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“Nadie te alquila con un sueldo y dos hijas, te piden tres veces lo que ganas, es imposible”. Así explica Alicia Conejero que su hija de 34 años, separada, viva con ella semanas alternas. “Está desesperada, ya se ha apuntado a la lista de nuevos proyectos, a ver si consigue entrar”, incide por teléfono desde Barcelona.
La lista a la que se refiere esta funcionaria jubilada es de las nuevas viviendas colaborativas que promueve la asociación Sostrecivic. Cuando estén terminadas seguirán el mismo modelo del piso de Alicia, donde ella vive desde 2021: ni alquilado, ni comprado, ecológico y por todo ello, asequible. El edificio se encuentra en el barrio de Poblenou y las casas pertenecen a la cooperativa que ella y otras 19 familias crearon para presentarse al concurso de suelo público del Ayuntamiento de Barcelona. Lo ganaron y construyeron el edificio desde cero. El esquema económico es la cesión de uso, es decir, los pisos pertenecen a la cooperativa y los usuarios pueden habitarlos durante 75 años, prorrogables otros 15; pueden traspasarlos a otra persona, pero no venderlos.
Esta idea, que nació en Dinamarca en los 70 y que hasta ahora ha sido una anécdota aquí, está en un momento de boom. “La gente está desesperada con el tema de la vivienda; aspiraba a comprar después de años de alquiler, pero ve que ya no puede y está abierta a escuchar otros modelos”, explica Jose Tellez, de Sostrecivic, una organización que lleva 20 años promoviendo el acceso a la vivienda a través de cooperativas y en régimen de cesión de uso, y que ya tiene promotora e incluso constructora propia para controlar todo el proceso.
Como cada vez hay más iniciativas de este tipo por todo el país, las organizaciones de la economía solidaria han creado un mapa que permite identificar los proyectos en marcha y su fase de desarrollo. Por un lado, para darles visibilidad, pero sobre todo como mensaje a las administraciones públicas. “Es la ciudadanía organizada la que está pidiendo y promoviendo otro modelo de vivienda”, incide Tellez de Sostrecivic.
En Cataluña, que es la más avanzada, hay más de 40 proyectos en marcha; en Madrid unos siete, en Valencia cinco, también en Palma, Zaragoza, Bilbao, Pamplona o Sevilla. La Comunidad Valenciana ha sido la primera en dar luz verde a la primera normativa con rango de ley que regula y fomenta el acceso a la vivienda colaborativa.
Alicia, que en condiciones normales vive sola, se considera una “privilegiada”, pues accedió a una vivienda de una habitación “que es una maravilla”, por la que pagó una entrada de 29.000 euros y que le cuesta 630 euros al mes. “Esto incluye no solo la cuota mensual (algo así como la letra si fuera una hipoteca convencional), también el agua, la luz, servicio de limpieza e Internet”. ¿Y la calefacción en invierno? “Ni me entero del recibo de la luz, porque aquí todo es eléctrico, no hay gas, pero es que esta casa está hecha de madera y súper bien aislada”.
Una mirada ambiental que reduce el coste de vida
La mirada ambiental con la que están pensados estos edificios reduce aún más los costes de vida de sus ocupantes, por el ahorro energético. La Balma, como se llama el bloque de Alicia, es un edificio pasivo, significa que el consumo de energía es prácticamente cero. “Y ahora vamos a poner placas solares, así que produciremos energía”, añade satisfecha.
Ella tiene claro que ha podido acceder a este tipo de casa porque el Ayuntamiento de Barcelona se ha involucrado. “Por la entrada que yo pagué, en Poblenou solo encuentras cuchitriles, el suelo se lleva mucha parte del coste”, remacha; también se implica la Generalitat de Catalunya, que da subvenciones de hasta 5.000 euros para vivir en una de estas casas. Eso sí, el acceso está limitado por renta y no es compatible con tener una casa en propiedad.
En Madrid, no hay ayudas del consistorio ni suelo público ofrecido para este modelo
Madrid, sin embargo, es el extremo opuesto. “Podemos decir que aquí es un asunto totalmente ignorado”, se queja el arquitecto Iñaki Alonso, cuyo estudio de arquitectura Satt es promotor del proyecto Entrepatios, un edificio de madera construido en el sur de Madrid. El proyecto ha sido multipremiado por su innovación social y ambiental, al igual de La Borda, en Barcelona. Aquí se ha hecho todo por las bravas, por el empeño de Alonso y de las 17 familias que pasaron años hasta lograr comprar un suelo que pagaron a precio de mercado y que los bancos confiaran en ellos. No hay ayudas del consistorio ni suelo público ofrecido para este modelo.
La cuota mensual en Entrepatios es de 750 euros al mes. “Pero hoy los precios de la construcción han subido muchísimo, entre un 25% y un 35%, nuestro modelo no soluciona el problema de acceso a la vivienda a menos que la administración pública se involucre, cediendo suelo en cesión de uso y que haya incentivos fiscales verdes”, incide este arquitecto. Y a propósito de esto último reflexiona: “¿Por qué paga los mismos impuestos un edificio hecho de cemento y mal aislado que otro que consume cero energía y es una solución al cambio climático?”.
El auge de estas iniciativas cuenta en general con una parte ambiental potente, pero cuando Alonso cuenta la apuesta ambiental de Entrepatios, que es parecida en otros proyectos, parece ciencia ficción si se compara con el parque inmobiliario nacional, con casas que en general ni siquiera cuentan con un aislamiento mínimo.
“Entendemos los edificios como sumideros de carbono, que es lo que hacen los bosques, primero porque están 100% electrificados y cuentan con 100% energía renovable, no hay ningún elemento de combustión en el edificio, y a través de la incorporación de plantas y cubiertas vegetales conseguimos absorber CO2. Por otro lado, al construir con madera, en vez de cemento, que es causante de entre el 6% y 8% de las emisiones de CO2, edificamos con un material que en su fabricación absorbe dióxido de carbono en vez de emitirlo”, incide.
Al construir con madera, en vez de cemento, que es causante de entre el 6% y 8% de las emisiones de CO2, edificamos con un material que en su fabricación absorbe dióxido de carbono en vez de emitirlo
Este arquitecto se reunió con los directivos de todas las grandes promotoras del país para insistirles en poner en marcha proyectos más sostenibles tanto desde el punto de vista ambiental como social. “Y como no los convencimos, decidimos montar esa promotora inmobiliaria nosotros, Distrito Natural. ¿Por qué? Porque la clave para conseguir construir los indicadores ambientales y sociales a los que aspiramos es promover”, explica el arquitecto.
Juan Ruiz-Jarabo trabaja en la industria de las energías renovables en Alemania y es uno de los futuros vecinos de una covivienda impulsada por Distrito Natural en Arganzuela, en el sur de Madrid. Como sin ayudas públicas es complicado replicar el esquema de cesión de uso, aquí cada vecino es propietario, pero el proceso de construcción del edificio es participativo y el diseño seguirá los mismos principios de espacios comunes y energía cero que son marca de la casa de Distrito Natural.
“Siempre recuerdo una frase del expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, que decía que cuando compras algo, no lo compras con dinero, lo compras con el tiempo de vida que tuviste que gastar en conseguir ese dinero. Y por eso haber conseguido un piso en este futuro edificio comunitario y ecológico me da una tranquilidad, una alegría y una paz espiritual muy grande”, explica Juan por teléfono. “Después de 25 años trabajando me daba mucha rabia meter el fruto de esos esfuerzos en una vivienda convencional, queríamos que nuestros ahorros se canalizasen allí, no solo porque el edificio sea Passivhaus (un estándar de construcción de alta eficiencia energética), sino también por la comunidad colaborativa”, remata.
Antes de lanzarse a comprar en esta promoción que ya tiene el 80% de los pisos reservados, Juan consultó precios en las promociones inmobiliarias convencionales cercanas y descubrió que algunas eran más baratas, pero otras más caras de lo que ellos pagaron por su vivienda ecológica.
En Dinamarca, la cesión de uso está en el 33% de las viviendas, en Alemania en el 30% y en Suiza, el 20%: se considera que a partir del 30%, se logra bajar los precios del alquiler.
Este movimiento para conseguir otro modelo de vivienda es “imparable”, en opinión de Jose Tellez de Sostrecivic, cuya organización aspira a ocupar el 30% del mercado de la vivienda en Cataluña. “En los países pioneros se ha demostrado que a partir de ese porcentaje es cuando realmente bajan los precios del alquiler”, explica. En Dinamarca, la cesión de uso está en el 33% de las viviendas, en Alemania en el 30% y en Suiza, el 20%.
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