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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Mil pruebas del algodón y siempre está sucio

A estas alturas de la película, quedan poco menos de tres semanas para el definitivo the end, todo el mundo alfabetizado ya está al cabo de la calle de algunas cosas. Por ejemplo, que Núñez Feijóo miente más que habla. O que su grado de ignorancia de cuestiones clave para la política y la economía de un país es enciclopédico: no sabe nada. Ni ejemplos se necesitan, que las pruebas se acumulan encima de la mesa. Bastará la ridícula pirueta de la reforma laboral, que ha pasado de despreciable a fantástica. 

Hay, además, algunas otras verdades que ya nos han sido reveladas al ciudadano de a pie. Núñez va a pactar con Abascal todo lo que haga falta, porque el líder de Vox le tiene cogido por el cuello, sin mí no eres nada, y ya le ha obligado, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Baleares y Extremadura -¡qué esperpento, qué bochorno el de esta María Guardiola, que ha pasado en una semana de Agustina de Aragón a Mari Desvergüenza!- más las decenas y decenas de Ayuntamientos, a traspasar, manchar y romper esas hipotéticas líneas rojas que el pusilánime Feijóo dijo que eran inamovibles. ¡Inamovibles: qué risa, qué jolgorio!

A este desastre deberíamos añadir algunos aspectos que quizá puedan pasar desapercibidos, que ya se sabe que a veces lo más llamativo nos oculta lo más importante. En Valencia, recuerden, Vox se va a hacer cargo de la Consejería de Cultura. ¡Cultura y Abascal! O la violencia intrafamiliar, esa patochada vergonzante que todo el PP, y si hay alguien en contra que lo diga, se ha tragado con patatas y allioli. O allipebre de la zona. El primero, Borja Sémper, el más marchoso de la tuna, el que lleva la pandereta, tipo desprestigiado para los siglos de los siglos. O la lengua, o la memoria histórica, o el colectivo LGTBI, o la eutanasia, o…

Porque tan importante como la entrada de Vox en los gobiernos autonómicos o municipales, decimos, son los acuerdos programáticos que han firmado y rubricado ambos partidos, que ahí está escrita, grabada en piedra, la ignominia de las cesiones de este PP dizque liberal ante una fuerza negra y ultrarreaccionaria como es el partido de Abascal. Es terrible esa letra compartida. En Extremadura, la Consejería del Medio Rural que Guardiola les ha cedido tan generosamente, no es sino una patraña para tratar de revertir todas las medidas del gobierno y de la Unión Europea, e incluso de la ONU si siguen por esa vía, para evitar los daños, probados científicamente, del cambio climático. Lean ese texto y no creerán lo que ven sus ojos. Esto es lo que tenemos delante, así que pónganse el casco: machismo, homofobia, anticultura, destrucción del medio ambiente, etc., etc. Dice Sánchez que en un mes hemos retrocedido 20 años. Hemos perdido 50 o 60 porque en algunos aspectos vamos a volver al franquismo más cutre y repugnante, prohibidas las tetas o el Orlando de Virginia Woolf.  

Y eso por no hablar de los sueldos de la dirigencia del PP, incluido Núñez, tan gustoso de ocultar al Senado esas prebendas, que a mí nadie me pide cuentas, o, cosa increíble, las ridículas piruetas en torno a los debates de televisión, suceso éste que requiere cierta atención. Pasemos por alto la vergüenza de favorecer a un grupo privado en detrimento de la RTVE pública  -el PSOE no nos ha explicado por qué ha cedido ante una empresa volcada de hoz y coz en apoyar al PP- y destaquemos la negativa de Núñez de asistir a otros debates que han ofrecido a todos los partidos varios medios, públicos y privados. A dos, a cuatro, a siete o a los que fuera menester. A todos ha dicho no el líder del PP. ¿Es excesivo, ante esta cerrazón, suponer que la camisa no le llega al cuerpo –virgencita, virgencita, que me quede como estoy- ante tan duras batallas?

Llama la atención que el aspirante a presidente se lance a proclamar mentiras escandalosas sobre la situación económica de su país cuando oculta bajo siete llaves el equipo que llevará las cuentas del Estado si gana –los astros no lo quieran- en las elecciones del 23J. ¿Cómo le permiten los grandes financieros, los banqueros, las patronales, las potentes empresas patrias, incluso sus propios votantes en pueblos y ciudades, que esconda ante la opinión pública a esos responsables de sostener las arcas del Estado? ¿Por qué se ha negado a que ese ser desconocido, ente ignoto, se enfrente cara a cara con Nadia Calviño, señora de carne, hueso y cerebro, como han ofrecido ella misma y el presidente  Sánchez? No es un agravio al PSOE, es un doloso hurto a toda la ciudadanía que está en su perfecto derecho de querer saber quién, cómo y con qué argumentos van a cuidar en los próximos años de sus pensiones, de sus subsidios de paro, de su atención sanitaria o de la educación pública. De este Gobierno ya lo sabemos. PP y Vox lo ocultan. ¿Alguna razón? 

Quizá haya una, y muy importante: Núñez Feijóo, el inane, no tiene una idea cabal ni un plan viable para el futuro de España. Sólo tiene en mente una misión: destruir el sanchismo –esa figura retórica con cuernos y rabo, una especie perfeccionada de Darth Vader- a como dé lugar, pero absolutamente carente de contenido práctico y efectivo. Desconoce Núñez cómo enfrentar, ya lo hemos dicho, las complejidades económicas inherentes al oficio de presidente. Nada sabemos de qué manera tratará los nacionalismos, el catalán en primer lugar, pero también el vasco, o cómo peleará con el cambio climático y los problemas de género entre otros muchos retos. En su cabeza, y en la de quienes mecen la cuna, sólo hay lugar para un objetivo: echar a Sánchez. ¿Con Vox? Naturalmente. Y con el diablo en persona si hiciera falta, que aquí no estamos para remilgos. Echar a Sánchez, echar a Sánchez. 

En cuanto a los debates, no descarten, lo comprobaremos si llega a ocurrir, que el no de Feijóo no sea más que una treta para que Abascal, ante la soledad en la línea de fuego, decline acudir a los platós en el último momento. O sea, ni silla vacía ni espectáculos similares, porque al final de la jugada –magia potagia-simplemente no habría debates, el fin deseado por el PP, que enfrentar a Sánchez con Díaz –presidente con vicepresidenta- no dejaría de ser una broma. La derecha, capaz de esta trampa y de otras mucho peores. Los conocemos. 

Se dirán ustedes que por qué dedicamos tanto tiempo a PP y Vox y tan poco a PSOE y Sumar. Elemental: no queremos que lleguen los bárbaros y a los otros ya los hemos visto actuar ante guerras y pandemias. Hay mucho que advertir de la que nos espera si ganan Feijóo y Abascal, tanto monta, monta tanto, y poco que revelar de quienes ustedes ya han palpado. Un sanchismo vengativo y excluyente, dicen, que fíjense qué casualidad, gobierna un país en paz y con el mínimo histórico de conflictos sociales. ¿Dónde, pues, están sus maldades, dónde tanta ciudadanía agraviada? Por eso, porque su acción está ante nuestra vista, hablamos poco de ellos. No lo necesitan. 

Por cierto: ya advertimos en un Ojo anterior que más pronto que tarde vendrían las maniobras orquestales en la oscuridad de la vieja guardia del PSOE. Ya tenemos a Felipe González, pocas bromas, el jefe en primera línea, apoyando un posible pacto PSOE-PP.  La disculpa: así se impedirá que Vox gobierne. Dos pequeñas puntualizaciones: el partido de Abascal ya lo hace en media España, regalo de ese PP con el que González quiere que se pacte. Y dos: anoten que ésta es la primera vez que de manera obscena empieza a sonar la que será canción del verano. Esto es, si Vox gobierna será porque Sánchez es un antipatriota y no ha querido ceder en un pacto con la derecha moderada. ¿Canallada, calumnia, infamia, bazofia, desvergüenza? Todo junto. Y si me apuran, me quedo corto. 

Adenda. Qué pena de generación en la que anida este Ojo, amenazada por un cruel capicúa. Nacimos bajo la negrura del franquismo y nos vamos a morir con la oscuridad rampante de Vox. Poca suerte vamos a tener, aunque entre medias hayamos disfrutado de tantos años de libertad que ganaron para nosotros millones de ciudadanos que optaron con su lucha, y con su voto, por la decencia y la justicia. Un granito de arena ya aportamos, ya. Por eso llamamos a ganar. Otra vez. Con ganas y con fuerza. Y si perdemos, déjennos, al menos, un consuelo: que nos quiten lo bailao. 

A estas alturas de la película, quedan poco menos de tres semanas para el definitivo the end, todo el mundo alfabetizado ya está al cabo de la calle de algunas cosas. Por ejemplo, que Núñez Feijóo miente más que habla. O que su grado de ignorancia de cuestiones clave para la política y la economía de un país es enciclopédico: no sabe nada. Ni ejemplos se necesitan, que las pruebas se acumulan encima de la mesa. Bastará la ridícula pirueta de la reforma laboral, que ha pasado de despreciable a fantástica. 

Hay, además, algunas otras verdades que ya nos han sido reveladas al ciudadano de a pie. Núñez va a pactar con Abascal todo lo que haga falta, porque el líder de Vox le tiene cogido por el cuello, sin mí no eres nada, y ya le ha obligado, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Baleares y Extremadura -¡qué esperpento, qué bochorno el de esta María Guardiola, que ha pasado en una semana de Agustina de Aragón a Mari Desvergüenza!- más las decenas y decenas de Ayuntamientos, a traspasar, manchar y romper esas hipotéticas líneas rojas que el pusilánime Feijóo dijo que eran inamovibles. ¡Inamovibles: qué risa, qué jolgorio!