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¡Vamos a las urnas, vamos a las urnas!

Tarareen el título con la música de A las barricadas, cambien la Confederación, fuera de esta vaina de las municipales y autonómicas del próximo domingo, por coalición, cualquiera que sea, siempre que se escore a la izquierda, que aquí no gastamos de otras, y tendrán un bonito estímulo esta semana para animarse solos en los apretados vagones del metro o en el paseo para ir al trabajo, si lo tienen, en las ciudades o pueblos más pequeños y mejor acondicionados para el caminar humano. “Negras tormentas agitan los aires” comenzaba aquel himno de los anarquistas, amigos y enemigos de la izquierda común. Y ahí estamos: nubarrones ala de cuervo, sí señor.

No se entiende bien por qué hay que dar por supuesto, como si se tratara de un axioma que no necesitara demostración alguna, que tanto la derecha patria como la ultraderecha -¿ustedes pueden diferenciarlas? - están muy motivadas, furiosamente motivadas, y la izquierda, por el contrario, languidece en un dolce far niente de brazos caídos y déjenme echarme la siesta que hoy no me puedo levantar. Es falso, otra mentira más de los fabricantes de bulos, y si acaso tuviera algún rasgo de verdad, todavía nos quedan días para rectificar el itinerario y llenarnos de energía, de fuerza rompedora, de gritar no pasarán, de dejar bien claro que los avances sociales que se han conseguido, y los que se conseguirán, con estos gobiernos de coalición variados, pero siempre de izquierdas en ayuntamientos y comunidades autónomas, nunca vamos a dejar que desaparezcan en las fauces del lobo feroz del ultracapitalismo salvaje que nos quieren imponer so capa de una libertad que de virtud sólo tiene el nombre. Libertad para ellos, los de siempre, libertad para que puedan seguir pisoteando los derechos de los más débiles, libertad para el más fuerte. 

Hay muchos lugares donde un puñado de votos puede dirimir el choque entre los dos bandos. Y no hablamos de lugares pequeños, de escasa población, donde esa igualdad seguramente será la norma. Unos cuantos sobres, unos pocos de miles, pueden lograr que la izquierda siga gobernando en la Comunidad Valenciana o que vuelva el PP, aquel que nos trae el aroma de Camps, los millones embolsados por unos cuantos sinvergüenzas y los amiguitos del alma. O en Aragón, Castilla La Mancha y Extremadura. Pero también se baila en un ladrillo, como en el chotis, en el Ayuntamiento de Madrid, o en la alcaldía de Sevilla, que no es ninguna broma, 700.000 habitantes, al igual que en Valencia capital o Zaragoza, población similar.  

¿Por qué la derecha luce frenética para echar al sanchismo, que así lo llaman, ese conglomerado para ellos de rojos, bolivarianos, feministas, independentistas, cómplices de los okupas y ahora, practicantes del terrorismo más sangriento? Dicen quienes los conocen -quizá bastaría con leer a sus mensajeros de los medios de comunicación y las redes sociales, esas fieras mentirosas- que el odio es su fuerza motriz, ese despecho nunca digerido de que se les haya arrebatado el poder, suyo desde tiempo inmemorial por orden divina. Nosotros somos los amos, ustedes no saben con quién están hablando. 

Así que reivindiquemos y defendamos nuestras conquistas. En las urnas. Es lo que nos queda. Yendo a votar en masa porque les tenemos ahí, esas negras tormentas que agitan los aires a la vuelta de la esquina. Ya lo han dicho: derogaremos todas aquellas leyes que no nos gustan, aquellas que han osado quitarnos privilegios para dar oportunidades a los más desfavorecidos. Fuera avances sociales y la lucha por la igualdad. Volvamos a la misa diaria y el rosario, que bien harán los nenes y nenas en ir a colegios de curas y monjas, que allí no hay trans y otras monstruosidades similares. Sólo hay pederastas. Pero se les aleja a otros lugares para que sigan abusando y aquí paz y después gloria. “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.

La izquierda debe ser consciente de la necesidad de votar, y por eso habrá que luchar con uñas y dientes, a quienes puedan cumplir promesas como la de dotar con 580 millones a la Atención Primaria en la Sanidad, más otros 40 millones para salud mental. A no ser que prefieran los proyectos del PP, lanzados al tiempo que los anuncios de Sánchez, para construir un macroproyecto turístico en Trebujena, 300 villas de lujo, un hotel y un campo de golf en más de 2.000 hectáreas de antiguas marismas cercanas a Doñana, viva la indecencia, incluidas en el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables. Para eso quiere gobernar la derecha, para acabar con la sanidad pública -véase Madrid y el destrozo de la inconmensurable Díaz Ayuso- al tiempo que se desprecian los efectos de la sequía o el cambio climático, que bastante tienen ellos con atender los ruegos y preguntas de quienes les mantienen. 

Conviene, por cierto, prestar cuidada atención a los desmanes verbales de quienes parecen ser las puntas de lanza de la derecha más ideológicamente reaccionaria, muy en línea con el trumpismo rampante. Valen como representantes cualificados Isabel Díaz Ayuso, qué suculenta pelea a navajazos con su propio jefe, el inane Núñez Feijóo, un violento drama shakesperiano, o las siempre virulentas declaraciones de José María Aznar, el gran mentiroso. Amenazan con ilegalizar Bildu, pero tras esas declaraciones asoman las orejitas los deseos de hacer lo propio con los independentistas. ¿Quieren incendiar de nuevo el País Vasco y Cataluña? ¿Les molesta la paz, la convivencia pacífica, el verdadero diálogo democrático? Lo escribíamos antes: ¿en qué se diferencian de Vox, la extrema derecha más virulenta?

¿Indecisos, dicen? El Ojo sólo les permite, óiganlo todos con claridad, que duden entre una u otra formación de izquierdas. Ese es el único dilema posible. Del PSOE hasta más allá. El resto, ni mirarlo. Pulso firme y papeleta a la urna. Convencidos y con orgullo. ¿Alguna pregunta?  

Adenda: De nuevo los jueces más reaccionarios, concentrados en la APM, los mismos que sirven como lacayos al PP en el Consejo del Poder Judicial -¡qué desmán democrático!- vuelven a enseñar sus cartas políticas, en un auténtico alarde de aquello que nunca debería ser un juez, y se enquistan en mantener la amenaza de huelga en mitad de la campaña electoral, a pesar de la subida de 450 euros al mes prometida por el Gobierno y la aceptación del acuerdo por el resto de las asociaciones judiciales. ¿Pueden mirarse al espejo? Sería lindo saber cómo educan a sus hijos tan ilustres señorías. Seguro que les hablan de rectitud de pensamiento y decencia en el proceder. Caraduras.  

Tarareen el título con la música de A las barricadas, cambien la Confederación, fuera de esta vaina de las municipales y autonómicas del próximo domingo, por coalición, cualquiera que sea, siempre que se escore a la izquierda, que aquí no gastamos de otras, y tendrán un bonito estímulo esta semana para animarse solos en los apretados vagones del metro o en el paseo para ir al trabajo, si lo tienen, en las ciudades o pueblos más pequeños y mejor acondicionados para el caminar humano. “Negras tormentas agitan los aires” comenzaba aquel himno de los anarquistas, amigos y enemigos de la izquierda común. Y ahí estamos: nubarrones ala de cuervo, sí señor.

No se entiende bien por qué hay que dar por supuesto, como si se tratara de un axioma que no necesitara demostración alguna, que tanto la derecha patria como la ultraderecha -¿ustedes pueden diferenciarlas? - están muy motivadas, furiosamente motivadas, y la izquierda, por el contrario, languidece en un dolce far niente de brazos caídos y déjenme echarme la siesta que hoy no me puedo levantar. Es falso, otra mentira más de los fabricantes de bulos, y si acaso tuviera algún rasgo de verdad, todavía nos quedan días para rectificar el itinerario y llenarnos de energía, de fuerza rompedora, de gritar no pasarán, de dejar bien claro que los avances sociales que se han conseguido, y los que se conseguirán, con estos gobiernos de coalición variados, pero siempre de izquierdas en ayuntamientos y comunidades autónomas, nunca vamos a dejar que desaparezcan en las fauces del lobo feroz del ultracapitalismo salvaje que nos quieren imponer so capa de una libertad que de virtud sólo tiene el nombre. Libertad para ellos, los de siempre, libertad para que puedan seguir pisoteando los derechos de los más débiles, libertad para el más fuerte.