Un espacio en el que está implicada toda la redacción de eldiario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Puedes escribirnos a micromachismos@eldiario.es para contarnos tus experiencias de machismo cotidiano.
Hablar es el principio
Hola,
¿Cómo estás? “La mejor edad es la que tenemos, la que cumplimos, porque es una suerte estar vivas”. Me ha gustado mucho leer vuestros correos respondiendo al boletín de la semana pasada. Entre felicitaciones de cumpleaños -que os agradezco un montón, es una maravilla de verdad siempre encontrarse con la respuesta a esta newsletter- me habéis regalado líneas muy bonitas o muy sabias, también contado cosas de vosotras y vosotras. Como esa con la que he empezado. O como la de otra lectora que me decía que hace poco ha cumplido los 82: “Por dentro no tengo edad, por fuera no te cuento”.
Me habéis hablado de vuestro paso por distintas décadas, de aprendizajes y de disfrutes. De lo maravilloso que es llegar a los 50 e irte a vivir al campo, como siempre querías. O de conseguir separarte casi a los 60 y saber que queda mucho por hacer. “Siempre, a cualquier edad, es momento de empezar.... y también de terminar”, me escribía Charo, que contaba que algunos pueblos indígenas tenían una visión muy distinta de la existencia: en lugar de ver la vida como ríos -nuestra visión occidental- la ven como un círculo, un continuo.
Decía Audre Lorde en un texto que os recomiendo muchísimo (ahora mismo está en la recopilación 'Hermana, otra', de la editorial Horas y Horas) que en el origen del silencio de las mujeres están los rostros de los miedos de cada una: el miedo a ser menospreciadas, censuradas, juzgadas, reconocidas, desafiadas, aniquiliadas... Si algo hemos hecho en la última década es romper ese silencio de una manera desconocida hasta ahora, también porque hemos tenido herramientas para hacerlo que antes no existían o no estaban en nuestras manos. Desde que estalló el caso Errejón, han proliferado los perfiles en redes que publican testimonios de mujeres sobre acoso, agresiones sexuales o situaciones machistas en general. Lo empezamos a hacer en Micromachismos en 2014, lo hacía el blog Everyday Sexism, sucedió con el MeToo, con 'la manada', con el Cuéntalo o con el Se Acabó que iniciaron las jugadoras de la selección de fútbol.
La premisa de este fenómeno no es tanto la denuncia, entendida como un dispositivo judicial, sino la palabra: las mujeres ya no guardamos tanto silencio como antes sobre las experiencias y agresiones que sufrimos. Hablar es la manera de romper con la culpa y también con la idea de que lo que nos pasa es excepcional. La ruptura colectiva del silencio de la última década tiene más que ver con el desahogo y la visibilización, con el echarle un pulso al miedo a hablar, que con la búsqueda de castigos penales, aunque al final sean estos los que más protagonismo toman. Eso convive con señalamientos concretos, con la necesidad de reparar el daño sufrido, con la dificultad de saber qué hacemos con todo esto, y con debates sobre cómo deben convivir los testimonios, las denuncias, los canales para exigir responsabilidades cuando toque y las garantías para todo el mundo.
Decía Lorde: “Nunca dejaremos de tener miedo a la visibilidad, a la fría luz del escrutinio y, quizá, a ser juzgadas, a experimentar dolor, a la muerte. Pero ya hemos pasado por todas esas cosas, a excepción de la muerte, y lo hemos hecho en silencio. En todo momento me recuerdo a mí misma que aun si hubiese nacido muda, o hubiera mantenido un juramento de silencio de por vida para sentirme más segura, habría sufrido de todas maneras y pese a todo moriría”.
Una frase
Los ginecólogos del hospital me trataron muy bien, tuvieron mucha empatía, pero tal y como es el proceso te hace sentir que estás haciendo algo horrible y te sientes juzgada. Parece como si al no hacerlo en el hospital lo quisieran esconder. En ese momento estás tan devastada por la propia situación que te dicen que aquí no puede ser y ni peleas, pero te sientes desahuciada"
Un año y ocho meses lleva en vigor la nueva ley de salud sexual y reproductiva que dio prioridad a los centros públicos y reguló la objeción de conciencia. Sin embargo, las cifras y las historias personales muestran que la realidad sigue siendo otra. Mi compañera Marta Borraz ha escrito este reportaje sobre mujeres expulsadas de hospitales públicos que, finalmente, tuvieron que interrumpir sus embarazos, también por causas médicas, en clínicas privadas.
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Yo me despido con esta canción que me envió hoy mi madre y que lleva nuestro nombre: 'Ana y los pájaros'', de Christina Rosenvinge.
Abrazo.Ana
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