El plan de Ámsterdam para relanzar su economía ante el coronavirus apuesta por romper con el actual modelo de consumo
El modelo de la rosquilla, cocinado en la Universidad de Oxford por la economista Kate Raworth, servirá de guía para orientar las nuevas políticas necesarias para salir de la recesión asegurando que se reducirá un 50% el consumo de nuevos materiales en la próxima década.
En la presentación del plan de la ciudad, el 8 de abril, la vicealcaldesa de Ámsterdam Marieke van Doorninck adelantó algunas de las medidas que se pondrán en marcha, como fomentar productos que duren más tiempo y permitan las reparaciones, imponer medidas para que los restaurantes y hoteles donen la comida que desechen o crear los llamados “pasaportes de materiales” que contabilicen los materiales reutilizables en las demoliciones o promuevan el uso de materiales más sostenibles en la construcción de edificios.
“Tenemos un sistema en el que incineramos los productos que tiramos aunque tengan materias primas valiosas, etiquetándolos como simple basura”, explicó van Doorninck. “Teniendo en cuenta que en el mundo los materiales son limitados y escasos, esto es imperdonable”
Pero el modelo económico detrás de estas decisiones es mucho más ambicioso e incluye una manera innovadora de calcular la riqueza de las sociedades en las que se tenga en cuenta la interconexión del mundo globalizado y los límites físicos del planeta. Además, incluye ideas de biomimética en las que han colaborado científicos como Janine Benyus, que estudian los sistemas de la naturaleza para crear tecnologías y estructuras sostenibles.
“La idea de que Ámsterdam se haya comprometido a crear una economía totalmente circular para el año 2050 es fantástica”, explicaba en un debate de la cadena holandesa VPRO la economista Raworth, “es algo totalmente nuevo por lo que nadie sabe todavía lo que esto significa”.
La rosquilla que propone Raworth, de hecho, no es una guía de políticas concretas, sino más bien una manera de analizar el sistema económico para orientar las decisiones. Su modelo se basa en una imagen muy sencilla: la humanidad debe vivir dentro de un donut. En el agujero interior del donut se encuentran las necesidades básicas para el bienestar: comida, agua potable, vivienda, energía, sanidad, igualdad de género, sueldo de subsistencia y libertad política. La zona que se encuentra fuera del donut representa el techo ecológico y los puntos de inflexión que los científicos han identificado como una amenaza para la vida en el planeta, desde la capa de ozono a la acidificación de los océanos. En medio, en lo que sería el donut en sí, se encuentra lo que llamaríamos bienestar.
Raworth ha explicado estos días que la manera de traducir su modelo en políticas concretas implica primero acumular múltiple información de sectores diversos para hacer un “retrato de la ciudad”. El retrato deberá analizar las necesidades de los ciudadanos para que prosperen y alcancen un cierto desarrollo pero también deberá considerar su impacto ecológico y global.
La semana pasada, Raworth exponía en The Guardian un ejemplo de cómo la teoría se podía llevar a la práctica explicando el problema de escasez de vivienda que experimenta la ciudad de Ámsterdam.
En este momento, el 20% de los residentes de la capital holandesa no puede cubrir sus necesidades básicas tras pagar el alquiler. Una de las soluciones que se proponen es construir más edificios pero ello aumentaría drásticamente las emisiones locales de CO2, que se han incrementado hasta un 31% desde la década de los 90.
El análisis de la rosquilla conecta todas las variables y mira más allá, relacionando este problema local con un sistema internacional donde abunda un capital flotante que está invirtiendo en propiedades de grandes ciudades subiendo el precio para sus habitantes. La teoría del donut, explica, no ofrece una solución concreta pero sí una manera de mirar.
En varias intervenciones en las que ha participado desde su casa estos días, Raworth además insiste que habría que usar la crisis del Covid-19 para buscar nuevos paradigmas que permitan mejorar las deficiencias de nuestro sistema.
A pesar de la reducción de emisiones que se ha producido o de algunos cambios en el consumo, nada está todavía escrito. “Lo que estamos viviendo ahora no es un cambio en el estilo de vida”, advierte en su entrevista en VPRO, “este frenazo viene de la prohibición de salir de casa. Después dependerá de nosotros”.
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