La energía nuclear es hoy una solución demasiado cara y lenta para luchar contra el cambio climático. Esto es lo que dice el último informe anual sobre el Estado Mundial de la Industria Nuclear (The World Nuclear Industry Status Report) que elabora un grupo de analistas independientes y que se acaba de publicar en París.
Aunque esta tecnología no emite emisiones directas de CO(a diferencia de las centrales eléctricas de carbón o de gas natural), por lo que sus defensores consideran que es necesaria para reducir la emisión de gases de efecto invernadero ante una situación de emergencia como la que estamos, este trabajo considera lo contrario, por motivos económicos.
“Si invertimos un dólar, un euro o un yen, necesitamos estar seguros de que compramos la mejor opción para reducir el mayor número de emisiones en el menor tiempo”, explica el principal autor del documento, Mycle Schneider.
Los datos de la última década que recoge el informe muestran que una planta nuclear tarda entre 5 a 17 años más en construirse que una solar o eólica y que el precio actual de estas dos energías renovables es menos de la mitad que el de la energía nuclear.
Según este trabajo, en las últimas décadas las centrales de energía solar a gran escala han visto caer un 88% su costo nivelado eléctrico (LCOE) –medida utilizada para comparar distintas tecnologías–, mientras que la de la nuclear ha subido un 22%.
En este momento, hay 16 países construyendo centrales nucleares –el Reino Unido ha sido el último país en incorporarse– y 46 reactores en proceso de fabricación. A Schneider le parece sorprendente aunque sospecha que en lugares como Rusia, Turquía y Bielorrusia, hay detrás otros usos militares o geopolíticos.
Según el informe, incluso las plantas nucleares ya existentes ofrecen ya pocas ventajas frente a las renovables. “Lo bueno de las centrales que funcionan es que no tenemos que esperar varios años para que reemplacen a otras más contaminantes. Pero cuesta más dinero mantenerlas abiertas que invertir ese dinero en otras opciones”, explica Schneider.
En la última década, el coste de construir y gestionar una planta de energía solar o eólica ha disminuido tanto que la energía renovable ha empezado a ser más rentable que la provista por muchas centrales nucleares. “Las centrales existentes solo desplazan el problema de su sustitución unos años”, puntualiza Schneider. “Además, al ser tan grandes es más complicado innovar y son más inflexibles”.
Para solucionar este problema, desde hace años, la industria viene anunciando los nuevos reactores modulares pequeños (SMR por sus siglas en inglés), unos reactores mucho más manejables que crearían menos residuos y que se podrían montar directamente en fábricas o en grandes embarcaciones sin necesidad de conectarse a la red eléctrica. Esto permitiría que muchos más países pudieran conseguirlos sin temor a que pudieran desviar su uso hacia un fin militar. “El problema es que no llegarán al menos hasta 2030”, dice el autor, “y cuando lo hagan no tendrán clientes porque la energía resultará muy cara”.
Pero todavía queda por resolver una cuestión. Las fuentes renovables son intermitentes y, si bien las nuevas baterías almacenan mucha más energía, no podrían hacer frente a una semana sin viento o con escaso sol. A medida que se cree una red más extensa para transmitir esta energía, seguramente esto ya no será un problema, pues siempre habrá viento o sol en otro sitio. Mientras tanto habrá que buscar el mejor refuerzo. Algunos defienden el gas natural o la nuclear a pesar de sus inconvenientes. Otros, como Schneider, creen que debemos hacer un cambio más estratégico y crear sistemas integrados con medidas pasivas (como mejorar el aislamiento de las casas) con otras flexibles donde se combinen varios tipos de renovables como la solar, la hidroeléctrica o los biocombustibles.
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