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Es sábado a mediodía y el centro social del noreste de Ámsterdam empieza a bullir. Vecinos de distintas edades toman asiento tras mesas que se llenan de herramientas, bobinas de hilo y tazas de café. Otros van llegando con aparatos de todo tipo bajo el brazo, desde un libro electrónico hasta una tostadora o un reloj de cocina. Estamos en uno de los 26 Repair Café que hay en la capital holandesa, espacios de encuentro donde, al menos una vez al mes y de manera gratuita, voluntarios que reparan se ponen al servicio de usuarios que buscan ayuda para arreglar un objeto estropeado. Hoy también ha venido Martine Postma (52 años), fundadora de esta iniciativa que arrancó hace 13 años en los Países Bajos y que hoy suma más de 2.350 de estos cafés repartidos por 40 países de todo el mundo.
“Cuando empecé no podía imaginar que llegaría tan lejos: tenía la firme intención de crear una red de centros vecinales para reparar cosas en cada provincia, pero a nivel nacional”, relata Martine. Todo empezó en una sala de teatro de su ciudad, Ámsterdam. Una mañana de octubre de 2009, tras seis meses pensando en el proyecto, logró reunir a artesanos y mecánicos de su barrio, desde un carpintero a un reparador de bicis, e invitó a todos los vecinos a llevar aquello que tuvieran por casa que necesitara un arreglo.
La jornada resultó ser un éxito. Había nacido el primer Repair Café. “Durante 20 años trabajé como periodista, los últimos me dediqué en exclusiva a la información ambiental. Sentí que tenía que pasar a la acción, que en lugar de informar debía crear algo que ayudara a cambiar el comportamiento de la gente”, explica. Lo que en aquellos años nació como un movimiento minoritario para contrarrestar el actual modelo de consumo se ha ido convirtiendo en una inmensa comunidad global de ciudadanos defensores del derecho a reparar. “En los últimos años reparar ha empezado a considerarse como algo normal, que se puede hacer y que se debe intentar, que puede ser divertido e instructivo y de lo que uno no debería avergonzarse”, incide esta experiodista.
En su país, donde la cultura de la segunda mano y de la reutilización está bien asentada, Repair Café cuenta con el mayor número de centros, 524. En España hay 14; en Francia y Alemania se cuentan por cientos y el último acaba de abrir sus puertas en Taiwán. La red no para de crecer, si bien la gran mayoría se localiza en países con un alto índice de desarrollo humano. “Cuanto mayor es la riqueza de un país menos se repara, porque según la lógica que se ha instalado, sale más barato comprar un aparato nuevo que llevar a arreglar el viejo. Pero esto no puede seguir así”, denuncia Martine. “Pasamos de una crisis a la siguiente y la gente es cada vez más consciente de que nuestro planeta no puede aguantar el ritmo actual de consumo, de gasto energético y de contaminación. Al menos en los Países Bajos, este sentimiento está hoy más presente en la población”.
Desde su fundación, Martine tenía claro que estos lugares debían ser, ante todo, espacios de encuentro donde además de reparar se fortaleciera la cohesión del barrio. En Holanda, este aspecto social y vertebrador ha sido fundamental para su éxito, pues la mayor parte de sus voluntarios son personas mayores y jubiladas que de otra manera no tendrían tanto contacto con los más jóvenes.
Mientras cada Repair Cafe se desarrolla a su manera, con independencia total de la sede y con perfiles de voluntarios muy heterogéneos, existe un problema común a todos ellos: la falta de conocimiento. “Lo vemos en todas partes: la tecnología se ha vuelto tan sofisticada que ya no queda tanto que se pueda reparar con las manos. El fallo del aparato ya no es tan visible. Además, los voluntarios tardan entre 45 minutos y una hora en poder abrirlo y es muy habitual que en las instrucciones no aparezca ninguna indicación, tampoco en Internet, sobre cómo repararlo”, detalla Martine Postma. A pesar de las trabas que ponen los fabricantes, la organización asegura que un 70% de los objetos logra repararse, y en el caso del textil, el porcentaje roza el 100%.
Los aparatos eléctricos son los más difíciles de arreglar: solo uno de cada cuatro se consigue, mientras que entre los electrónicos más habituales –móviles y tabletas– ya son cerca de un 40% los que salen de Repair Café funcionando. Cada vez son más los centros que incorporan este conocimiento, ya sea a través de talleres de formación a voluntarios o con la ayuda de gente más joven que dedica algunas de sus horas libres.
Lo vemos en todas partes: la tecnología se ha vuelto tan sofisticada que ya no queda tanto que se pueda reparar con las manos
Este grupo, el de los jóvenes, continúa siendo el más escurridizo. “A nuestros Repair Café va sobre todo gente mayor. Los chavales no suelen tener la cultura de la reparación incorporada en su día a día y el ambiente no les atrae”. Para ayudar a que esto cambie, Postma ha presentado una propuesta al Ministerio de Educación de Holanda pidiendo que se incluya una asignatura de reparación en las titulaciones de formación profesional. “Así se podría ofrecer a los jóvenes los conocimientos y la confianza necesarios para atreverse a abrir un aparato y ponerse a arreglarlo”.
La otra manera de acercarse a ellos es abriendo más puntos de entrega a los que llevar el aparato estropeado, también entre semana. Desde hace unos meses la organización está desarrollando un proyecto piloto con uno de los grandes almacenes holandeses de muebles y bricolaje; en cuatro de sus centros todo el que quiera puede dejar su aparato estropeado y un voluntario de uno de los Repair Café de la zona lo recogerá, lo reparará en su casa y lo devolverá al mismo centro para su recogida. Con esta nueva apuesta se pierde el componente social de la idea original, pero se llega a más gente, un objetivo que Martine quiere alcanzar como sea. “Queremos evitar la tentación de tirarlo a la basura porque no se puede esperar a que esté arreglado. Reparar debe ser posible y fácil en todo momento”.
Según un Eurobarómetro de 2020 sobre el impacto de la digitalización en la vida cotidiana, el 77% de los encuestados preferiría reparar sus dispositivos antes que reemplazarlos por uno nuevo, y ocho de cada diez pide a los fabricantes que faciliten su reparación, proporcionando piezas individuales o informando en detalle sobre el funcionamiento del aparato. Esto es también lo que desde Repair Cafe llevan años exigiendo.
La mayoría de los aparatos que tenemos en casa, tanto eléctricos como electrónicos, no suelen durar menos porque se usen más, sino por la obsolescencia programada. “Esto nos lleva a creer que un aparato que tiene cinco años ya está viejo, cuando en la mayor parte de los casos podría funcionar bien otros cinco más”, sentencia Martine. Tampoco las marcas más conocidas son las mejores, si bien las de buena calidad a menudo ofrecen un mayor índice de reparación. Según el estudio que la propia organización realizó en 2018 con los datos de todos los cafés de la red, entre las marcas que obtenían los mejores resultados de reparación destacaban Miéle (68%) y Bosch (62%), seguidas de Philips (59%) y Nespresso (57%). Los aparatos de Samsung (46%), Sony (43%) y HP o Braun (37%) se lograban reparar en menos de la mitad de los casos.
Pero en los últimos años el panorama está cambiando y desde instituciones como el Parlamento Europeo se empieza a hablar del “derecho a reparar” de los ciudadanos europeos, una propuesta que se debatirá este otoño en la Comisión Europea y que promueve un uso más eficiente y duradero de los aparatos eléctricos y electrónicos. En enero de 2021, Francia se convirtió en el primer país de la Unión Europea en introducir un etiquetado para los productos electrónicos en el que se especifica el índice de reparación de cero a 10, un sello que está pendiente de implementarse también en España, tras ser aprobado en 2021 por el Gobierno. Con esto no solo se pretende alargar la vida de los objetos, sino reducir los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos de la UE.
Las últimas cifras publicadas por el Parlamento Europeo muestran cómo solo se recicla un 40% de ellos, sobre todo grandes electrodomésticos como lavadoras y frigoríficos. Otros más pequeños, como ese cepillo eléctrico que se avería, solo representan el 10% de los productos electrónicos reciclados de la UE. Estos son, por otro lado, los productos estrella de los Repair Café, cuya reparación, tal y como publica uno de ellos en el Reino Unido, logra evitar la emisión de 24 kilos de CO2 por cada uno, teniendo en cuenta desde la vida útil del aparato reparado, hasta su peso y la distancia que recorre su propietario para llevarlo a arreglar.
“Al hablar de economía circular tendemos a pensar antes en el reciclaje que en la reparación, cuando esta última opción es más sostenible que la primera”, argumenta Martine Postma. A la idea de otorgar una segunda vida a un objeto se suma la sensación de satisfacción cuando, gracias a nuestro empeño, este vuelve a funcionar. “La autoría y la capacidad para resolver uno mismo un problema es también un motivo de orgullo”, detalla. “Los que reparan tienen el lema if you can't open it, you don't own it (si no puedes abrirlo, no te pertenece). Este sentimiento asociado a la pertenencia, a tener un mayor control sobre los objetos que poseemos es algo a lo que deberíamos volver”. Sobre sus hábitos de consumo, Martine Postma resume: “Compro poco e intento que sea de buena calidad. Mucha de mi ropa es de segunda mano. Y cuando algo se rompe siempre intento repararlo primero aunque me cueste más dinero que reemplazarlo por un nuevo”.
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