Sr. D. Papá Noel.
Rovaniemi, Laponia, Finlandia.
Muy señor mío.
Déjeme explicarle brevemente, que no está usted en estas fechas como para perder el tiempo, por qué le he elegido como destinatario de mis peticiones, en lugar de los Reyes Magos, señores a los que por mi provecta edad y mi acendrada formación religiosa, ja, les correspondería atenderme, pobladores que son de esos nacimientos abigarrados, conste que sin caganers, que en estas tierras áridas no acostumbramos a semejantes ordinarieces. La verdad verdadera, señor Papá Noel, es que usted me cae bastante gordo, chiste atrozmente malo, pero así es el mundo. Su vestimenta es patética y usted mismo me parece un tipo bastante bobote cuya expresividad se limita a un jojojó ridículo, personaje paupérrimo que sólo alcanza para pergeñar películas a cual más estúpida. Pero sus renos, sus trineos, sus carros vienen cargados de juguetes para los niños, cosa bastante decente, en comparación con aquellos antecedentes de los jeques árabes que se llaman Reyes Magos que en cuanto supieron que iba a nacer un tipo importante arrearon a sus sirvientes y sus camellos y se aprestaron a llenarle el arcón de oro, incienso y mirra, en un claro acto de llamada a la prevaricación. Vamos, un Gürtel de libro. Tú toma esto, que ya habrá ricas comisiones para el AVE al Oriente. Así que mejor Papá Noel.
La primera petición que le hago llegar es que en cuanto recoja sus sacos, haga el favor de meter dentro a toda aquella gentuza culpable o aplaudidora de las matanzas de Gaza. Empiece por los salvajes de Hamás, y siga por los Netanyahus y sus muchos compinches civiles ortodoxos o militares, el blando de Joe Biden que hizo levantar la mano a su embajador en Naciones Unidas para impedir un alto el fuego, continuando con los dirigentes checos o austriacos, e incluso los de Papúa Nueva Guinea que ya me contarán qué les impidió apoyar el cese de los bombardeos. Llegue también a este pequeño país que se llama España, ese que ya habrá oído que se rompe a pedazos, y aquí haga de nuevo una abundante recogida entre los Núñez Feijóo, los González Pons, las Gamarras y las Isabeles Díaz Ayuso o los Almeida, tan ciegos al dolor humano de miles y miles de niños masacrados como para querer premiar al estado enloquecido de Israel. No se olvide, por favor de Santiago Abascal y su alegre muchachada. Le ruego, eso sí, que se los lleve a todos ellos cómodamente recostados en sus trineos y no colgados de los pies.
Ya puestos, le rogaría un trabajo más fino. Se trata de erradicar, arrancando las raíces de cada uno de ellos, a todos estos ciudadanos que llevan estos últimos años en España sembrando la cizaña del odio, de la desvergüenza, de la mentira, de la grosería y la zafiedad. Comience por los políticos, los de la miseria, la escoria, la indignidad, el pacto encapuchado y otras brutalidades de similar calibre, que tan sólo logran llenar de estiércol el campo de juego de la convivencia. Le he citado a algunos, pero hay más, muchos más. Casi todos ellos se mueven, hay que verlo, en los ambientes de esa derecha que se cree descendiente de la pata del caballo del Cid, que han ido a caros colegios de pago y que cuentan, además, con el beneplácito social de las gentes de bien e incluso asisten sistemáticamente a misa de doce, se confiesan de sus pecadillos y vuelven a salir al terreno de juego para morder la canilla del contrario, insultar a quien no piense como ellos y, si se tercia, mentar la madre al presidente del Gobierno, repugnante hijo de puta de una tipa que vive de la pura infamia. Católica, muy católica.
Casi todos, repetimos, en la derecha, pero no sólo, que a veces hay que añadir algún adjetivo más a esa especie, como el de la subespecie nacionalista. Esto es, la derecha nacionalista, que también da para mucho juego, comenzando por el gran jefe Puigdemont, y siguiendo por su afanosa becaria Miriam Nogueras, gamberra en territorio galo. Tienen la mala costumbre en esa aldea de mirar por encima del hombro a los simples mortales que no somos catalanes, catalanes, catalanes. No se sabe qué extraño privilegio les permite insultar y mostrarse groseros una y otra vez, en un estulto y pasado de moda epatar al español. Confunden las salas de debate -o el Congreso de los Diputados donde se ha oído tanta palabra sabia- con los muladares y allá que llega la señorita del pan pringado y en plan macarra escupe improperios desde no se sabe qué púlpitos, ellos que se saltaron todas las leyes con impunidad y alevosía. Esa obsesión tan paleta de hacer creer a los suyos que son ustedes los sumos dirigentes del grupito, los más puros, los más honrados, los más de todo, sólo conduce a un ombliguismo ridículo, por un lado, e insultante por otro, penoso transitar por esa permanente guerra de pureza de sangre con Esquerra. Cuiden a sus fanáticos, se lo permitimos, pero sean decentes, honestos y responsables con quienes han firmado papeles, que también se juegan lo suyo. Menos victimismo y más responsabilidad. Comámonos la amnistía porque sí, porque a lo mejor nos sale algo de provecho, pero las melopeas de barra de bar se las guardan ustedes en el bolsillo de la chaqueta. Chulerías, ni una, no vaya a ser que a los de enfrente se les acabe la paciencia. Sí, a quienes tienen que decidir, por ejemplo, si van ustedes a la cárcel o se quedan en sus pareados. Tranquilidad, amigos, tranquilidad, que en el sokatira nunca se sabe quién se cae a la ría.
Son buenos tiempos estos de paz, villancicos y sonoras campanitas, como esa que usted lleva, para escardar cebollinos. Les decía de los políticos, pero algún día que tenga un hueco en su ajetreado ir y venir, siéntese un ratito, corto, que tampoco da para mucho más, y lea con atención a los comentaristas de la prensa patria. Seguro que está acostumbrado a los periódicos finlandeses, pero agárrese los machos que entra en territorio volcánico. Sí, sí, ese lodo infame, ese barro sucio y pegajoso que se le agarra a las botas es el terreno en el que se mueven estos amantes de la carroña, brutos mentirosos sin más afán que el de azuzar los más bajos instintos populistas, sin el menor respeto a la verdad o la sensatez. Y cada día que pasa, ya se lo advierto, es peor. Se lo dice un veterano en las lides de navegar por esos infiernos. Un pequeñísimo botón de muestra. Titular de Abc del día 13, centenares de palestinos muertos en hospitales: “El Ejército de Israel sufre la emboscada más sangrienta desde el inicio de la guerra en Gaza”. ¿Verdad que les gusta? Hay que poner el oído en los antros más sarnosos para recopilar insultos hacia la izquierda en general, y para Sánchez en particular. Ya no sirven los habituales. Se riza el bucle de la desvergüenza y la brutalidad. O sea, que átelos con una buena cuerda y métalos a todos en un saco gigantesco para depositarlos, con cuidado, no se vayan a hacer daño, en los alrededores del Círculo Polar Ártico, confortables temperaturas de 20 grados bajo cero.
¿Más deseos? Muchos más, por supuesto. ¿Se le ocurre a usted alguna solución para la unidad de la izquierda? ¿Un recuerdo para Ucrania y esa guerra que se nos va a olvidar? ¿Quizá un gran empujón para que vientos del pueblo nos traigan una verdadera reforma fiscal que acabe con las hirientes desigualdades que aún atenazan a las clases – sí, clases he dicho, y he dicho bien- más desfavorecidas?
Adenda. Veremos cosas que nos helarán la sangre. Giorgia Meloni, la primera ministra fascista de Italia ha reunido en un aquelarre que pone los pelos de punta a lo mejor de cada casa. De España, para que sepan por dónde va la vaina, ha asistido Santiago y cierra España Abascal. Pero allí estaban también Elon Musk, 250.000 millones de dólares de fortuna, X o Twitter, Tesla, satélites que mueve para favorecer a Rusia o a quien se le antoje, defensor de los combustibles fósiles, resucitador de Donald Trump. ¿Pero qué hacía en aquella batahola Rishi Sunak, el primer ministro británico? ¿De cuándo acá un político liberal y conservador, pero se supone que demócrata, se va a tomar el té de las cinco con una aguerrida camisa negra? Esto, amigos, es lo que ha decidido en todo el mundo la derecha de los privilegios y el dinero y no sólo en España: íntimos con los fascistas y con quien haga falta para derrotar a las izquierdas. El mundo tiene que volver a nuestras manos, porque es nuestro y sólo nuestro por mandato divino. Todas las armas son buenas, cualquier sicario nos sirve.