Será una terrible avalancha, un furioso huracán. No esperen que al Gobierno, ahí lo tienen, aterido, se le venga encima, desde ayer mismo, para qué esperar, una persistente, incansable y agotadora cellisca. Qué va. Palo y fuego, que los ataques van a venir por tierra, mar y aire, desatada la dirección del PP bajo los mandos del moderadísimo Alberto Núñez Feijóo, qué tipo tan centrado. Escoltado por el dragón Tellado, el fornido guardaespaldas que siempre acompaña en las películas al melifluo jefazo. ¿Temas a utilizar? Cualquier asuntillo vale, como en el cerdo y el atún, nobles animales de tierra y mar. Un colega de La Vanguardia recordaba hace poco una frase del ex presidente francés Jacques Chirac: “Los problemas vienen en escuadrilla”. Y así es. Pero elijamos, por el momento y para empezar el baile, dos y principales, Uno, la inmigración: los moros y los negros nos quitan el trabajo, violan a nuestras mujeres y ocupan nuestras casas, tenemos que empezar a defendernos, dice el desaforado patriota Abascal. Y dos, la financiación autonómica, Cataluña con sábana y cadenas de fantasma asustando al resto de pobrecitos españoles, cuidado, que nos devora –y nos roba- el ogro maligno.
Claro que ambos asuntos tienen su enjundia. El primero de ellos, la inmigración, interés un tanto forzado por la actuación concertada de la extrema derecha patria y del resto de Europa –ahí tienen Turingia y Sajonia- sin olvidar las proclamas trumpistas y sus mexicanos asesinos. Pero el problema, exagerado, sin duda, existe y puede tener tintes de empeorar si no se actúa de manera inteligente. Al tiempo que se respeten los derechos humanos de esas gentes que dejan lo poco que tienen en busca de un futuro mejor, aspecto que tan poca atención merece a los muy católicos dirigentes de Vox y PP, chupacirios y santurrones pero implacables hasta la crueldad cuando hay que mostrar, de verdad, no de boquilla, la ayuda a otros seres humanos más necesitados. Aporofobia y racismo, cruzadas entre sí, sus señas de identidad. Parece inútil razonar. Pero habrá que hacerlo. Y volver a explicar, cual martillo pilón, que en 2023, la Seguridad Social recaudó casi 18.000 millones en cotizaciones sociales provenientes de extranjeros, de los 184.000 millones de euros de recaudación total. Y esa cifra sigue subiendo: este año, sólo en siete meses se han recaudado 11.300 millones, siempre según los datos de la Seguridad Social. O poner altavoz al director general de Economía y Estadística del Banco de España, Ángel Gavilán, cuando aseguraba esta misma semana que “en los próximos 30 años harán falta 24 millones de trabajadores migrantes para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas y sostener así el sistema de pensiones”.
Y qué decir de ese acuerdo sobre “financiación singular” –bonito hallazgo- de Cataluña para hacer president de la Generalitat a Salvador Illa. Por supuesto que hay que explicarlo bien al resto de ciudadanos españoles. Han anunciado Sánchez y la vicepresidenta Montero que no habrá un reparto injusto de los fondos estatales para beneficiar a Cataluña en detrimento de otras Comunidades. Qué lindo gatito, pero vengan acá mis queridos amigos y hagan el favor de explicármelo. Con números. La cuenta de la vieja. Tú tanto y ellos tanto. Vamos a hacerlo así y asá para respetar la igualdad entre los habitantes de Huércal- Overa, Almería, y los de Sant Sadurní d’Anoia, Barcelona. Ya lanzados, a lo mejor también podían explicar, en la misma clase, por qué la reina del vermú se pasa la solidaridad entre españoles por el forro y permite que los más ricos de Madrid paguen menos impuestos que los de Cáceres. ¿Acaso Isabel Díaz Ayuso goza de alguna dispensa papal que desconocemos para el dumping fiscal con otras autonomías?
Cuestiones de Estado, reflexionan ustedes, que exigirían el concurso de todos los demócratas. El Ojo les va a recordar un cuento que ya ha escrito alguna vez. A comienzos de los años noventa del siglo pasado, José María Aznar - todo lo malo que ha sucedido en España desde entonces comienza de la misma manera: “José María Aznar…”- se lo espetó con toda claridad al entonces ministro del Interior del PSOE, José Luis Corcuera, hoy circulando por otros jardines: “Olvídate”, vino a decirle el entonces pimpollo Aznar al ministro, recién asumida la herencia de Alianza Popular del tremendo Manuel Fraga, “de que vayamos a respetar a partir de ahora el tema del terrorismo –con ETA asesinando y secuestrando sin medida- como una cuestión de Estado. Iremos a tope como con cualquier otro tema. Lo vamos a utilizar sin miramientos en la lucha política”.
Y ahí, treinta años después, está el PP. Sin moverse del fango, su espacio natural, vean qué felices son los hipopótamos revolcándose en el barro. Así hizo política Mariano Rajoy, “usted traiciona a los muertos”, le dijo a Zapatero, y así lo hizo el nuevo pimpollo, Pablo Casado, y así lo mantiene Alberto Núñez Feijóo. ¿Ala dura del PP, sostienen las buenas gentes? Pues no, señores, no, sólo hay un ala, la de Núñez, la de Gamarra, la de Tellado, la de Isabel Díaz Ayuso o la de Albiol. ¿Oyen ustedes protestar a algún dirigente popular ante las gamberradas de los susodichos? ¿Mazón, Mañueco, Sémper, tan atildado? Así que esto es lo que hay. En el sector etiquetado de político. Y qué decir del mediático, el renovado sindicato del crimen, con varios nombres repetidos en la infame lista de entonces y de ahora, y algo habrá que hablar, en algún momento, del Partido Judicial, triscando por los extramuros. Y si suman a la división acorazada de la derechona las tropas regulares de los pages y los lambanes, qué gentes tan leales, oigan, agarrados de mala manera al furgón de cola de la derecha, ya tienen la pesadilla de Stephen King.
El volcán ya explotó, la lava viene hacia nuestros valles y tenemos que decidir qué hacer ante la terrible ola de fuego. Respiren hondo. No se me asusten que Pedro Sánchez, ya lo han visto, no es pieza fácil de abatir. Pero hay que actuar, rápido y con energía. Sabrá el Gobierno y sus listísimos asesores qué dirección tomar, pero permitan al Ojo, siempre tan pedante, que proporcione algunas sugerencias. Por lo pronto, debe ser este curso político el año de hablar, de explicar, de dar la cara, de afrontar en público los problemas. En primer lugar, a la ciudadanía. No es éste un tema baladí, que el Gobierno, alguna vez, deberá tomarse en serio la política informativa. Gasten horas en apariciones públicas en los distintos medios, pero también en ruedas de prensa. Con preguntas de los periodistas, por favor. Y si molestan, ajo y agua. Prepárense bien las respuestas y luzcan su inteligencia y bien hacer. Si es que pueden justificar así sus actuaciones políticas. Por cierto, ¿para cuándo aquellas pomposas propuestas de regeneración democrática?
En segundo lugar, hagan de ese Congreso del partido ya convocado un acto importante, de altos vuelos, por supuesto de unificación, pero también programático. Quítense el sambenito de la dictadura de Sánchez y repartan juego dentro del partido. La cohesión territorial es la madre del cordero. ¿Rearmarse? Por supuesto. Y además de explicar con nitidez las políticas más polémicas, volvemos a la inmigración y, sobre todo, a la financiación autonómica, el caballo dentro de la habitación, tengan claro que hay que volver a ganar, o al menos intentarlo, en Andalucía y Madrid. Sin votos no hay paraíso. ¿Quién dijo que la cosa iba a ser fácil?
Y mientras se van haciendo esas cosas, un día y otro, sin descanso, se acude al Congreso y al Senado y se da la batalla. A las bravas. Quieren bronca, pues habrá que asumirlo y decidir si nos ensuciamos todos o les dejamos a ellos el estiércol. Pero siempre, siempre, hablando y dando la cara. Ni un paso atrás y ni un ministro o ministra escondidos. Porque damos por hecho que Hereu, Rego, Planas, Torres, Morant o Bustinduy quizá carezcan del gracejo –es un decir- de Puente, pero sabrán hablar y defender su gestión tan jabatos como el titular de Transportes. ¿Alguna tarea más para llevarse a casa? Pues sí, demostrar ya, hoy mismo, que el gobierno de coalición es eso, de coalición. Y Sumar tiene que sacar la pancarta, todavía existimos, vamos a trabajar como esforzados para que ustedes se lo crean. Y luego está como tratar con Esquerra, un enigma, y sobre todo con Junts, un arcano. ¿Quizá utilizar la escapulomancia? Volveremos a este apartado en próximas semanas, pero todos ellos, los partidos que dieron la mayoría a Sánchez, deben entender que sólo un reforzamiento de esa precaria unidad les garantiza un futuro de dignidad y progreso.
No, no se nos olvida Begoña Gómez. A la oposición, tampoco.
Por último, si me dijeran pide un deseo, preferiría un rabo de nube, un torbellino en el suelo y una gran ira que sube, un barredor de tristezas que se llevara a otra galaxia a esas togas, ustedes saben sus nombres y apellidos, que desprecian la democracia y se ríen de la justicia.
(Silvio Rodríguez, versión libre).
Adenda. Todos queremos que Kamala Harris entierre en el olvido de la historia al energúmeno Donald Trump, las siete plagas encarnadas en un único y estrafalario delincuente. Pero si el Ojo fuera un ciudadano de Cincinnati, Ohio –sería entonces The Left Eye, claro- y tuviera la posibilidad de encararse con la candidata demócrata le diría, alto y claro, algo parecido a esto: “Tenga usted cuidado, que seguramente va a tener mi voto, pero está obligada a hacer algo importante para acabar con esa desgracia mundial que es Benjamin Netanyahu y poner fin al sufrimiento inhumano de los palestinos”. Entonces, sí, sin duda, me rindo a sus pies, Kamala Harris, duro y al cuello del monstruo rubio.
Será una terrible avalancha, un furioso huracán. No esperen que al Gobierno, ahí lo tienen, aterido, se le venga encima, desde ayer mismo, para qué esperar, una persistente, incansable y agotadora cellisca. Qué va. Palo y fuego, que los ataques van a venir por tierra, mar y aire, desatada la dirección del PP bajo los mandos del moderadísimo Alberto Núñez Feijóo, qué tipo tan centrado. Escoltado por el dragón Tellado, el fornido guardaespaldas que siempre acompaña en las películas al melifluo jefazo. ¿Temas a utilizar? Cualquier asuntillo vale, como en el cerdo y el atún, nobles animales de tierra y mar. Un colega de La Vanguardia recordaba hace poco una frase del ex presidente francés Jacques Chirac: “Los problemas vienen en escuadrilla”. Y así es. Pero elijamos, por el momento y para empezar el baile, dos y principales, Uno, la inmigración: los moros y los negros nos quitan el trabajo, violan a nuestras mujeres y ocupan nuestras casas, tenemos que empezar a defendernos, dice el desaforado patriota Abascal. Y dos, la financiación autonómica, Cataluña con sábana y cadenas de fantasma asustando al resto de pobrecitos españoles, cuidado, que nos devora –y nos roba- el ogro maligno.
Claro que ambos asuntos tienen su enjundia. El primero de ellos, la inmigración, interés un tanto forzado por la actuación concertada de la extrema derecha patria y del resto de Europa –ahí tienen Turingia y Sajonia- sin olvidar las proclamas trumpistas y sus mexicanos asesinos. Pero el problema, exagerado, sin duda, existe y puede tener tintes de empeorar si no se actúa de manera inteligente. Al tiempo que se respeten los derechos humanos de esas gentes que dejan lo poco que tienen en busca de un futuro mejor, aspecto que tan poca atención merece a los muy católicos dirigentes de Vox y PP, chupacirios y santurrones pero implacables hasta la crueldad cuando hay que mostrar, de verdad, no de boquilla, la ayuda a otros seres humanos más necesitados. Aporofobia y racismo, cruzadas entre sí, sus señas de identidad. Parece inútil razonar. Pero habrá que hacerlo. Y volver a explicar, cual martillo pilón, que en 2023, la Seguridad Social recaudó casi 18.000 millones en cotizaciones sociales provenientes de extranjeros, de los 184.000 millones de euros de recaudación total. Y esa cifra sigue subiendo: este año, sólo en siete meses se han recaudado 11.300 millones, siempre según los datos de la Seguridad Social. O poner altavoz al director general de Economía y Estadística del Banco de España, Ángel Gavilán, cuando aseguraba esta misma semana que “en los próximos 30 años harán falta 24 millones de trabajadores migrantes para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas y sostener así el sistema de pensiones”.