en su terreno, puede resultar duro, pero es así. Ahí es cuando te das cuenta de que muchos ataques se pueden prevenir”.

En un conflicto polarizado hasta el extremo, Serrano se ha convertido estos días en Twitter en una inesperada voz en defensa del lobo. El 4 de febrero publicó unos tuits celebrando la propuesta de inclusión de todas las poblaciones de lobo ibérico en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (una decisión que aún no es vinculante y que adoptaron el Gobierno y las comunidades autónomas en una reñida votación). “He recibido críticas muy duras que no me van a doblegar y seguiré yendo con la cabeza bien alta”, escribió la ganadera en su perfil.

Serrano dice que con su opinión “no quiere hacer daño a nadie”, que solo pide ayudas para medidas preventivas. Cuenta que tuvieron que hacer las inversiones para mantener a raya al lobo, como el vallado de su explotación o los pastores eléctricos, sin apoyo de la Administración. “Le sale más económico matar al lobo que dar estas ayudas para la protección del ganado”, afirma.

Las organizaciones conservacionistas defienden que este tipo de medidas, adaptadas a las particularidades de cada explotación ganadera –es muy diferente proteger las vacas de Fernando que el rebaño de ovejas de Laura, por ejemplo– son muy eficaces para prevenir los ataques del depredador.

Entre 2004 y 2008, un proyecto de la Unión Europea donó mastines, pastores eléctricos y vallados fijos a ganaderos de Salamanca, Ávila y Segovia, una zona recién recolonizada por el lobo. Durante el proyecto, las medidas redujeron tanto el número de ataques (entre un 65% y un 100%) como el número de cabezas de ganado muertas (de un 61% a un 100%). Diez años después, el 80% de las medidas donadas sigue utilizándose, según un estudio elaborado por WWF España en el proyecto LIFE EuroLargeCarnivores. El 92% de los ganaderos se mostraba “satisfecho o muy satisfecho” con los métodos usados, y el 55% de los ganaderos reclamaba ayudas para adquirir o poder mantener las medidas.

En 2019, la Comisión Europea se ofreció a compensar, con cargo a los fondos europeos, el 100% de los costes directos e indirectos de estas medidas para convivir con las manadas, aunque depende de las administraciones competentes, que son las comunidades autónomas, solicitar esas ayudas.

Protegerse del lobo cuesta dinero, sobre todo los perros. Fernando Rodríguez calcula que el año pasado invirtió 7.200 euros en su veintena de mastines, entre gastos de veterinario, seguro y comida. “Prefiero arruinarme dando de comer a mis perros que arruinarme dando de comer a lobos”, cuenta el joven ganadero. Según ha anunciado el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, se está preparando una nueva estrategia de gestión y conservación del lobo –la última es de hace 16 años–, que tendrá entre sus líneas principales el apoyo a la coexistencia. “Los ganaderos no pueden sostener sobre sus espaldas los costes de un patrimonio natural común, que en este caso es el lobo”, ha afirmado la ministra Teresa Ribera.

“El problema es más grande que la coexistencia con el lobo, es un tema de la Administración, que no entiende a los ganaderos”, reflexiona Rubén Valín. Este pastor de la montaña central leonesa lleva toda la vida conviviendo con el lobo. Ha participado en intercambios para que otros ganaderos vean con sus propios ojos la eficacia de las medidas preventivas y ha donado cachorros de mastín a lugares donde se había abandonado su uso, como Guadalajara. “La coexistencia es lo normal aquí, el lobo no supone un problema”, afirma.

Valín está a favor de que se deje de cazar la especie y considera que la nueva situación legal beneficia a la ganadería extensiva. Por ejemplo, como al sur del Duero el lobo es una especie estrictamente protegida, es la Administración, en este caso la Junta de Castilla y León, la que paga un seguro que cubre los daños por ataques, un coste que al norte asumen los propios ganaderos. Pero Valín, muy crítico con el modo en que el Ministerio ha tomado la decisión, considera que esas ventajas no se han explicado al sector. “No lo han podido hacer peor. Se ha empezado la casa al revés. Sobre todo, se trata de buscar consensos”, dice enfadado.

“Hay una parte muy importante del sector que esto lo toma como una afrenta, y les estamos dando gasolina. Cada día esto se va a enquistar más”, augura este ganadero leonés sobre el conflicto alrededor del lobo. Lamenta que se esté desviando el debate de los grandes problemas de la ganadería extensiva, que no tienen que ver con la fauna salvaje: “Una falta de rentabilidad y una Política Agraria Común cada vez más injusta”.

La ganadera Laura Isla opina en el mismo sentido: “El lobo es la puntita del iceberg. Nadie se acuerda de nosotros con la crisis que sufrimos con la hostelería cerrada, sobre todo con los asadores en Castilla y León, la expansión de la marca blanca, la importación de ganado que luego hacen pasar por producto español... La mejor manera de ayudar a los ganaderos es comprar producto de proximidad”.

“Estoy a favor de la prohibición de la caza del lobo. La naturaleza es sabia, se regula sola”, dispara el ganadero de 22 años Fernando Rodríguez Tabara.

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