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El conflicto eterno de nuestra generación ha vivido este fin de semana otro hito bañado de sangre. Más de mil personas han muerto en Israel y en Gaza, un territorio destrozado ya muchas veces por décadas de bombardeos, ataques cruzados y una supremacía israelí impuesta a base de violaciones de derechos humanos. Pero esta vez ha sido diferente: esta vez han sido las milicias palestinas de Hamás las que han entrado en territorio israelí, por tierra, mar y aire, asaltando poblaciones, reventando las vallas fronterizas con excavadoras y llevándose rehenes.
Israel dice que en su territorio han muerto unas 700 personas y otras 100, entre militares y civiles, han sido secuestradas. Por Internet circulan testimonios y vídeos terribles denunciado abusos contra civiles. El impacto emocional sobre Israel es enorme, con la consecuente solidaridad internacional de sus aliados. El ataque de Hamás expone a la población israelí a los traumas y al horror que los gazatíes llevan décadas soportando, explica Sáenz de Ugarte. “Es nuestro 11-S”, asegura el portavoz del gobierno más ultra que ha tenido el país, del que podemos esperar lo peor y que ya ha comenzado una primera respuesta: lluvia de misiles, corte de suministros eléctricos y ataques aéreos sobre Gaza, con la posibilidad inminente de una operación terrestre israelí. Desde la Franja nos dicen: “Yo no tengo nada que perder, qué más da”. Y Enric González escribe: “Lo que ocurre ahora no es una nueva guerra. Es la misma de siempre”.
Los analistas especializados en la zona se preguntan también cómo la inteligencia de Israel ha podido verse sorprendida por un ataque coordinado entre varios grupos armados palestinos. “Un fracaso histórico”, dice entre otras cosas aquí Jesús Núñez.
Este domingo hemos visto una manifestación en Barcelona con unas 50.000 personas convocadas por Societat Civil Catalana, la organización de las grandes concentraciones contra el independentismo, esta vez protestando contra la amnistía de los implicados en el procés y el 1-O que negocia el Gobierno. La bandera de España ha vuelto a poblar el centro de Barcelona como hacía tiempo que no se veía y se ha cantado “Puigdemont a prisión”, una rima frecuente en las citas de la ultraderecha de Madrid que va cogiendo cuerpo en las de la derecha catalana. Tanta conexión empieza a haber entre ambos mundos que Telemadrid interrumpió su programación para retransmitir la protesta de Barcelona. Casualmente Ayuso estaba allí.
Mientras sus fieles se agitan por la amnistía, Vox se resquebraja por el dinero. El gerente de la formación política ha dimitido tras la publicación de elDiario.es sobre el traspaso millonario de dinero desde el partido a la Fundación Disenso que preside Santiago Abascal. Hoy te contamos que esa fundación obtuvo 220.000 euros en ayudas públicas tras presentarse a cuatro subvenciones, esas que son muy malas para los demás pero no cuando las pides tú.
Todas las mañanas desde hace seis meses 80.000 vecinos de dos comarcas enteras de Córdoba esperan la llegada del camión cisterna para abastecerse de agua potable. De los grifos de sus viviendas sale un líquido marrón y maloliente. Un equipo de periodistas de Cordópolis ha visitado la zona para explicarnos hoy en el podcast cómo esto puede pasar en 2023 y por qué es un aviso: es la pinta que tiene el futuro de un cambio climático mal gestionado.
Hasta aquí llegamos por hoy. ¡Mañana más!
Un abrazo,
Juanlu.
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