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Repitan conmigo: impuestos

5 de septiembre de 2022 22:40 h

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Empezamos la temporada con una adivinanza: ¿Qué palabra definirá mejor los tiempos que nos aguardan, este apretado otoño, el austero invierno, la esperanzadora primavera, el verano liberador y aquel nuevo otoño quizá ya liberado de las peores amenazas? Seguro que hablaremos mucho de energía, de la luz y el gas, de inflación y, por supuesto, de recortes. Pero el Ojo prefiere levantar la mirada y apostar por otra palabra mayor, madre de todas las batallas que nos esperan en un año de mil y una elecciones: impuestos. Anótenlo y allá a fines de 2023 echen la vista atrás y comprueben si hemos acertado con esta osada profecía.  

¿Hay acaso mejor arma política que pedir a grandes voces una rebaja de impuestos, dejen de ahogarnos, libérennos de la dictadura socialista, por no decir comunista y bolivariana, para alguien como Alberto Núñez Feijóo y sus mariachis, con Isabel Díaz Ayuso, la reina del vermú, al frente de la tuna ultraliberal pandereta en mano? Carentes de ideas, incapaces de presentar a la sociedad un mínimo plan de actuación articulado y coherente para luchar contra las amenazas de un mundo cada vez más cargado de problemas, les basta con la demagogia y la simpleza de los eslóganes más vacíos, en lucha con los estúpidos estribillos de las canciones del verano, la barbacoa, la despechá o el quédate de un tal Quevedo, un horror. Justicia poética: el personaje más repugnante de la última novela de Leonardo Padura se apellida Quevedo. 

Este martes seguramente ya veremos, en ese aperitivo de la temporada que va a ser el encuentro en el Senado entre Sánchez y Núñez, cómo el sucesor del pimpollo Casado tratará por todos los medios de meter de matute la mercancía falsa. ¿Qué puede debatir de energía el llamado líder de la oposición con el presidente cuando ha sido incapaz de apoyar en el Congreso el plan de ahorro del Gobierno para hacer frente a una crisis global, que nadie lo olvide, absolutamente acorde con las directrices europeas? Tenía que estar, como siempre, a la vera de sus amigos de la ultraderechista Vox, la vergüenza de cualquier democracia. Así que seguramente asistiremos a la pamema de intentar convertir un debate sobre energía en un remedo de debate del Estado de la Nación, añagaza que va vendiendo Núñez por las páginas de sus muchos y bien alimentados medios de propaganda. Sánchez sabrá qué hacer ante el número de circo, pasen y vean que tenemos de todo, leones, trapecistas y payasos. Sobre todo, payasos. Sin olvidarnos en este apartado de tracas verbeneras de la kermés de ayer de La Moncloa -¿habría churros y tiro al patito?- de cuyo desarrollo nada puedo decir porque ya estaba entregado este Ojo. 

Y es que estamos inmersos en el inicio de los preparativos para el choque de trenes que poco a poco se producirá en 2023, según se vaya desarrollando el calendario electoral. Recuerden: finales de mayo, municipales y autonómicas, y elecciones generales antes de que acabe noviembre. Y es ahí donde nos vamos a encontrar en medio de la guerra nuclear de los impuestos que va a lanzar la derecha ayudada por su siamesa Vox. Primero, por las razones que decíamos al comienzo de la sencillez de los eslóganes populistas: bajar, bajar, bajar. Segundo, porque nunca, jamás, detallarán en qué consistiría ese recorte y a qué rentas afectaría. Tercero, porque tampoco van a contar a los electores, son malos pero no tontos, cómo perjudicaría tal rebaja a los servicios sociales, desde sanidad a educación o dependencia, asuntos que les importan una higa, porque su único afán, y a ello dedican su existencia, es acabar con lo público, entronizar la privatización total y allá el que no pueda pagarse una sociedad médica o ir a la universidad privada, preferiblemente regidas unas y otras por nuestros amiguetes, a los que tanto queremos y a los que tanto hemos beneficiado. 

Pero no se olviden nunca del punto cuarto y principal: nos pasamos las promesas electorales de bajada de impuestos por el pasapurés, subimos lo que nos dé la gana y encima nos reímos del respetable. Porque esa misma rebaja prometían a boca llena el presidente Rajoy y su escudero Cristóbal Montoro antes de asumir el poder en 2011, y en 2018, al huir por piernas tras la moción de censura, de lo único que podían presumir es de haber aplicado en subidas fiscales, según datos de la propia Agencia Tributaria, más de 20.000 millones en tres años, enmascarados con una rebaja de 5.000 millones en el último momento para tratar de engañar a los electores. Una de las mayores subidas de impuestos en décadas. O sea, que además, mienten como bellacos y la cacareada bajada de impuestos se quedaría, de implantarse, en el mero regalo, de nuevo, a los suyos, que además de ricos son muchos. 

Tiene que armarse de razones y números el gobierno de Sánchez para enfrentarse a esta sucia batalla, además de servirse de todos los axiomas teóricos del socialismo o, si lo prefieren, de la socialdemocracia. Por lo pronto, y aquí convendría que se afinaran desajustes anteriores, explicar muy bien y pactar con cada aliado las medidas fiscales que se van a tomar. Hay que reforzar la mayoría parlamentaria. Todo el mundo entiende que si las empresas gasísticas o eléctricas han visto crecer de manera pornográfica sus ganancias, están obligadas a echar una mano a las arcas generales para tratar de compensar a quienes están pasando dificultades sin cuento. Tiene el Gobierno que mostrar los números de las recaudaciones, sin miedo a desnudar a los grandes depredadores, empresas o personajes que se sirven de triquiñuelas legales para esconder sus resmas de billetes, sean multinacionales o grandes constructores. Hasta el consejero delegado de Repsol, tan quejoso porque les han clavado un impuesto especial reconoce que a lo mejor habría que subir el IRPF a los ricos o aumentar el impuesto de sociedades. ¿Anatemas?

Y al tiempo, deben ponerse encima de la mesa los gastos que hacen los gobiernos con talante social para beneficiar al mayor número de ciudadanos. Necesitamos los impuestos para así sostener una sanidad y una educación para todos, para pagar a los jubilados, a los parados, a salvar a las familias con problemas, subimos el salario mínimo e implantamos el salario social. También para tratar de moderar el precio de la luz, el gas o los carburantes. Esto es, dedicar el dinero de todos a beneficiar a todos, al contrario de la derecha, que solo arranca el dinero a unos cuantos para beneficiar a quien ellos quieren. Aprovechamos para mostrar nuestro absoluto desacuerdo con el recorte en el IVA del gas, medida que afecta por igual a pobres y ricos. Mal. Las bajadas de impuestos han de ser siempre progresivas. Verdad revelada.

Bajemos los impuestos, gritarán los deslenguados desde sus púlpitos, que solo sirven para sostener a vagos. ¡Qué gentes! 

Adenda. En diez años, se ha cuadriplicado el dinero que la extrema derecha ha dedicado a socavar los derechos de las mujeres y homosexuales como el sábado pasado informó este diario. Exactamente 710 millones de euros según el Foro Parlamentario Europeo sobre Derechos Sexuales y Reproductivos (EPF). Un dineral. ¿Santiago Abascal? En primera fila. ¿Jaime Mayor Oreja, prohombre del PP? Cogidito del brazo. Y así.

Empezamos la temporada con una adivinanza: ¿Qué palabra definirá mejor los tiempos que nos aguardan, este apretado otoño, el austero invierno, la esperanzadora primavera, el verano liberador y aquel nuevo otoño quizá ya liberado de las peores amenazas? Seguro que hablaremos mucho de energía, de la luz y el gas, de inflación y, por supuesto, de recortes. Pero el Ojo prefiere levantar la mirada y apostar por otra palabra mayor, madre de todas las batallas que nos esperan en un año de mil y una elecciones: impuestos. Anótenlo y allá a fines de 2023 echen la vista atrás y comprueben si hemos acertado con esta osada profecía.  

¿Hay acaso mejor arma política que pedir a grandes voces una rebaja de impuestos, dejen de ahogarnos, libérennos de la dictadura socialista, por no decir comunista y bolivariana, para alguien como Alberto Núñez Feijóo y sus mariachis, con Isabel Díaz Ayuso, la reina del vermú, al frente de la tuna ultraliberal pandereta en mano? Carentes de ideas, incapaces de presentar a la sociedad un mínimo plan de actuación articulado y coherente para luchar contra las amenazas de un mundo cada vez más cargado de problemas, les basta con la demagogia y la simpleza de los eslóganes más vacíos, en lucha con los estúpidos estribillos de las canciones del verano, la barbacoa, la despechá o el quédate de un tal Quevedo, un horror. Justicia poética: el personaje más repugnante de la última novela de Leonardo Padura se apellida Quevedo.