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Espai que combina l’actualitat al voltant de les polítiques de les administracions valencianes en matèria de memòria democràtica i exhumació de fosses amb continguts més especialitzats sobre la història de la repressió franquista i els avanços en les investigacions acadèmiques. Reportatges, entrevistes, actualitat, opinions, informació sobre recerques universitàries o publicacions...

Los tanques del 23F en València: 40 años después siguen las incógnitas sobre la trama golpista

Los tanques en las calles de València la noche del 23 de febrero de 1981.

Lucas Marco

22 de febrero de 2021 22:16 h

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La noche del 23 de febrero de 1981 en València fue fría y silenciosa. Solo se escuchaba el pesado avance de los tanques que el capitán general Jaime Milans del Bosch ordenó desplegar por varias arterias de la ciudad mientras el coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero mantenía secuestrados a los parlamentarios electos democráticamente en el Congreso de los Diputados. Los golpistas desplegaron en enclaves estratégicos de Valencia unidades de soldados, carros de combate y vehículos de la División Motorizada Maestrazgo.

Antonio Montalbán, histórico dirigente de Comisiones Obreras (CCOO) y activo militante comunista del antifranquismo, recuerda el lugar exacto donde se encontraba en aquel momento. “Me cogió en la calle del Doctor Vila Barberá, donde teníamos la sede de la dirección confederal de CCOO”, recuerda en una conversación telefónica con elDiario.es. “Me informé por la radio, me acerqué a la plaza de España y vi venir a la comitiva de tanques que Milans había puesto en marcha”, relata. Lo primero que hizo fue desalojar a los trabajadores de la sede y llevarse los papeles más comprometedores del sindicato, que vivía sus primeros años en la legalidad tras la lucha clandestina contra el franquismo.

Los tanques circularon por la avenida del Puerto y la Alameda y se apostaron en el puente de los Viveros, entre la plaza del Temple, sede del Gobierno Civil, y la plaza de Tetúan, que alberga a la Capitanía General. En el puente de Ademuz, pelotones de militares instalaron nidos de ametralladoras a ambas orillas del cauce del río Turia.

Las redacciones de los principales periódicos valencianos, así como las radios y el centro territorial de TVE, recibieron la visita del teniente coronel Silla, encargado de repartir el bando militar de Milans del Bosch.

El bando imponía la jurisdicción militar, prohibía las actividades públicas y privadas de los partidos políticos y las huelgas (consideradas sedición) y establecía un toque de queda desde las 21h hasta las 7h de la mañana. Milans asumió el control del poder judicial y administrativo y agrupó a todos los cuerpos de seguridad del Estado bajo su autoridad. “Estas normas estarán en vigor el tiempo estrictamente necesario para recibir instrucciones de S.M. el Rey o de la superioridad”, rezaba el bando militar.

“Impresionaban los carros de combate que sin resistencia alguna se adueñaron de la ciudad desértica, con mucha menos luz que en la actualidad, y con las gentes refugiadas en sus hogares”, escribe el periodista Vicente Furió en el libro colectivo 23F, 25 anys després, editado por la Unió de Periodistess Valencians.

Furió salió con su compañera del Diario de Valencia Emilia Bolinches a recorrer la ciudad, fingiendo que eran pareja. “Me quedó la imagen de ver cómo las calles de mi ciudad eran controladas por unos inmensos tanques, que dejaban sus huellas sobre el pavimento”, rememora en el libro, que agrupa los principales testimonios de los periodistas que trabajaban aquella jornada en Valencia.

Dos técnicos de TVE lograron escabullirse de los controles militares instalados en el centro territorial de la cadena pública y lograron grabar los tanques desfilando por la avenida del Puerto de València, unas imágenes que dieron la vuelta al mundo al día siguiente. Pocos fotoperiodistas consiguieron inmortalizar a los tanques desfilando por la ciudad.

En los atascos que provocó la salida de los tanques no hubo ni un bocinazo. El periodista Manuel Peris recorría el centro de la ciudad en su 127 y recuerda a “todos los coches con la radio puesta a escaso volumen y la gente que apenas se atrevía a mirarse unos a otros”. El sindicalista Antonio Montalbán, ya con la documentación comprometedora a salvo, aceptó esconderse con su mujer y sus tres hijos en la casa de un economista del sindicato que se había incorporado recientemente y que, por tanto, no era tan reconocible.

Rosa Solbes, responsable entonces de la sección de política del Diario de Valencia, la nueva cabecera informativa de la izquierda, se puso a telefonear a las sedes de los partidos políticos y sindicatos de la ciudad, sin que nadie contestara. En la Capitanía General de Tetúan tampoco daban información. A la redacción del periódico en el antiguo camino de Moncada acudieron, además de los militares, policías para evitar ataques de incontrolados de la extrema derecha. “Estábamos muy indefensos en las afueras de la ciudad”, recuerda la veterana periodista cuatro décadas después.

“Las personas con más cargos de responsabilidad”, recuerda Montalbán, “son las que más se ocultaron y no durmieron esa noche en su casa”. “De los cinco hermanos que somos hablé con tres y les aconsejé que hiciesen lo mismo, dos se fueron por la zona de Llíria”, rememora el histórico sindicalista, miembro de una activa familia antifranquista.

Uno de los pocos testimonios desde dentro de los cuarteles, el del pedagogo y psicólogo Carles Marco publicado hace exactamente un año en este diario, recoge cómo se vivieron los acontecimientos dentro de los cuarteles. “El 23 de febrero nos hicieron llamar en cola desde el único teléfono del patio a nuestras familias para decirles brevemente que no sabíamos cuándo volveríamos. Las órdenes eran claras: cada veinte metros tenía que haber un soldado en el puente de Aragón, a cualquier ciudadano había que darle el ¡alto! y, si no hacía caso, disparar. Teníamos entre 19 y 24 años”.

El joven cabo primero presenció en el Cuartel General de la División Maestrazgo 3, de donde salieron los tanques, cómo “los mandos y oficiales descorchaban botellas y botellas de champán”. “Estaban eufóricos y convencidos de que el golpe de Estado había triunfado. Ni el general de división, ni el de brigada, ni ningún coronel fue imputado. Solo el capitán general Jaime Milans del Bosch fue procesado y sentenciado a 30 años de prisión por delito de rebelión militar. Nunca se arrepintió. No obstante, solo nueve años después fue indultado y puesto en libertad. Todos los demás generales y coroneles de València que estaban en el ajo y movilizaron los carros de combate se fueron de rositas”, lamentaba Marco.

La agencia Efe pudo informar sobre la orden dada por Milans del Bosch al gobernador militar, Luis Caruana, para que acudiera al Palacio del Temple a arrestar al gobernador civil, José María Fernández Del Río. “No hay testimonios de que el gobernador civil fuese detenido, nunca quiso hablar del tema, pero tenemos todas las sospechas”, afirma Rosa Solbes. “Fernández Del Río estaba retenido e incomunicado y era su mujer quien hacía de intermediaria con la junta de subsecretarios”, apunta la periodista.

En la plaza del Ayuntamiento, los militares instalaron un carro de combate M-48 junto a la puerta principal del consistorio, gobernado entonces por el socialista Ricard Pérez Casado, y en la sede de Correos, apostaron una batería antiaérea y otro carro de combate. El periodista Tomás Álvarez, de la agencia Efe, recuerda que “en el pavimento se veían las huellas de los tanques”. 

Cuatro décadas después, aún quedan muchas incógnitas sobre el operativo golpista en Valencia, la única ciudad donde los tanques salieron a las calles. El senador de Compromís Carles Mulet ha solicitado al Gobierno que desclasifique “los documentos todavía secretos sobre lo que realmente ocurrió en esa fecha y en los días previos para su preparación”. “Es evidente que aquí, en la III Región Militar, había más de tres personas implicadas”, sostiene Solbes.

Tras el intento de golpe de Estado, la Unió de Periodistes Valencians elaboró un informe en el que solicitaba que se investigaran a fondo las tramas civiles y militares en la III Región Militar. “Yo no estaría tan segura de que esa investigación no esté hecha y guardada en algún cajón por parte de los servicios de inteligencia”, dice la periodista Rosa Solbes.

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