¡Qué delicado y selectivo estómago tiene Isabel Díaz Ayuso, glotona de bocatas de calamares y vermús, y sin embargo altamente sensible frente a groserías como los carteles de los sindicatos, qué asquerosidad, qué guarrería, gentes de mono y bata, aparten de mi vista tanta mugre churretosa! Luego viene su edecán de choque, el inefable Enrique Ruiz Escudero, mentón arriba, hiede este tufo cubano, cuánto mejor -y más económico, dónde va a parar- un servicio de enfermería que de médicos. Así que la remilgada lideresa y su valentón consejero, dejaron sus provocaciones en el terreno de la bajeza intelectual -eso es lo que son, groseras provocaciones- y se marcharon rumbosos, sin advertir, qué mala consejera es la soberbia, cómo prendía a sus espaldas la paja seca amontonada por su nefasta gestión, hija de un ultraliberalismo feroz. Han apagado mal la cerilla.
Hemos llegado a un punto en el que cada vez resulta más difícil saber cuál es el PP verdadero. Alguna puntualización previa. Juega la derecha, de la a a la z, a cargar sobre el Gobierno de Sánchez por las divergencias internas. Mil veces lo hemos tratado aquí, y el problema, en ocasiones, es obvio y manifiesto. Pero dejen al Ojo recordar al respetable que estamos hablando de una coalición de Gobierno, esto es, dos partidos . O tres, si presionan un poco, como también hemos defendido aquí con convencimiento de sus ventajas. Véase el Ojo de la semana pasada, por ejemplo. Ocurre que las dos caras del PP no responden a razones objetivas de corrientes internas organizadas, y como tal reconocidas por sus militantes y votantes. Cá. En el PP tienen una Armada organizada en esa sede tan sucia de Génova, y un equipo de guerrilleros y guerrilleras, trabuco en mano, dejados de la mano de dios y triscando por los montes como auténticos bandoleros y salteadores de caminos.
No vayan ustedes a creer que a este humilde comentarista le ha picado el bicho de la bonhomía y cree ahora, misterio revelado, que el PP del inane Núñez Feijóo está cuajado de altas sensibilidades democráticas, a cuyos altos designios de paz y concordia solo se oponen unos cuantos locos -y locas- agrupados en torno a la caverna de Madrid, donde el más listo es el que pinta los bisontes. En absoluto. Malos allí, malos aquí, sombra aquí, sombra allá. Pero a estrategias diferentes, conviene responder con políticas diferentes. Y por eso, solo por eso, todos debemos conocer el patito a abatir en la verbena del Carmen. Tan castiza. Y con sus churros.
Por lo pronto, desde Madrid solo van aportando a la caja general del partido, al menos por ahora, problemas y más problemas. Y el sanitario, ya lo hemos escrito, es de tamaño gigantesco. Ya ha forzado a Núñez a meter la pata con los médicos, pero las nubes amenazan granizos de mayor calado. Alguien, finalmente, deberá llevar el mando de los bomberos. Y si el comando de Madrid no sabe solucionarlo, tendrá que entrar el ejército regular del partido para sofocarlo. Pero el llamado líder nacional tiene un problema que sumar a los mil que ya trae de fábrica este señor de escaso calado intelectual y político. ¿Cómo sentar la mano a la señorita rebelde al tiempo que seguir beneficiándose de sus cultivos en la ultraderecha, tan necesarios como pueden llegar a ser en un futuro que todavía no está escrito? ¿Pero hasta cuándo puede un jefazo que se considere tal, y en la derecha ya no se admiten más maricomplejines (recuerdan la campaña contra Rajoy), que desde determinado territorio se ponga en solfa un día sí y otro también, el caudillaje ante la batalla final? Hay partidas, y Núñez debería saberlo, que nunca se pueden perder.
Mientras, y a la espera de que la coalición de gobierno recupere la argamasa, si es que alguna vez lo consigue, las gentes de a pie esperan cual agua de mayo a que la vicepresidenta Yolanda Díaz se anime a sumar. Última incógnita de la ecuación y ya se dejará el camino libre a analistas, encuestadores, demoscópicos y otras gentes de postín que acaben de desatar las fieras que aún duermen en sus leoneras, gruñendo como salvajes para asaltarnos al cuello con sus encuestas en cuanto se abra la veda. Es curioso, porque tanto y tanto dato, tanto ordenador y tanta inteligencia artificial solo nos da, por el momento, para que los poderosos institutos y los chiringuitos de cuánto pagas y te digo quién gana, hayan optado por encaminarse, todos juntos y en tropel, a los campos de crecido trigo y pan natural: puede ganar cualquiera, nos dicen cachazudos después de tanta derivada y tanta geometría variable. El nirvana. Escriben muy serios que hay un sesgo hacia la derecha, pero que en ningún modo garantizan la victoria y aún menos, revelan el misterio insondable de quién podrá gobernar. O sea, la güija.
Sepamos pues qué es lo que nos corresponde hacer ante este hongo tóxico de incertidumbre: trabajar, buscar la unidad, pensarnos muy bien el voto, si queremos que nos gobiernen PP y Vox o preferimos este Gobierno tan raro que no para de pelearse y de aprobar, una tras otra, medidas en favor de la ciudadanía. Lo mismo no está claro…
Adenda. Hace un año, aquel pimpollo Casado, un desastre sin paliativos, tuvo sin embargo un momento de lucidez y nos dejó una gran frase dedicada a Isabel Díaz Ayuso que al Ojo le cuesta olvidar: “La cuestión es si cuando morían 700 personas al día se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros”.
Silencio; nadie contesta.
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