Hay gente que tiene placas solares en casa, otra pone dinero en algún proyecto fotovoltaico y luego hay superinversores. Sergio Genicio tiene 44 años y vive en Vitoria. No le sobra el dinero, pero en la fotovoltaica ha encontrado la forma de ahorrar. “Tengo la suerte de tener un empleo fijo, y en el banco al final no sabes qué van a hacer con tu dinero, así que mis ahorros por ahora los tengo de esta forma, sé exactamente dónde van”, cuenta. Desde 2013 Sergio ha invertido en unas 60 instalaciones fotovoltaicas, pero no se dedica a las finanzas ni nada de eso, trabaja como conserje en la ikastola Odon de Apraitz.
En un documental descubrió hace unos años la energía solar para producir electricidad. “Qué pasada, pensé, estamos aquí quemando carbón y con unas plaquitas puedes generar energía”. Empezó a indagar y le llamó la atención el proyecto Ecooo. Esta empresa de no lucro se dedica a comprar instalaciones fotovoltaicas ya construidas sobre cubiertas de edificios que están en mal estado, las pone a punto y después las abre a la inversión ciudadana. “Lo otro hubiera sido invertir en grandes plantas”, comenta este vitoriano, “pero para el común de los mortales no es asequible, sin embargo, aquí se puede entrar desde 100 euros”.
Cuando se le pregunta cuánto dinero ha invertido en total hace un breve silencio; prefiere no decirlo, pero sí que tiene activas 85 participaciones, que es tanto como haber invertido 85 veces. De hecho, es una de las personas con más contratos en un proyecto cuyos ingresos por la participación de particulares se han multiplicado por cuatro desde 2012, según plasma la entidad Ecooo en un informe reciente. De un millón de euros ese año ha pasado a más de 20 millones de euros en 2021, con 3.529 personas en 143 plantas.
Sergio, que no es financiero, habla de “diversificar” sus ahorros; le parece más seguro poner dinero en distintas plantas. Pero, sobre todo, este conserje que en el colegio donde trabaja coge el teléfono, ayuda a la comunidad educativa o hace tareas de limpieza, sabe muy bien por qué lo hace: “Mentalmente me gusta poner el dinero en lo correcto”.
Las plantas compradas fueron construidas hasta 2012, cuando todavía se daban ayudas económicas a la fotovoltaica condicionadas a un número de horas de producción. Fueron los años en los que una parte de este mercado fue a parar a grandes empresas y fondos de inversión, atraídos por las primas. Pero muchas instalaciones no han resultado tan rentables como se esperaba porque les faltan de horas de generación.
Comprar plantas ya construidas sobre cubiertas de edificios es una forma de usar un activo inutilizado que ya existe, explican en la empresa, para dar entrada a la ciudadanía a las renovables. Por otro lado, poner placas sobre los tejados acerca el punto de producción de la electricidad al de consumo, reduciendo las pérdidas en el transporte; y también anima a más gente a participar. “Tenemos que decidir si la transición energética será una réplica del modelo anterior o si redistribuimos el poder, que deja de existir si la electricidad se genera de forma distribuida”, incide el economista Mario Sánchez-Herrero, cofundador del proyecto.
Sergio metió dinero por primera vez en 2013 en una instalación de Lébrija (Sevilla). Puso 2.000 euros que había ido ahorrando en plantas sobre varias cubiertas de edificios municipales, cuya electricidad consumía el propio ayuntamiento, como el gimnasio o la biblioteca. Al cabo de un trimestre le empezaron a llegar las liquidaciones, remuneradas al 4,5%. Estos son proyectos a largo plazo que coinciden con la vida útil de esas plantas, de unos 20 años. “Más o menos, por unos mil euros invertidos recibes unos cinco cada trimestre”, explica el conserje.
Le siguieron llegando transferencias durante los dos siguientes años y desde entonces pone dinero más o menos cada mes. “Siempre que puedo”. Él suele reinvertir lo que recibe en nuevas participaciones. “A mí me encanta que esto sea entre mucha gente, no me entra en la cabeza cómo no hay muchas más personas que inviertan así”.
12