El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
Este domingo se celebran en ciudades españolas y europeas manifestaciones contra la caza, el maltrato, abandono y matanza de galgos, podencos y otros perros
Por noveno año consecutivo, la Plataforma NAC (No A La Caza) convoca manifestaciones para protestar contra la caza. De manera especial, contra la caza con perros, que supone la explotación, maltrato y abandono de miles de galgos, podencos y otras razas. Este domingo 2, primero de febrero, coincidiendo una vez más con el fin de la temporada de la caza con galgos, habrá marchas en 39 ciudades del Estado español y en 5 otras ciudades europeas (Colonia, Amsterdam, Toulouse, Milán y Gante), apoyadas por más de 600 organizaciones y partidos políticos.
Una de estas organizaciones es Capital Animal -plataforma de arte, cultura y derechos animales-, que ha propuesto una exposición móvil con una selección de viñetas del artista Paco Catalán, mundialmente reconocido por su gesta personal en defensa de los animales: desde hace varios años, este dibujante publica viñetas diarias en las redes sociales, a través de las que denuncia, con exquisita sensibilidad e inalienable compromiso, la gigantesca injusticia, la brutal violencia de la que son víctimas los otros animales. Una de esas violencias es la caza, a cuyo sufrimiento ha dedicado Catalán numerosos dibujos.
Cuanto más indefensa está una criatura, más derecho tiene a ser defendida. Bajo este lema trabaja la Plataforma NAC, que en su Manifiesto de 2020, que se leerá al finalizar todas las manifestaciones convocadas, recuerda cómo la caza con perros es “la más la más cruel de todas las modalidades cinegéticas, que une la muerte de los animales transformados en presas con el tormento perpetuo de los que se usan como meros utensilios. Los primeros son convertidos en trofeos; los segundos, heridos, abandonados, humillados y eliminados en el peor de los supuestos”.
Alrededor de 50.000 galgos son “descartados” cada año. A ellos se suman podencos, setters, pointers y otras razas utilizadas para la caza. Son decenas de miles de perros que, tras una vida miserable (encerrados, atados, hambrientos, ateridos, sometidos a atroces entrenamientos, explotados hasta la extenuación) son matados o abandonados por no son válidos, por ser lentos, por ser considerados viejos. Es decir, por no servir para la única función que sus explotadores y maltratadores otorgan a sus vidas.
La sociedad española cada vez está más sensibilizada contra la violencia de la caza, como demostró recientemente la enorme consternación que provocó la muerte intolerable de la perra Alma a manos de un cazador. Mientras tanto, sin embargo, el Congreso de los Diputados -donde debiera hacerse realidad de una vez por todas una ley estatal de protección de los animales- ha de soportar la vergüenza de que en sus escaños se sienten los instigadores del odio contra los diferentes, los defensores de las armas contra los indefensos, los desalmados que han hecho de la violencia contra los animales estandarte político.
Frente a esa barbarie, tenemos la obligación moral de mantenernos firmes, de salir a la calle, de unir esfuerzos, de plantar cara al mal, de rendir tributo a sus millones de víctimas. “No andan los tiempos para dispersar esfuerzos”, nos dice la Plataforma NAC. “No es decente hacerlo en un Estado donde el lobby cinegético impone su negocio o donde la tercera fuerza parlamentaria pretende implantar la caza o la tauromaquia como asignaturas de curso en los colegios, y se empeña en perseguir todo aquello que discuta la supremacía del hombre blanco occidental, entendiéndose el sustantivo en su doble significado de género y especie”.
Lo disfrazan de tradición, de deporte, de cultura, de medio de subsistencia y hasta de sostenibilidad medioambiental, pero “la caza consiste en matar animales por diversión o por negocio”. Esa es una de las '7 verdades sobre el impacto de la caza en España', informe publicado por Ecologistas en Acción, imprescindible para entender el poder político y económico de lobby de la caza. Hay otras seis: que “la caza no es compatible con la conservación de la biodiversidad”; que “la caza convierte los cotos en granjas intensivas y en campos de tiro”; que “la caza no sirve para gestionar la fauna ni para controlar superpoblaciones”; que “la caza limita los derechos de la mayoría de los ciudadanos”; que “la caza no favorece el desarrollo rural, perjudica a muchas otras actividades”; que “la caza no solo mata, también maltrata”.
“Pasaporte a la prehistoria”, denomina a la caza la poeta Marta Navarro García. “Los cazadores son cementerios ambulantes. Cada uno de los dedos que aprieta para matar los convierte en pleno siglo XXI en furtivos del mundo”. Ni ellos ni su actividad podrían definirse con mayor precisión.
“La caza es negocio, muerte, sangre, tortura, machismo, deterioro de la naturaleza, atentado contra la vida salvaje, símbolo del abandono del medio rural, el peor de los clasismos, ruidos de disparos criminales donde antes dominaba el silencio”, concluye el Manifiesto de NAC para este 2020. Sobran las razones para salir este domingo a las calles a luchar contra toda esa violencia, a defender una sociedad más pacífica, más empática, más justa. A salir de ese bucle en el tiempo para incorporarnos a la historia.
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