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En Reino Unido, donde el volumen de coches ha descendido recientemente pero el de furgonetas comerciales se ha duplicado en la última década, cada vez son más los emprendedores, empresas de reparto y administraciones públicas convencidas de los beneficios económicos, ambientales y sociales de cambiar el volante por el manillar en los desplazamientos por ciudad. Tanto es así que las ventas de estos vehículos aumentaron un 40% en 2022 respecto al año anterior, es decir, en torno a las 10.000 unidades, según la Asociación de la Bicicleta de Reino Unido. Un informe de 2021 sitúa este país a la cabeza de la demanda europea de bicicletas eléctricas de carga, solo por detrás de Alemania.
Donde más se nota esta transformación es en la capital. Londres es una de las ciudades con mayor congestión de tráfico de Europa y los niveles de contaminación del aire sobrepasan los límites de polución recomendados por la Organización Mundial de la Salud. De hecho, la contaminación causada por el transporte rodado apenas se ha reducido en la última década.
Aaron Fleming Saheed empezó a pedalear para hacer ejercicio tras un problema de corazón y enseguida decidió hacer en bicicleta los ocho kilómetros diarios desde su casa a la empresa donde trabajaba como electricista. “La independencia que me daba la bici respecto al transporte público era muy atractiva”. En 2017 se hizo autónomo, pero en vez de comprarse una furgoneta, se echó la mochila a la espalda y un par de alforjas sobre las ruedas y con las herramientas a cuestas continuó acudiendo en bici a los trabajos. Convencido de que este era el mejor medio de movilidad para su negocio y animado por un número creciente de clientes que valoran prácticas sostenibles, el año pasado solicitó una ayuda de 14.000 euros al Departamento de Transporte, y con otros 27.000 euros de su bolsillo compró una flota de cinco bicicletas eléctricas de carga delantera.
Por supuesto, llega a la entrevista montado en una de ellas. “No soy un ecologista, simplemente he aceptado que tenemos un problema y hay que cambiar la forma de hacer las cosas”, sostiene el emprendedor.
Las hay de distintos tipos y capacidades que pueden llegar a transportar hasta 350 kilos de carga, y son mucho más baratas de mantener al no usar combustible ni tener que pagar tasas de circulación
El caso de Fleming no es aislado. Fontaneros, decoradores, sastres, floristerías o panaderías se mueven a golpe de pedal y motor. Estas bicis son un 90% más limpias que las furgonetas diésel, más eficaces para la micro movilidad –usan el carril bici y no pierden tiempo en atascos–, son más fáciles de aparcar, mejores para la salud –Aaron asegura que se ejercitan los músculos, aunque el motor haga casi todo el esfuerzo– y contribuyen a la seguridad vial.
En Reino Unido estos vehículos no necesitan licencia ni casco. Las hay de distintos tipos y capacidades que pueden llegar a transportar hasta 350 kilos de carga y, asistidas por un motor conectado a una batería, alcanzan los 15 kilómetros por hora en las vías londinenses.
Son mucho más baratas de mantener al no usar combustible ni tener que pagar tasas de circulación, un aspecto muy relevante para los negocios en plena doble crisis energética y económica. Personalmente, Fleming afirma que también ayudan a mantener la salud mental. “Montar en bici durante 35 minutos para empezar y terminar el día aclara la mente”, cuenta.
La principal desventaja, aparte de la inversión inicial, es el almacenamiento. Las furgonetas suelen tener aparcamientos fuera de la ciudad a los que pueden desplazarse con rapidez una vez escapan del tráfico urbano. Para que sea eficiente, las bicicletas de carga necesitan una terminal dentro de la ciudad, donde el espacio tiene un coste más elevado. De momento, este electricista las aparca donde puede, en la calle y en el recinto de su casa. Por ahora no ha sido víctima de ningún robo, pero este aspecto le preocupa más que sufrir un accidente. Solo ha tenido que lamentar un percance menor por un derrame de aceite en la vía por la que circulaba.
Un análisis europeo indica que las bicicletas de carga podrían reemplazar entre el 1,5% y el 7,5% del tráfico motorizado urbano, a lo que el think tank Alianza Verde (Green Alliance) añade en su reciente estudio que si Gran Bretaña llegara al máximo de esa horquilla se podrían evitar más emisiones de dióxido de carbono de las que produce el total de la aviación doméstica, en concreto 1,76 millones de toneladas de CO2. Por otro lado, cambiar mínimamente la forma en la que se realizan los traslados comerciales y de servicios tendría una gran repercusión en la calidad del aire, la salud y en una ciudad menos dominada por los automóviles.
Las pioneras en hacer esta transición fueron las empresas de reparto como Pedal Me, un servicio de entregas y taxi en funcionamiento desde 2017. Ahora se han sumado otras como Correos (Royal Mail), y hospitales como Guys and St Thomas’, cuyo servicio de patología empezó a usar estas bicicletas de forma permanente para la trasferencia de muestras de sangre y análisis entre los dos hospitales tras hacer un ensayo en 2019.
El autor del informe de Alianza Verde, Johann Beckford, explica que la actual infraestructura está preparada para absorber un mayor número de bicicletas eléctricas de carga. “Es necesario continuar mejorándola si queremos que la gente se sienta segura y aumente el número de ciclistas”, incide. Los principales objetivos, apunta Beckford, deberían ser “el ensanchamiento y segregación del carril bici, la seguridad en las intersecciones y la conexión de infraestructuras entre barrios” para que los usuarios se sientan seguros.
Para el estudio, Beckford explica que se entrevistó a pequeños negocios y gerentes de empresas de reparto y se dieron cuenta de algo valioso: “No todos entendían las posibilidades que estas bicis tienen para sus negocios, el peso que pueden transportar o la eficacia en los micro desplazamientos. Con los datos en la mano todavía había cierto escepticismo, lo que quiere decir que para que se produzca un cambio de comportamiento tiene que haber motivación, oportunidad y capacidad”, relata.
El próximo verano, el alcalde londinense, Sadiq Khan, iniciará un programa de ayuda para dejar de usar automóviles diésel que incluye financiación para comprar bicis eléctricas de carga. El potencial de estos vehículos es inmenso y la tecnología para dar respuesta a las necesidades emergentes está en pleno desarrollo, pero, como dice Beckford: “Lo importante es visibilizar el uso comercial de estas bicicletas para que emprendedores y empresarios las vean como una oportunidad de negocio”.
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