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El niño

19 de marzo de 2021 21:52 h

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Un día el niño me dejó de hablar y yo me sentí vacía. Nuestra relación había empezado de la forma menos ortodoxa: '¿Por qué tienes las tetas tan caídas?' Yo le dije que se lo explicaría si, a cambio, él me decía por qué estaba ahí. Ahí, quiero decir, dentro de un DM de Instagram; ahí, quiero decir, dispuesto a hablar con una desconocida con una insistencia admirable. Cada día me formulaba esa pregunta a eso de las siete de la tarde. Llegué a pensar que quería una explicación científica. Que quizás la necesitaba de verdad. ¿Por qué hay sol y nubes y por qué hay estrellas y por qué los perros son amigos del hombre? Los niños preguntan cosas y los adultos responden. ¿Quién te ha traído hasta aquí?, le dije al niño antes de decirle que yo sabía que era un niño. Me dijo que le habían pasado un vídeo mío unos amigos suyos pero que él, en verdad, ni lo había visto ni nada. Este gesto sincero, el reconocimiento de no haber visto la charla, me llenó de una extraña ternura. Entablamos conversación de inmediato. 

Por sus fotos etiquetadas, descubrí que el niño era un niño. No debía de tener más de 12 años. Vi sus fotos en la plaza y en un banco. Desde ese momento yo solo pude verlo como el personaje ese de 'BoJack' escondido dentro de una gabardina de adulto, tambaleante. A veces me daba ganas de hacerle cosquillas para que se cayera al suelo. El niño no debía medir más de 1.20 y sus amigos medían parecido. Os juro que luego me habló él. Me dijo que esperaba que no me importara que me hubiera abierto DM. Le dije, con actitud algo victoriana, demostrándole quién era la adulta aquí, que internet era un lugar desolador. El niño, entonces, se mostró preocupado: ¿Te molestan mucho? ¿Quiénes?, le dije. ¿Niños cómo tú? Me preguntó, entonces, que como sabía que él era un niño y le dije que le había visto en sus fotos etiquetadas, que eran públicas y se podían ver. Ah. Pero estoy a punto de cumplir 12. Le felicité por anticipado. Se mostró contento y sin dudarlo me dio un corazón rojo a mi respuesta. 

El niño se quedó dormidito en mis DMs hasta el día siguiente, yo no quise despertarlo. Al día siguiente, después de pernoctar en mi pensión, después de dormirse sobre sus propios DMs; de alguna forma después de dormirse sobre mis tetas, el niño despertó de otro modo. Más sereno. Me dijo: 'Todavía no he visto el vídeo, ¿pero podrías recomendarme libros de feminismo NO de hembrismo?'. El niño había despertado con una nueva vocación que yo me vi obligada a asistir. No en forma de recomendación. El hembrismo no existe, niño, eso se lo han inventado tus amigos. ¿Ah, noooo? Su lenguaje virtual nunca era muy exclamativo, más bien económico y directo. Pero aquí agregó varias oooooos, lo cual interpreté nuevamente como una suerte de revelación para él. ¿Y si era verdad que a este niño nadie le había explicado que el hembrismo no existe? ¿Ese niño quería un libro y yo habría de dárselo? O una película, me dijo. Tampoco soy mucho de leer ni de política de momento pero me gusta estar informado de todo. Nuevamente ese de momento me pareció un acto de fe.

El niño creía en sí mismo, ¿cómo yo no habría de creer en él? Definitivamente, la noche le había sentado bien. El niño volvió a dormir conmigo. Me pregunté qué pasaría si al día siguiente el niño preguntaba de nuevo por el contenido y la forma de mis tetas y si la situación, ahora, sería medio impúdica después de que yo me hubiera convertido, accidentalmente, en una especie de profesora o mentora para él. Me había llevado él hasta ahí. Me vi obligada a imaginarme a mí misma excusándome ante las autoridades de Instagram. Me vi forzada a pensar un momento que dejarlo dormir ahí era como darle de mi leche. Al día siguiente volvió a dormir conmigo y hasta me dio las buenas noches. 

Dudé sobre si proporcionarle material pedagógico o no, finalmente me vi arrastrada por un instinto salvador. No pude evitarlo. Le pasé tres videos de Youtube sobre feminismo adaptado a su edad. El niño me dio las gracias y no me contestó más. El niño me estaba haciendo ghosting. ¿Qué te han parecido?, le pregunté después de varias semanas. ¿Te interesaron? Sí, aunque aún no he visto tu vídeo. Quise decirle que no se preocupara por eso, me daba la sensación que se sentía en deuda conmigo, quería liberarlo de toda culpa. No te preocupes por eso, hombre, hay muchos más videos sobre el tema.

Sé que le gustó que le llamara hombre, pues contestó jajajjaja gracias. Sentí que estaba recuperando nuestra relación. Quería, es más, que el niño me preguntara cosas. Estaba a su disposición. Niño, ¿dirías que has visto alguna vez una teta? No me atreví a preguntarle eso. Borré el mensaje antes de acabarlo. Me preocupaba de verdad que creyera que una mujer, mayor para él, se le insinuaba, claro que también me preocupaba que el niño no hubiera visto jamás una teta. En cualquier caso, yo no iba pasando fotos no deseadas a menores de edad. Sin duda, ese no era mi estilo.

En todo caso, al cabo de dos semanas, el niño volvió, él solo y sin necesidad de fototeta. Yo estaba desayunando: Hoy un amigo mío me ha pasado fotos tuyas de tu instaaa. Le respondí, genuinamente interesada: ¿Y habéis encontrado algo nuevo? Jajjaajaja no. El niño regresado ahora se reía más que antes. Este cambio en su textura digital me dejó preocupada. ¿Y si me han cambiado al niño? Viejo niño no se reía. Nunca se le pudo reprochar que se reía de mí, ni siquiera de mis tetas, viejo niño preguntaba. Este niño de ahora no paraba de reírse. Dime, ¿habéis detectado algo raro? ¿Debo preocuparme? El niño se reía como un loco, escribió dos líneas enteras de risas. Pensé que quizás habíamos pasado algún tipo de barrera.

Oye, niño, ¿y qué foto te han pasado? Por saber. Una en la que se te ven las tetas jajajjaja. El niño nuevo de la risa adjuntó enlace a una foto mía en bañador en Lanzarote, me acordaba de esa foto. Aaaaah, sí, excelentes vacaciones. Jjajajajaj ya me imagino. Este último mensaje me rompió definitivamente el corazón. Ese niño no era mi niño. Niño viejo quería realmente entender el universo. Antes de que me diera tiempo a llorar la muerte del niño viejo, entraron a mi bandeja tres mensajes con similar potencial de sanación: 

«Tranquila, no soy fascista ni machista, ni capitalista, ni fetichista. Soy un hombre civilizado dispuesto a entenderlo todo»

«Hola Anna. Soy Pedro, colombiano, biólogo. ¿Algún libro sumamente interesante que me recomiendes para combatir mis malos pensamientos de hombre?» 

«Putilla, ¿te gusta la carne a la brasa?»

Un día el niño me dejó de hablar y yo me sentí vacía. Nuestra relación había empezado de la forma menos ortodoxa: '¿Por qué tienes las tetas tan caídas?' Yo le dije que se lo explicaría si, a cambio, él me decía por qué estaba ahí. Ahí, quiero decir, dentro de un DM de Instagram; ahí, quiero decir, dispuesto a hablar con una desconocida con una insistencia admirable. Cada día me formulaba esa pregunta a eso de las siete de la tarde. Llegué a pensar que quería una explicación científica. Que quizás la necesitaba de verdad. ¿Por qué hay sol y nubes y por qué hay estrellas y por qué los perros son amigos del hombre? Los niños preguntan cosas y los adultos responden. ¿Quién te ha traído hasta aquí?, le dije al niño antes de decirle que yo sabía que era un niño. Me dijo que le habían pasado un vídeo mío unos amigos suyos pero que él, en verdad, ni lo había visto ni nada. Este gesto sincero, el reconocimiento de no haber visto la charla, me llenó de una extraña ternura. Entablamos conversación de inmediato. 

Por sus fotos etiquetadas, descubrí que el niño era un niño. No debía de tener más de 12 años. Vi sus fotos en la plaza y en un banco. Desde ese momento yo solo pude verlo como el personaje ese de 'BoJack' escondido dentro de una gabardina de adulto, tambaleante. A veces me daba ganas de hacerle cosquillas para que se cayera al suelo. El niño no debía medir más de 1.20 y sus amigos medían parecido. Os juro que luego me habló él. Me dijo que esperaba que no me importara que me hubiera abierto DM. Le dije, con actitud algo victoriana, demostrándole quién era la adulta aquí, que internet era un lugar desolador. El niño, entonces, se mostró preocupado: ¿Te molestan mucho? ¿Quiénes?, le dije. ¿Niños cómo tú? Me preguntó, entonces, que como sabía que él era un niño y le dije que le había visto en sus fotos etiquetadas, que eran públicas y se podían ver. Ah. Pero estoy a punto de cumplir 12. Le felicité por anticipado. Se mostró contento y sin dudarlo me dio un corazón rojo a mi respuesta.