No van a rebajar la presión desde el PP y su división acorazada de Vox. Van a mantener los cañones de mugre a pleno funcionamiento, una vez que a estas alturas ya sabemos todos los ciudadanos de este país dos cosas. Una, que les importan un bledo las instituciones, no volvamos a citar el Consejo del Poder Judicial, podrido en sus cimientos, pútrido en su reptar diario. Tampoco lo haremos con la aberrante ayuda del llamado Partido Judicial. Veamos mejor cómo se han abalanzado sobre el Senado, retorciendo la Constitución y lo que haga falta con el único fin de filibustear la acción del Gobierno. De pura manipulación van a dejar la Cámara Alta más maltrecha aún de lo que ya estaba, ahora agravada su inanidad por las sucias maniobras del PP, absurdas comisiones de investigación incluidas.
Decíamos dos cosas. Ese desprecio a las instituciones es la primera. Y la segunda es que día tras día, sesión parlamentaria tras sesión parlamentaria, declaración tras declaración, vemos en todo su esplendor y en pantalla gigante la absoluta falta de contenido, proyectos y propuestas para la mejora del país que anida en las cabezas de los dirigentes de Génova. Y sus filiales autonómicas, si a eso vamos, cogidos por el cuello por los franquistas y reaccionarios de Vox, qué me dicen de la aberración en torno a la Memoria Histórica. Oír hablar a Feijóo de política exterior, su papelón con Palestina fue de hacérselo mirar, es todo un espectáculo de variedades. Pero sumen al jolgorio a la indocumentada presidenta madrileña, Isabel Díaz-Ayuso, tan ocupada con sus cosas inmobiliarias y fiscales, que si no habla se muere, diciendo de aquella manera -no llega a más, pobrecita- lo contrario que su jefe nominal, que ella sólo obedece a Miguel Ángel Rodríguez y, si menester fuera, al gran líder José María Aznar, el mentiroso. ¡Qué sabrá esta indocumentada de geopolítica como para atreverse a hacer la cuñada -claro que también hay cuñadas- en mitad de una gigantesca amenaza de guerra global!
Así que, dado que desde la acera de enfrente no se va a tener respiro, habrá que arremangarse y trabajar a pelo. La tarea que tiene por delante este Gobierno es de asustar. Con tres elecciones en un pañuelo, mojones imposibles de sortear y que falsean, por obvios y muy entendibles afanes electoralistas, la realidad de declaraciones públicas, uniones y desuniones. Se habla y se actúa para las urnas, tan inmediatas, que ya arreglaremos después las ventanas rotas durante la campaña, entiendan ustedes que ahora matamos por un voto. Las vascas parecen más llevaderas para el Gobierno, dentro del enorme lío que supondría un triunfo de Bildu, un encogimiento del PSE o un pésimo resultado para Sumar y Podemos. Con todo, un paseo por el bulevar en época de primavera ante la madeja entre Esquerra y Junts, quién encuentra la salida de este laberinto y sus repercusiones en la configuración de los apoyos al Gobierno de Pedro Sánchez. Pero con todo este barullo, son las europeas las que más deberían preocuparnos, no tanto por los resultados internos, que también, sino por la deriva que vaya a tomar el barco europeo, con la extrema derecha esperando su momento y una situación endiablada en Ucrania. Y por supuesto en Oriente Medio. Tiempo habrá de volver.
Hay mucho que hacer desde el Gobierno, desde luego. Ejemplar el desempeño en política exterior, tanto en Palestina como en Gibraltar o Europa. Buena labor y bien vendida. Pero diríamos, para centrar el tema, que hay que trabajar, y mucho, en tres vertientes. Por un lado, prestar atención, más de lo que ahora hacen, a la salvaje campaña de insidias, infamias e insultos a la mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, con el único fin de romper las rodillas a Sánchez y poder señalarle como el gran corrupto. Sumado, además, al pringoso ‘caso Koldo’. Lo explicamos la semana pasada y huelga la repetición. Pero a esta edad, tan provecta, nos volvemos muy pesados y permitan al Ojo que recuerde a La Moncloa, ese castillo allá arriba, que no estamos en una travesía pacífica por el Rin. Aquí surfeamos hoy en mitad de los saltos de Iguazú. No se trata tampoco de extender a todos los ministerios y a la propia Moncloa el estilo y virulencia de los ingeniosos alardes tuiteros del ministro Óscar Puente, tan prolífico. En absoluto. Organicen, por favor, una defensa ordenada y sensata. Pero hagan algo y dejen de mirar, pasmados, cómo llueve el fango. Recuerden que tienen los ciudadanos los ojos llenos de corrupciones desaforadas, ya sean Roldán, Gürtel, los ERE o Bárcenas, por no insistir en las turbias aguas valencianas del PP o aquel 3% catalán y su correlato con Pujol y su larga familia. Ahí crece el descreimiento en la clase política. Y la ciudadanía, agobiada, necesita recuperar ese punto de ilusión y esperanza que los lleve a votar a la izquierda. Entre otras cosas porque está limpia. Demuéstrenlo. A ellos es a quienes hay que explicar que este Gobierno no es corrupto, que esta señora equis no es corrupta, que esta otra presidenta tampoco y que no nos lucramos con las famosas mascarillas cuando ustedes se ahogaban en sus casas o morían sus familiares en residencias infames, como así lo decidió la hoy deslenguada reina del vermú, la derrochadora del Zendal, recuerden esa cifra terrible, 7291. ¿Hay alguien ahí? Pues respondan.
En segundo lugar, se necesita acelerar la acción práctica del Gobierno en temas a ras de suelo. Bien está empezar por la vivienda, ese drama sobre todo para los jóvenes, pero hace falta más brío, más publicidad, más griterío, más campañas por tierra, mar y aire. Y urge, además, poner encima de la mesa millones y millones, además de leyes y más leyes para acabar con la especulación, los pisos turísticos y otras aberraciones del sacrosanto mercado. Trabajen ahí, en solucionar los problemas de las gentes de a pie, que noten en sus casas, en sus pucheros, que los alimentos bajan de precio, que pueden encender la lamparita de la mesilla sin arruinarse o que no haya que esperar seis meses para que te vean el feo grano que te ha salido en salva sea la parte. Ministros, conocidos y desconocidos, a trabajar como forzados y, además, a vender lo que trabajan, que parecen ustedes los figurantes de una obra de teatro en la que ni siquiera tienen frase en la función vespertina. ¡Cuánto espacio público hemos perdido, por ejemplo, en el relevo de Nadia Calviño por el ministro Carlos Cuerpo, quizá intachable en su gestión, pero con menos glamur que una pared de ladrillos! Eficacia y venta al público, por favor.
Queda una tercera batalla: soldar la coalición de gobierno entre las izquierdas. Todos sabemos que con las elecciones en curso, poco se puede esperar de los nacionalistas, lógicamente dedicados a lo suyo, como ya decíamos, de obtener votos, pero se necesita, como el pan, que la izquierda a la izquierda del PSOE funcione y deje de pelearse entre sí. Ya sé que resultará cansino a sus dirigentes y a sus aguerridos fans, tan dados al comentario feroz e insultante, que volvamos a este tema, pero ya les contesto por adelantado que más agotador nos resulta a los ciudadanos ver que no hay manera humana de que unos y otros entiendan que son pocos y que parió la abuela. El espectáculo de las listas europeas, más la desunión en vascas y catalanas, sólo añaden inquietud a unas siglas, como Sumar o Podemos, difuminadas en votos y acción. Sigan encaramados a sus torres de juguete y ya verán cómo nos vamos a reír todos cuando la derecha, correosa y con menos melindres, nos sobe el morro. Con perdón.
(Terrible la situación entre Irán e Israel, esa loca batalla en la que los palestinos ponen los muertos. ¿Nunca podremos vivir en este maltratado planeta sin la amenaza de una guerra destructiva, demoledora? Qué mundo éste, tan miserable, con media humanidad tratando de no morir de hambre y unos bárbaros, dizques ilustrados, gastándose miles de millones de euros, dólares, riales o séqueles en armas cada día más sofisticadas y mortíferas.)
Adenda. Los neoliberales del FMI siempre tienen ese “pero” en la lengua que manejan los sabihondos con singular desparpajo. En la reunión del viernes certificaron el buen desempeño de la economía española, tanto como para subir las previsiones para 2024 del 1,5% al 1,9%. Pero… les preocupa la inestabilidad política. Querrán decir estos sabios que la situación política en Gran Bretaña, en Italia, en Estados Unidos o en los Países Bajos, mar en calma, es para estar tumbados en el sofá. Vamos, vamos, la economía española marcha más que razonablemente bien, aunque a ustedes -tan liberales- les parezca mal que el Gobierno se ocupe demasiado de los pobres, los trabajadores y los pensionistas, que lo bueno es darles caña, que para eso son clases bajas. Estamos hartos de recetas neoliberales. Que además, no sirven para nada.
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