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OPINIÓN | 'Un brindis al sol', por Esther Palomera

Sigamos, sigamos, que aunque somos ricos queda mucho por hacer

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Una bonita foto. La de los presidentes autonómicos con el Rey, digo, en la reunión de Santander. El Estado, con todo su poder. Allí posaron juntos, muchos de ellos sonrientes. Estaban todos los dirigentes elegidos por la ciudadanía para regir sus destinos públicos. Menos el más alto, claro, que lucía por allí por derecho propio, porque él lo vale, que para eso nació de quien nació, en donde nació y con el apellido que nació. Una filfa, cierto, pero ahí estaba, en primera fila. La verdad es que daba gusto verlos, que así, a golpe del primer vistazo, parecían unas personas serias, responsables en el cumplimiento de sus obligaciones. ¿No es un sueño pensar que podían trabajar juntos, que los ciudadanos estamos a sus pies, allá abajo, esperando de su bonhomía que gobiernen de consuno, la vista al frente fijada en el bienestar de quienes honestamente les han votado, tanto da si derecha como izquierda? No parece mucho pedir, el esfuerzo debería ir en su sueldo, que no es millonario, cierto, pero seguro que les llega para un buen vivir. 

Pues olvídense, que en cuanto empezaron a hablar el hechizo se rompió y las ranas siguieron siendo ranas, croa que te croa. Llegaron los presidentes del PP dispuestos a demostrar que la ciudadanía es algo que no les compete, que ellos han venido a este mundo sólo para demostrar que los socialistas son una panda de desharrapados, comunistas y corruptos. Haz el pino que yo ni me inmuto. Di acogida de menores inmigrantes y yo digo Begoña, propón financiación autonómica y yo Aldama, que va para largo, por cierto, ofrece Sanidad que yo te contesto fiscal general. El Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, o de Isabel Díaz Ayuso, cualquiera sabe quién manda ahí, es hoy un partido extramuros echado al monte de la antipolítica –¿o de la desvergüenza?– incapaz de llegar a ningún pacto de Estado que favorezca a los españoles, niños, jóvenes, mujeres y ancianos. 

Y es grave. Porque el resultado es obvio: el Estado funciona mal, los ciudadanos no estamos bien atendidos. Y es doble lástima porque hay una cosa que se llama macroeconomía, tan importante para la derecha hasta ayer mismo, cuando gobernaban ellos, que nos dice que España corre en primer puesto de la carrera, hecha una campeona. Así lo dice The Economist, esa biblia de la derecha que tanto gusta a los gurús de Génova y la CEOE, tras puntuar cinco indicadores macroeconómicos y financieros: el PIB, el rendimiento del mercado de valores, la inflación, el desempleo y los saldos fiscales de 37 países, la mayoría de ellos ricos. Pues resulta que el mejor de todos, súbanse al podio, suena el himno patrio y se iza la bandera, esta España que compartimos para lo bueno y para lo malo. Así que si las bisagras no estuvieran enmohecidas o directamente manipuladas para que no ejerzan su labor de vasos comunicantes, esas grandes cifras, que si un 3,5% de crecimiento, que si un espectacular descenso del paro, etcétera, etcétera, se trasladarían con facilidad a los bolsillos de su vecina o su compañero de trabajo y ya puestos, a usted mismo e incluso a sus suegros. Algo pasa para que ese Estado que veíamos en Santander no cumpla con su labor como debería. Vivienda, claro que sí, el gran problema que nos ahoga como ejemplo palpable.

Pero hay todavía algún caso más notorio, tan obvio y evidente: la Comunidad Valenciana y la DANA. No puede ser que a estas alturas, mes y medio después, todavía haya vecinas de la zona que tienen que venir a las puertas del Congreso, y quedarse allí parados y solos, por cierto, que nadie tuvo el arrojo o la empatía de salir a atenderles, la presidenta Armengol o vaya usted a saber qué otro secretario o mandado, para protestar porque todavía sufren en sus carnes las desgracias que trajo el maldito barro. Esa parte del Estado que representa Carlos Mazón, todo un monumento zombi a la incompetencia, a la desidia, a la desfachatez, ha fallado -y falla- de manera estrepitosa. Pero algo ocurre para que el dinero no haya llegado ya a quienes deben recibirlo, que aún existan zonas anegadas, negocios sin abrir, seguros que no han pagado. ¿Somos ricos, somos los mejores en economía? Pues demuéstrenlo los gobernantes y hagan llegar esos chorros de millones a las familias que lloran sus desgracias. Y ya, cogida carrerilla, atiendan a todos los necesitados en cualquier otro lugar del territorio patrio. Presuman de gestión, pero de gestión hecha en la calle, no en los despachos. Eso, exactamente eso es la izquierda.

Y así llegamos, fíjense qué vueltas da la vida, como es la tómbola, tómbola, de luz y de color, a los Presupuestos Generales para 2025, y de ahí a saber qué pasa con Esquerra o Junts hay un paso pequeñito, casi de chotis. Porque para hacer posible todo eso que decíamos más arriba, tanto y tanto por atender, sería bueno, muy bueno, contar con unas cuentas del Estado aprobadas como es debido por el Congreso. Pero los votos son los votos, y la debilidad del Gobierno –¿hace falta que les recuerde la necesidad del apoyo permanente de todos los partidos que hicieron posible la investidura?– se hace patente a cada suceder. También nos muestra cómo son esos pretendidos socios y la calaña (muestra, modelo, patrón, forma, dice la RAE) de cada uno. Tomemos por ejemplo a los dos grupos catalanes. Ahora parece que todas las frondosas melenas que se dejó en la gatera el Gobierno en los indultos o la amnistía –pendiente del Supremo, nada que hacer por parte del PSOE, además de sufrir‐ fueron peccata minuta, bagatelas sin importancia, que tener que enfrentarse y superar las manifestaciones de decenas de miles y miles de ciudadanos en contra, más los jueces y sus togas y sus puñetas en las plazas públicas, no tuvieron la menor importancia. Ustedes no han hecho nada, dicen en el Congreso de ERC, Junqueras renacido, o en Bruselas, Puigdemont desencadenado. Y amenazan con romper, que a nosotros –¿a quién representa ese plural mayestático, porque no será a los catalanes, así en bloque, que han elegido para gobernarse a otra formación, tal que al PSC de Salvador Illa?– no nos toma el pelo nadie. Como si no se les atendiera o no se gastara con ellos más horas, y si me apuran, más recursos, que con ninguna otra formación política. 

Los Presupuestos, es verdad, penden de un hilo. Puigdemont puede pactar rebajas de impuestos con el PP, las derechas siempre se reconocen a primera vista, y así hacerse el muy listo jugando a dos barajas. Esquerra, siempre mirando de reojo a Junts, puede optar por la fuga hacia la nada. Bueno, así será si así os parece. Algunas consideraciones para esos finos analistas de la derecha que sueñan con echar a Sánchez tras un pacto con Junts. Gracioso, ¿verdad?, que ahora Núñez vaya a aliarse con quienes desprendían el fuego del infierno y era un pecado mortal ni tan siquiera rozarse con ellos. Pero hay más, no se las prometan muy felices, que en la derecha, hoy por hoy, y más aún dentro de unos meses, Trump al mando, quien de verdad va a marcar la estrategia del PP no es Génova, ni tan siquiera la grupi de Milei, la madrileña reina del vermú, sino Vox. Santiago Abascal es el amo. Haga Feijóo los contorsionismos que se le antojen, emule a las jóvenes chinas del Cirque du Soleil, que si Abascal dice tú no pactas, el PP no se moverá ni un milímetro de donde está clavado, porque fíjense qué bobería, en el Congreso tiene 137 escaños, y necesita los 33 de Vox, imprescindibles, vitales, para acercarse a la mayoría de los 176. Qué bonito trío, Puigdemont, Feijóo y Abascal, los tres Sudamericanos -ignoro quién hace de Alma María-, los Tres Tenores o los tres Reyes Magos, hagamos Baltasar al líder de Vox. 

Y ahora, para entretenernos, una de Stephen King, que tenemos el día cenizo: ¿y si en algún momento, quizá más pronto que tarde, PP y Vox pueden alcanzar esa mayoría, y la coalición del actual Gobierno, a la vista del derrumbe de dimensiones épicas de Sumar, se queda lejos de presentar batalla? ¿Se acuerdan de El resplandor? Divertida comedia a la vista de ese hipotético guion. Bórrenlo de su presente, que sólo era una broma macabra.  

Vuelta a la realidad. Cierto que puede no haber Presupuestos, pero abandonen los mariachis de la derecha toda esperanza, que Pedro Sánchez y su Gobierno seguirán el camino a pelo, cuentas aprobadas o sin aprobar. Prórroga y patada hacia delante, que ellos ya saben, lo sienten en la chepa todos los días, que han venido a este mundo a sufrir. Y aguantarán también el acoso de los jueces, diga la presidenta del Poder Judicial lo que le dé la gana, como ya lo hicieron con Podemos o con Cataluña, y lo han hecho antes de aprobarse la ley de amnistía, o como lo demuestran día a día, desde el Supremo y desde todos los juzgados que pueden, en la Plaza de Castilla o en Extremadura, como se ve esta misma semana, hoy incluso con el añadido de la vicepresidenta María Jesús Montero. Y además, a Sánchez y sus ministros les aconsejamos, así somos de osados los más vetustos del lugar, que no se quiten el chaleco antibalas de kevlar para hacer frente a los insultos cotidianos, frenéticos, salvajes, de la prensa canallesca. 

Espumarajos por la boca.

Adenda. Cómo les molesta a los franquistas que aún pueblan los partidos de derecha y los medios de la caverna que les recordemos que Franco fue un canalla y su régimen despótico una tragedia para los españoles. No sólo para las víctimas directas, 600.000 muertos en la salvaje sublevación contra el régimen legítimo de la República, 50.000 ejecutados a sangre fría tras acabarse la guerra, y sí, Miguel Hernández, como otros muchos, fue asesinado por el franquismo cruel, sino por los 40 años de oprobio y falta de libertades, cárceles llenas de presos políticos. Y aún quedaban, qué desgracia para quienes vivimos aquella época, los ejecutados al amanecer dos meses antes de su muerte, condenas firmadas de su puño y letra. 

Corra el champán en la conmemoración de esos cincuenta años. Como celebramos su muerte aquel 20 de noviembre de 1975. ¡Chin, chin!

Una bonita foto. La de los presidentes autonómicos con el Rey, digo, en la reunión de Santander. El Estado, con todo su poder. Allí posaron juntos, muchos de ellos sonrientes. Estaban todos los dirigentes elegidos por la ciudadanía para regir sus destinos públicos. Menos el más alto, claro, que lucía por allí por derecho propio, porque él lo vale, que para eso nació de quien nació, en donde nació y con el apellido que nació. Una filfa, cierto, pero ahí estaba, en primera fila. La verdad es que daba gusto verlos, que así, a golpe del primer vistazo, parecían unas personas serias, responsables en el cumplimiento de sus obligaciones. ¿No es un sueño pensar que podían trabajar juntos, que los ciudadanos estamos a sus pies, allá abajo, esperando de su bonhomía que gobiernen de consuno, la vista al frente fijada en el bienestar de quienes honestamente les han votado, tanto da si derecha como izquierda? No parece mucho pedir, el esfuerzo debería ir en su sueldo, que no es millonario, cierto, pero seguro que les llega para un buen vivir. 

Pues olvídense, que en cuanto empezaron a hablar el hechizo se rompió y las ranas siguieron siendo ranas, croa que te croa. Llegaron los presidentes del PP dispuestos a demostrar que la ciudadanía es algo que no les compete, que ellos han venido a este mundo sólo para demostrar que los socialistas son una panda de desharrapados, comunistas y corruptos. Haz el pino que yo ni me inmuto. Di acogida de menores inmigrantes y yo digo Begoña, propón financiación autonómica y yo Aldama, que va para largo, por cierto, ofrece Sanidad que yo te contesto fiscal general. El Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, o de Isabel Díaz Ayuso, cualquiera sabe quién manda ahí, es hoy un partido extramuros echado al monte de la antipolítica –¿o de la desvergüenza?– incapaz de llegar a ningún pacto de Estado que favorezca a los españoles, niños, jóvenes, mujeres y ancianos.