Frans G. von der Dunk: “No hay regulación sobre contaminación o explotación de recursos en la Luna, nadie lo previó”
La nueva carrera espacial va mucho más allá de las motivaciones políticas o la rivalidad internacional. En el siglo XXI, la Luna se ha convertido en un objetivo más razonable ante el ambicioso plan de llegar a Marte en algún momento. ¿Por qué? El Laboratorio de Propulsión a Chorro (Jet Propulsion Laboratory o JPL, en inglés) en Pasadena (California) asegura que nuestro satélite contiene tres elementos fundamentales que lo hacen extremadamente útil: agua, helio 3 y metales raros. En la Luna hay 15 de ellos, junto con el escandio y el itrio, que se usan comúnmente en la fabricación de los componentes electrónicos de los teléfonos móviles, las tabletas y los ordenadores. El 90% del suministro de estos metales raros viene de China. Y en un contexto internacional convulso, el gigante asiático asegura que solo tiene reservas para 15 o 20 años.
Estos recursos no solo favorecen futuras misiones para crear bases permanentes en la Luna o incluso en Marte, sino que podrían servir para enriquecer a la potencia que se haga con ellos, encabezada por Estados Unidos, China e India.
Este último país hizo historia en agosto de 2023, cuando la sonda Chandrayaan-3 alunizó en el polo sur lunar, todavía inexplorado. Ha sido el primer país en conseguirlo. El módulo contiene un rover, un robot con ruedas repleto de instrumentos científicos de observación. Allí, a la sombra de sus enormes cráteres, se almacena agua congelada, desmontando la creencia de que la Luna es un planeta seco y completamente deshidratado.
Sin una regulación clara que ponga límites está por responder la cuestión de quién puede quedarse con qué. Hablamos con Frans G. von der Dunk, profesor de Derecho Espacial en la Universidad de Nebraska-Lincoln y una de las máximas autoridades mundiales en derecho y política espacial.
¿A quién pertenece la Luna?
A toda la humanidad entera. Y si quiere más precisión, a todos los países juntos. Está muy claro en los artículos I y II del Tratado del Espacio Exterior de 1967. Ese tratado proporcionó todo el entramado legal de todas las actividades espaciales, que incluían la Luna, y que afecta a todos los países que viajen al espacio.
¿Es posible que alguien reclame con éxito una parte del territorio de la Luna?
No. Ningún estado puede poseer un lugar concreto en la Luna. Y por añadidura, ninguna persona ni compañía puede reclamar esa posesión, incluso si incluimos algunas de esas falsas informaciones que hablan de ventas de parcelas en la Luna. Tampoco serviría haber llegado el primero a un determinado lugar.
Ningún estado puede poseer un lugar concreto en la Luna. Y por añadidura, ninguna persona ni compañía puede reclamar esa posesión
Pero surge una contradicción con respecto a la ley actual. Si nadie puede reclamar técnicamente la posesión de una parte de la Luna, ¿cómo se compatibiliza con el deseo de una agencia espacial de instalarse o de explotar económicamente esa zona?
Bueno, eso no es necesariamente cierto. Podemos compararlo con el mar. Ningún país, ninguna compañía, puede reclamar la posesión de una parte de alta mar (o aguas internacionales). En el marco de las leyes internacionales, por ejemplo, en esa zona está prohibida la sobrepesca, los vertidos de petróleo o la caza de ballenas.
La pesca, por el contrario, sí está permitida. Si una compañía privada, o un solo pescador, tiene una licencia para pescar, puede hacerlo allí. Y una vez que los peces caen en sus redes, legítimamente son suyos y pueden venderlos. Aunque no podamos hacer una extrapolación exacta, lo que nos dicen estas leyes es que una compañía comercial minera necesitaría una licencia para trabajar en una parte de la Luna.
Esa licencia sería exclusiva para esa zona y duraría el tiempo que le permitiera al operador un margen razonable de beneficio. Lo que estaría por determinar es el tamaño de la zona de explotación y el tiempo de la validez de esa licencia. Son asuntos claves que deben resolverse. Pero lo que significa es que tras caducar esa licencia se abre la posibilidad para que otros puedan pedir otra licencia para la misma zona, de forma que no se viole el artículo II del Tratado del Espacio Exterior.
Se parece un poco al Tratado Antártico.
En cierta manera, algunas características del Tratado del Espacio Exterior están inspiradas en el Tratado Antártico. Por ejemplo, no es posible la militarización de un cuerpo celestial, incluida la Luna, aunque algunos no incluyen esa prohibición a todo el espacio exterior. Pero ahí se acaban las similitudes. Cuando hablamos de la Luna, no se puede hacer un 'corta y pega'.
Algunas características del Tratado del Espacio Exterior están inspiradas en el Tratado Antártico. Por ejemplo, no es posible la militarización de un cuerpo celestial
Pero de acuerdo con el Tratado Antártico, se prohíbe específicamente que ningún país pueda reclamar una zona para explotarla comercialmente.
Eso es cierto, y es una de las características que se han copiado para el Tratado del Espacio Exterior, y realmente con bastante claridad. Pero sobre el papel el Tratado Antártico permite a cualquier país reclamar una parte del territorio y actuar sobre él como si le perteneciera. Y a pesar de ello, el control soberano que tendría sobre esa zona de la Antártida se queda en papel mojado gracias a las regulaciones de los tratados que colocan fuera de la ley cualquier tipo de explotación comercial en el tiempo presente.
¿Están preocupadas las agencias espaciales que hablan de la explotación de los recursos minerales de la Luna por las consecuencias de una posible contaminación?
Me consta que sí, es algo que entra en sus planes. Lo que ocurre es que tanto la explotación de recursos en la Luna como la contaminación no tienen una regulación específica en el Tratado de Espacio Exterior. Si retrocedemos en el tiempo, es algo que nadie previó, no estaba en ninguna agenda política ni económica. La imagen icónica del Apolo 8 en la que se ve nuestro planeta azul saliendo desde el horizonte lunar recordó a la gente la importancia de ese concepto llamado medio ambiente. Y mucho ha cambiado desde entonces.
Aunque no hay todavía una legislación firme, los países y sus agencias espaciales han empezado a tomar medidas y a establecer regulaciones. El programa norteamericano Artemis propone que todos aquellos que firmen los acuerdos previos para una explotación eficiente de la Luna tienen que coincidir en que la explotación es necesaria y legítima, y esta debe realizarse respetando el medio ambiente lunar.
El programa norteamericano Artemis propone que todos aquellos que firmen los acuerdos previos para una explotación eficiente de la Luna tienen que coincidir en que la explotación es necesaria y legítima
Hay unas 30 agencias espaciales en todo el mundo que ya lo han firmado, por lo que probablemente veamos una evolución hacia una ley internacional y unas reglas internacionales de conducta. Es cierto que tanto China como Rusia todavía no han explicado las reglas con las que funcionarían sus estaciones lunares de investigación y si se ajustarían a esas reglas internacionales, aunque es presumible que se muevan en la misma dirección.
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