Un espacio en el que está implicada toda la redacción de eldiario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Puedes escribirnos a micromachismos@eldiario.es para contarnos tus experiencias de machismo cotidiano.
Por qué llevas pendientes de aro y otros comentarios que aguanta una periodista que cubre una guerra
Te plantas y dices: “Sí, voy”. Así comienza mi historia y supongo que la de muchos otros compañeros que cubren la guerra en Ucrania. A veces, no hace falta más. Es una respuesta clara, directa. Y, en ese momento, ni te planteas la cantidad de dificultades que encontrarás por el camino.
Algunas sí, claro. Pero otras, como que tendría que dar cuenta de por qué utilizo máscara de pestañas o me pinto los labios en mitad de un conflicto armado, ni se me pasaron por la cabeza. Tampoco que mi edad fuese a ser un problema. Podría serlo mi experiencia, pero escuchar “quién envía una niña a la guerra” no estaba entre mis planes. Aprovecho estas líneas para recalcar que nadie “me envía”, el paso lo di yo solita. He tenido que justificar cómo era posible que mis uñas siguieran “intactas” en plena guerra o el hecho de usar pendientes de “aro”. Me pregunto si algunos compañeros (hombres) han tenido que justificar que se afeitan en mitad de este escenario.
He tenido que sudar la gota gorda para poder acceder a ciertos puntos por, literalmente, ser mujer. Justificar a militares al frente que, al igual que mis compañeros -dándose la casualidad de que en ese momento solo eran hombres-, yo también necesitaba pasar a esa localización concreta en “calidad de periodista”. Absurdamente, también me han juzgado por humanizar la guerra. De paso, han añadido que “claro, se me dan bien los niños”. ¡Hostias! Esa fue buena.
Aunque la mejor de todas, que es también la que más escucho, es “cubres para La Sexta o para Televisa (México) porque eres mujer y es lo que vende”. Lo que vende. Sara, querida, estás a la venta, pienso. Y una vez más, hay que esforzarse para explicar al mundo que las mujeres cubrimos guerras por méritos propios. Y sí, los años te darán infinitas herramientas para ser referente en conflictos, pero no más credibilidad. Lo tengo más que comprobado, no por mi experiencia, sino por la cantidad de grandes mujeres referentes que también tuvieron que hacer frente a este sistema en el que, aunque todavía haya quien prefiera negarlo, el patriarcado sigue asomando la patita al menos una vez al día. Incluso, o sobre todo (ya no sé), en una guerra.
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Te plantas y dices: “Sí, voy”. Así comienza mi historia y supongo que la de muchos otros compañeros que cubren la guerra en Ucrania. A veces, no hace falta más. Es una respuesta clara, directa. Y, en ese momento, ni te planteas la cantidad de dificultades que encontrarás por el camino.
Algunas sí, claro. Pero otras, como que tendría que dar cuenta de por qué utilizo máscara de pestañas o me pinto los labios en mitad de un conflicto armado, ni se me pasaron por la cabeza. Tampoco que mi edad fuese a ser un problema. Podría serlo mi experiencia, pero escuchar “quién envía una niña a la guerra” no estaba entre mis planes. Aprovecho estas líneas para recalcar que nadie “me envía”, el paso lo di yo solita. He tenido que justificar cómo era posible que mis uñas siguieran “intactas” en plena guerra o el hecho de usar pendientes de “aro”. Me pregunto si algunos compañeros (hombres) han tenido que justificar que se afeitan en mitad de este escenario.