Este pedazo párrafo, resumido, se lo plantó Pedro Sánchez a Benjamín Netanyahu en plena jeta: “La respuesta al terrorismo de Hamás, que condenamos total y absolutamente, no debe implicar la muerte de gente inocente en Gaza, incluidos miles de niños”. Ya en Madrid vino a repetir el mismo concepto con otras palabras: “Condenar los viles atentados de Hamás y condenar la matanza indiscriminada de civiles en Gaza es una cuestión de humanidad”. Y en uno y otro lado abogó por la vía negociadora entre ambas partes, quizá con la convocatoria de una gran Cumbre internacional, para insistir en la necesidad de implantar la teoría de los dos Estados, universalmente reconocida. Furioso, Netanyahu, esa fiera corrupia que gobierna con los más ultras del lugar, pero piel de bebé, llamó a consultas al embajador español. Para regañar a un Estado soberano. Por cantarle las verdades del barquero y decirle basta a una salvaje matanza.
¿Cómo respondió el Partido Popular, a su frente Núñez Feijóo? Lo mismo pensaban ustedes que iba a apoyar al presidente de su país. Qué inocencia. Se alineó inmediatamente con el líder israelí. Faltaría más. Así que habrá que suponer que a Núñez y demás dirigentes del partido, una piña, dicen sin ruborizarse, les importan un pito los miles de niños que mueren bombardeados, enterrados en escombros o brutalmente quemados por el fuego de los soldados israelís. No vuelvan con la matraca de condenar previamente a Hamás, que lo hemos hecho todos, incluido Sánchez, por supuesto, una y mil veces. No se puede caer más bajo. O sí, que de esta derecha, siamesa con la ultraderecha, sólo puede esperarse que una ignominia supere a la anterior.
Pero es que, además, al lado del presidente español estaba el primer ministro belga, de nombre Alexander de Croo, un prominente liberal y hombre de negocios, socio europeo del PP, que dijo lo siguiente: “La destrucción de Gaza es inaceptable. No podemos admitir que una sociedad se destruya de la forma en la que se está destruyendo”. ¿Otro rojo peligroso? ¿Quizá bolivariano, castrista o fervoroso discípulo de Ho Chi Minh? Por estas y otras cosas similares, se tronchan de la risa en Bruselas o Estrasburgo cuando Herman Tertsch -¡todos firmes!- junto a la popular Dolors Montserrat, vaya dúo de cante jondo y guitarra, se hartan de llamar dictador y cosas peores a Sánchez. Ya se ha visto con el Pleno sobre la amnistía, un fiasco de hacérselo mirar.
Hablábamos la semana pasada del camino fuera de control que han seguido las derechas de todo el mundo hacia el radicalismo más brutal. Consecuencia inmediata: el centro se ha quedado huérfano de su presencia, pero como en política todo resquicio debe ser ocupado al instante, la socialdemocracia ya se ha hecho fuerte para rellenar ese socavón, mejor situado que la tropa de la derecha, allá en el monte, siempre con un fuerte respeto a los derechos humanos y a las normas democráticas. Para muestra, un sólido botón. ¿Acaso ven ustedes alguna formación más cercana al centro político, ideológico, teórico y práctico, que la socialdemocracia alemana del muy serio Olaf Scholz? Máxime cuando una parte de la derecha de su país tontea con los neonazis, todos recordamos qué saben hacer esos individuos en Alemania, lo demostraron hace 70 años, y aún sufrimos con el humo de aquellos hornos donde murieron, cruelmente gaseados, miles y miles de hombres, mujeres y niños judíos, rojos, gitanos y homosexuales. ¿Duro? Pues eso es lo que hay y eso es lo que hubo; quizá sería conveniente que quienes levantan el brazo en alto en España, esos rabiosos ignorantes, leyeran algún libro de historia.
No está mal esta incipiente deriva hacia un determinado centro, para bien de nuestras sociedades, marcadas no por la ideología, como algunos a izquierda y a derecha se han llegado a creer, sino por las terribles desigualdades de una sociedad injusta de principio a fin, producto de un capitalismo y una globalización salvajes y cada vez más voraces. O sea, grandes principios al fondo, pero vayamos a la cesta de la compra, al alquiler, al gasto de luz, a la educación y a la sanidad. Signos de estas exigencias los tenemos ante nuestros ojos y vemos, también, cómo los políticos patrios se van concienciando de la necesidad de bajar al barro de las necesidades de los hogares. Pedro Sánchez y sus ministros lo gritan a quienes quieran ayudarlos, es la hora de las políticas sociales, pero es que Aragonés ha exigido Rodalies y a Urkullu le ha podido una Administración con demasiados agujeros en el servicio a los ciudadanos. Incluso el más que probable relevo de Otegi también podría leerse, además de renovación generacional y del deseo de olvidar el pasado de las armas, en la búsqueda de un gestor reconocible como tal. Y todos ellos, sin faltar ninguno a la cita, claman por una mejor financiación, la madre del cordero para tapar esos agujeros prácticos. O sea, las cosas de comer.
Quien todavía navega en el zeppelín, y ya sabemos qué pasó con tan pintoresco artilugio, es la derecha montaraz y obscena que tenemos el gusto de sufrir en este país. Nada sabemos de sus planes económicos, de sus medidas para atajar la crisis de la vivienda, de la seguridad social o de cualquier otro asunto que afecte a las personas de carne y hueso. ¡Y cuidado que ha tenido Núñez Feijóo oportunidad de desgranar el catálogo! Mejor la bandera, el grito y el insulto. Acompañados, eso sí, de las ilustres togas con sus lucidas puñetas, ¡qué espectáculo tan deprimente, tan antidemocrático!, la fiel infantería de unos medios de comunicación cada vez más vociferantes y mentirosos y algunas otras perlas de la fauna hispana, todos ellos convocados a la guerra santa por la corneta y el pífano de José María Aznar, aquel mentiroso. Lo que pasa es que por mucho que en Génova quieran ocultar sus motosierras, tipo Milei, ya las vamos viendo donde gobiernan junto con sus íntimos amigos de Vox. Hay sitios incluso, como en la Comunidad de Madrid, el país de las maravillas de la singular reina del vermú y su señorito, Miguel Ángel Rodríguez, que la presidenta ni tan siquiera necesita la colaboración de Vox para mostrar sus desmanes hacia los más desfavorecidos, ya sean comedores escolares o residencias de ancianos, esa vergüenza.
¿La amnistía? Un dolor. Pero no está mal el camino emprendido por el propio presidente, secundado por el ministro Puente, de ir sacándose las muelas de una en una para justificar el gran salto. Sobre el fondo de la cuestión, la pertinencia o no de la medida, el acierto o no de Sánchez, permitan al Ojo que se marque una cita, precisamente de un eminente catalán, Antoni Rovira i Virgili, historiador, poeta y lingüista, presidente que fue del Parlamento de Cataluña en el exilio desde 1940 a 1949, en Los últimos días de la Cataluña republicana: “Los recuerdos, sirve para los análisis, adquieren su máximo nivel histórico a una cierta distancia, de meses para los hechos concretos, de años para los juicios sobre las personas”. Así pues, paciencia, que lo mismo los denuestos se convierten algún día en halagos.
Adenda. ¿Se pueden hacer peor las cosas de la manera en la que se han hecho en el mundo del feminismo, al menos en el institucional? ¡Qué desastre esas manifestaciones enfrentadas las unas a las otras, tan parcas de asistentes todas ellas! Máxime cuando se producen en un año en el que ya suman 54 las mujeres muertas por sus parejas, las dos últimas este mismo fin de semana en Madrid, en el que se ha desatado un fundado temor social por el aumento de delitos sexuales, sobre todo entre menores, y cuando la ultraderecha nos ha demostrado a todos que su discurso negacionista de la violencia machista, antifeminista y agresivo contra los colectivos de homosexuales y trans es bien real y que utilizarán el garrote, lo único que saben hacer, con su finura y su respeto a las minorías ya acreditada. Miedo da la división de la izquierda, angustia la del feminismo.
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