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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Llega el nuevo drama masculino

Los hombres están viviendo un nuevo drama a escala mundial. Se preguntarán a cuál de todos los dramas me estaré refiriendo, teniendo en cuenta que no son pocos, precisamente: la ley de violencia de género, el cercenamiento de sus derechos, la amenaza de partidos políticos que atentan directamente contra sus intereses como seres humanos, más si son blancos y heteros, la proliferación de miles y miles de denuncias falsas de mujeres contra los de su sexo, el nombramiento de algunas ciudades como “ciudad libre de agresiones machistas”...

Pero no, no vengo a hablarles de lo anterior, sino de otro drama diferente: un anuncio de unas cuchillas de afeitar. ¿No lo han visto todavía? Pues vean, vean. Contemplen cómo, de nuevo, se atenta contra los hombres de forma completamente impune:

Este esperpento, que denuncia la educación machista y que fomenta roles tóxicos y violentos en los hombres, ya tiene casi un millón de votos negativos. Y, normal, puede que sea la peor campaña publicitaria de la historia, la más degradante, humillante, cosificadora y peligrosa para la mitad de la población mundial.

Los hombres lloran hoy contra otra injusticia más, y parece que nadie hace nada por detener el desastre: sus egos machitos se están yendo al traste. ¡Sus egos! ¡Socorro! Cuando los hiramos completamente, no vale decir que no nos avisaron. Porque la masculinidad siempre ha sido frágil, y si gritan tanto es que ahora está ya resquebrajada.

Millones de indignados en todo el mundo han cargado contra la marca desde que el anuncio salió: planeando boicots, linchando a sus responsables en redes sociales, campañas y más campañas contra el dolor de ego. Suelen ser los mismos que linchan a las feministas cuando protestan porque a las mujeres las están matando. Va de la mano todo. Porque claro, ¿qué hay peor que un anuncio que critica los roles de género si no es una feminista que se manifiesta para que no la maten? A mí no se me ocurre. 

Es normal que los hombres digan basta, porque es que ya son muchas cosas que aguantar de la dictadura de lo “políticamente correcto”. Porque para ellos, los del drama, lo políticamente correcto es atreverse a romper patrones, ya sea desde el capitalismo machista o desde el anticapitalismo feminista. Lo “políticamente correcto” para estos indignados significa ser un “buenista”, alguien que no dice las cosas tal y como son de verdad, sino que maquilla la realidad, que miente, para proteger a mujeres, a migrantes, a colectivos oprimidos. Y ellos mismos se consideran parte de los “políticamente incorrectos”, valientes y sin miedo, transgresores, los que tienen la verdad y la dicen: las mujeres, los migrantes, los colectivos oprimidos tienen mucho que callar y más vale que lo hagan ya. Porque vale ya de señalar el machismo y las víctimas que causa la masculinidad, y hablemos más de que las mujeres también matan a gente. Y de que los migrantes se quedan con nuestros trabajos. Y también de que los demás colectivos oprimidos como, qué sé yo, como lo gitanos... bueno... gitanos, es que, ¿qué no decir de esa panda? 

Los del drama del afeitado alzan sus voces, que son poquísimas y débiles, porque están los pobres en minoría, contra todo lo que consideran “políticamente correcto”. Se consideran outsiders, los luchadores contra un mundo de avances y evoluciones erróneas. Son los últimos caballeros contra la tormenta feminista y antirracista que parece no amainar nunca. 

En ningún momento piensan que son ellos mismos la cara y firma de lo ya establecido, del pasado y presente, de lo desigual. Ni se plantean que estén luchando por mantener un mundo desigual, y por perpetuar sociedades escalonadas donde ellos miran por encima a todas las demás. 

Puede que no lo vean tan claramente como los vemos el resto, que no se vean nunca como personas que jamás cederán espacios para que se construya un mundo donde quepamos todas. Puede que sus mentes estrechas nunca les permitan ver lo ridículamente pequeños que se les ve, como personitas con miedo a que los que siempre hemos vivido más abajo en estas escaleras, subamos peldaños. Porque si negros, gitanas y mujeres, por ejemplo, escalamos en el mundo paso a paso, si todas nos ponemos en la misma categoría que los hombres blancos y hetero, ¿¡en qué destacarán ellos!?, ¿¡de quién se reirán en sus chistes!?, ¿¡con quién se medirían para sentirse grandes y poderosos!?, ¿contra quién cargarían sin que nadie les eche una reprimenda siquiera?, ¿qué mundo estamos creando donde cualquiera puede vivir disfrutando como un hombre?

O, parafraseando a Virginia Woolf, si las demás dejamos de emitir reflejos, ¿en qué espejos se mirarían los hombres para agrandar su figura el doble de su tamaño real?

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Los hombres están viviendo un nuevo drama a escala mundial. Se preguntarán a cuál de todos los dramas me estaré refiriendo, teniendo en cuenta que no son pocos, precisamente: la ley de violencia de género, el cercenamiento de sus derechos, la amenaza de partidos políticos que atentan directamente contra sus intereses como seres humanos, más si son blancos y heteros, la proliferación de miles y miles de denuncias falsas de mujeres contra los de su sexo, el nombramiento de algunas ciudades como “ciudad libre de agresiones machistas”...