El 19 de junio, en apenas un mes, los andaluces elegirán a sus representantes políticos, primer paso para refrendar o cambiar al actual gobierno que preside el PP en la persona de Juan Manuel Moreno Bonilla. Segunda prueba autonómica para Núñez Feijóo, tras las elecciones de Castilla y León, saldadas con el primer gobierno de coalición PP-Vox, fuera máscaras, que aquí lo importante es el poder, aunque sea gracias a la cabra de la Legión. Así que quizá sea éste un buen momento, calendario ya abierto y decenas de encuestas en marcha, para olvidarnos del proceloso mundo de los espías y sus siempre medias verdades y pasearnos por los terrenos del sur, que en esta época y por aquellos soles, los pajaritos cantan y las nubes se levantan.
Un mínimo análisis y un detallado reconocimiento de los sondeos parece llevarnos a una indudable conclusión: la derecha va a ganar. De calle. Vamos a pasearnos de abajo a arriba en una escalera que nos llevará desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, que en aquella tierra de maría santísima hay de todo. Y en abundancia. Ea.
Pocos adjetivos requiere la chapuza de la llamada unión de la izquierda, que ellos mismos ya se encargaron de ponerle el broche de oro con aquel remoquete desgraciado de los papeles fuera de plazo y el numerito de Podemos. Con todo, no ha sido eso lo que ha dejado al Ojo patidifuso, más sacudido en su interior por el simple hecho de que solo en Andalucía, en el escaso sector de la izquierda más allá del PSOE, hubiera que unir a seis partidos (Izquierda Unida, Podemos, Más País, Equo, Alianza Verde e Iniciativa del Pueblo Andaluz), y eso sin contar a la siempre presente Teresa Rodríguez, fuera de cualquier acuerdo, y a punto de cumplir con un sueño revolucionario que haría saltar de la tumba al mismísimo Che Guevara: como no obtenga el mínimo del 3% de votos, la insurrecta deberá proceder a coger las papeletas que obtenga con la mano izquierda -cuál va a ser- y a continuación tirarlos al compost para alimentar al ganado porcino, ricos jamones en la zona. Porque yo lo valgo, se jaleará.
Es sabido, además, que esa pelea entre las izquierdas no encubría espesas discusiones sobre estrategia política o si Gramsci sí o Gramsci, no, que la cosa iba más de representación, de listas e incluso de dineros, debate de ideas como se ve muy esperanzador para las clases trabajadoras andaluzas, que no tienen otros problemas en sus vidas que ver si Pepito va de tercero por Sevilla o Felipita por primera de Córdoba. O igual de esotérico, si Pablo Iglesias -¿no se había ido?- manda más que Yolanda Díaz o viceversa. Ni ganas dan de chistear con los Frentes de Judea. Bien, pues con este grupo ya formado y en línea de salida, con Inmaculada Nieto al frente, un promedio de las encuestas aparecidas hasta ahora da a la coalición Por Andalucía en torno a un 9% por ciento de los votos para el 19 de junio. Y ya hemos contado la posible desaparición de Adelante Andalucía. ¿Qué resultado obtuvo esta unión de izquierdas en 2018? Un 16,8%. Prácticamente el doble. Empezamos bien.
Ustedes se preguntarán, al igual que este Ojo, cómo es posible que cuarenta años de gobierno socialista ininterrumpido, copo absoluto de universidades, entidades financieras o culturales, etcétera, etcétera, han parido a Juan Espadas como candidato del PSOE. Habrá que apresurarse a decir que no hay en este juicio el menor componente personal, que quizá su valía intelectual, política, etcétera, sea inconmensurable, pero los andaluces, en todas las encuestas, azules, amarillas o rojas, le dan como perdedor sin cuento, y como máximo le adjudican un porcentaje similar al de Susana Díaz en 2018, que como saben no sirvió a los socialistas para gobernar. Resumen apresurado: la continuidad en el poder le vino muy mal al PSOE, y la alternancia le ha ido aún peor. Ni contigo ni sin ti.
Consecuencia de ambos bajonazos, al que añadimos el expediente X de la desaparición física de los 21 diputados de Ciudadanos -¿cómo es posible tal desintegración de un partido político en apenas un abrir y cerrar de ojos?- refulge cual paso de Semana Santa el PP de Juan Manuel Moreno Bonilla, aquel pipiolo que en 2014 mandó a Sevilla Soraya Sáenz de Santamaría a enfrentarse a la entonces devoradora Susana Díaz. Pero la vida en política da una y mil vueltas, la presidenta socialista se quedó sin colmillos y el peripuesto Moreno Bonilla, hoy ya presidente, se pasea por las plazas andaluzas con empaque de ganador por segunda vez. Ni más ni menos que un 35% en las encuestas, por un 26% de Espadas. Tan fuerte parece que no es descartable que sus votos, solo los que obtenga el PP, superen la suma de las izquierdas, lo que incluso llevaría a Moreno a poder prescindir de Vox. Da igual, como ya saben los lectores de este Ojo, porque si acaso necesitara los votos de Abascal, ni Núñez ni Moreno iban a tener el menor inconveniente. Tan ridícula es la situación, que incluso el rechazo a la presencia de la satánica Macarena Olona, azufre a su paso, tiene todo el aspecto de que engordará a Moreno -la moderación- y no a Espadas, el socialismo que no queremos. Vamos, que ni sirve el espantajo de Vox.
¿Malos vientos para la izquierda? Pues sí, porque luego vendrá Madrid, y la locura socialismo free de ese fenómeno paranormal que responde al nombre de Isabel Díaz Ayuso. Pero solo la izquierda, sus líderes y sus militantes, de mayor o menor extremado ánimo revolucionario, son los responsables de intentar dar la vuelta a esta fea tortilla. Ensimismados en sus mundos, se olvidan de lo evidente, vender todo el potencial del Estado socialdemócrata que ha funcionado como un tiro estos años de desastre. Olvidarse de personalismos, pisar la calle y rebajar el recibo de la luz. Sabido es que las elecciones no se ganan, las pierden los otros. Hagan ustedes el favor, PSOE y aliados, de rectificar ya. Ayer. No hay que correr: hay que volar. Queda tiempo. Pero recuerden la auténtica madre del cordero: deben subir Podemos y PSOE. Los dos. Si no, todos muertos. Ha sido un placer gobernar estos años, bonito mientras duró.
(Saber por qué sube la derecha, por qué las buenas gentes prefieren a este PP de Cuca Gamarra, semper fidelis, Díaz Ayuso, Moreno o Feijóo, está lejos del alcance intelectual de este Ojo. Absténgase de preguntar).
Adenda: Misterio: ¿Cómo se articulará el cerebro de un liberal? Lo que tienen acreditado sus así autoproclamados es un desparpajo y una soberbia notables. Ahora resulta que hasta les gusta ese tipo despreciable, el brasileño Jair Bolsonaro, como nos ha contado Vargas Llosa. Hace tiempo que eligieron la ceguera y desde entonces incluso a los tuertos nos importan un bledo sus provocaciones.