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El plan de China para relanzar la economía por la crisis del coronavirus apuesta por construir más centrales de carbón

China registra menos de 4.500 contagiados de coronavirus "activos" (a fecha de 25 de marzo de 2020).

Laura Rodríguez

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China ha anunciado la construcción de docenas de nuevas centrales de carbón en un plan de estímulo para su economía de 50 billones de yuanes (6.500 millones de euros). Las apertura de estas plantas, que tendrían una capacidad mayor que todo el sector del carbón de Polonia, supondría una de las mayores amenazas al recorte de emisiones y, según organizaciones como Global Energy Monitor, impedirán cualquier intento global por mantener la temperatura del planeta por debajo de los 2°C.

El decimocuarto plan quinquenal, donde se recogen las medidas para el periodo de 2021 a 2025, se anticipó en una circular a finales de febrero y parece alejarse del compromiso que el país adquirió en el Acuerdo de París. El Gobierno chino, que desde hace meses ha ido relajando el control de la apertura de nuevas centrales, parece ahora consolidar este estímulo para el crecimiento económico como consecuencia de la influencia de ciertos lobbies y los estragos del coronavirus.

El temor de que el carbón y otros combustibles fósiles salgan fortalecidos en los planes de estímulos económicos que tendrán que promulgarse tras la crisis sanitaria global, sin embargo, ha surgido en muchos otros países. En Estados Unidos, múltiples compañías petroleras y minas de carbón están pidiendo ayudas por el impacto que están sufriendo, y políticos como el presidente de la República Checa reclaman que se posponga el recientemente aprobado Pacto Europeo Verde.

En una entrevista reciente, el director de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol, explicó que, en contra de lo que piden estas grandes empresas, los gobiernos deberían en cambio usar esta oportunidad para promover un cambio hacia energías sostenibles. “Tenemos dos curvas que debemos aplanar lo antes posible”, dijo. “Una es la infección del coronavirus y la otra las emisiones globales. Y ninguna de ellas será fácil”.

El caso de China resulta paradigmático. En el plan de estímulo económico para superar la crisis del coronavirus que ha presentado se combinan inversiones en tecnologías innovadoras como el 5G, la inteligencia artificial o el Internet de las cosas junto a medidas más tradicionales como la construcción de carreteras, infraestructuras ferroviarias o centrales de carbón. Pero no se mencionan otras iniciativas que favorezcan las energías renovables u otros programas sostenibles.

Sin embargo, como apunta un informe publicado esta semana en Carbon Brief, las razones detrás de las nuevas plantas de carbón son probablemente más políticas que económicas. A pesar de que a corto plazo las centrales puedan ayudar al crecimiento del PIB de las regiones, es probable que dejen de ser rentables  pronto debido a la competitividad creciente de las energías renovables y por la propia situación energética del país.

China tiene en este momento una capacidad muy por encima de su demanda, y muchas de sus plantas tienen pérdidas y operan por debajo del 50% de su capacidad. Los estímulos que se implementaron para la recuperación económica tras la crisis financiera de 2008 produjeron una expansión desmesurada de las minas de carbón y la generación de energía de esta fuente.

La concesión de la construcción de nuevas plantas a los gobiernos locales, sin embargo, ha impedido un control más estricto por parte del Gobierno central. El sistema de “luces de semáforo” que introdujo en 2017 y en el que tenía que dar permiso a cada nueva propuesta para equilibrar la capacidad excesiva de energía no ha podido contrarrestar el interés político de las autoridades de las provincias, que para crear riqueza y mayor demanda de sus minas de carbón están promoviendo la apertura de nuevas centrales. Tampoco el esfuerzo moderado por reducir la contaminación del aire de las ciudades parece haber conseguido reemplazar esta estrategia.

En enero de 2020, China estaba construyendo 105 centrales de carbón y tenía otras 101 en fases preliminares, según la organización sin ánimo de lucro Global Energy Monitor. El nuevo plan quinquenal sumaría muchas otras nuevas que añadirían 34 gigavatios (GW) más a su capacidad.

La presión que ejercen compañías como la Red Eléctrica Estatal o la Comisión Eléctrica China, así como la facilidad de generar cierto crecimiento rápido, ha arrinconado el control de la capacidad energética del país. Sin embargo, algunos expertos advierten de que si perdemos esta oportunidad, los países podrían quedar atrapados en planes energéticos durante décadas que dificultarán la lucha contra el cambio climático.

En Estados Unidos, esta semana un grupo de científicos, abogados, organizaciones ecologistas y empresas de energías renovables ha presentado una carta al Congreso de Estados Unidos en la que proponen medidas para un “estímulo verde”, donde piden que se orienten las inversiones que tendrá que promover el Gobierno tras el impacto económico del coronavirus y conseguir una transición hacia industrias que reduzcan las emisiones.

“Tenemos la oportunidad de corregir lo que aprendimos del estímulo de 2008 al 2010 que dio lugar a una recuperación endeble que se centró en las empresas y grandes compañías en vez de en los trabajadores”, dicen en el comunicado. “Ahora es el momento de empezar un debate político y un trabajo legislativo para aprobar un ‘Estímulo Verde’ que cree trabajos, mejore las comunidades y aborde la emergencia climática mientras se reconstruye la economía”.

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