El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
Los collares de castigo para perros están prohibidos en muchos países, así como en Barcelona y Madrid. Sin embargo, se siguen vendiendo e incluso están de moda
Estos artilugios les provocan daños físicos y psicológicos. La solución: dejar de usarlos y recurrir a los estímulos en positivo
Imagínate caminar por un lugar lleno de estímulos que te ponen nervioso, te dan miedo, te excitan o te provocan una gran curiosidad. Alguien te agarra con fuerza de la mano, por lo que no puedes apenas avanzar, acercarte a las cosas que te interesan, ni huir de las que te dan miedo. Cada vez que tratas de hacer algún movimiento, ese alguien te aprieta la mano, te clava unos pinchos o te da una descarga eléctrica. Imagínate que eso ocurre cada vez que sales a la calle, día tras día, continuamente.
Toby vive con un matrimonio de personas mayores desde que era un cachorro. Ahora, que no llega a los dos años, pesa unos 4 kilos. Fue un regalo, para alegrar la vida de los ancianos y animarles a pasear. Lagun es un pastor alemán comprado recientemente por su familia, en la que hay varios niños pequeños a los que acompaña al colegio. Su dueño está convencido de que en casa solo puede haber un líder. Bob es un joven cocker spaniel, nervioso y muy activo. Hoy dicen de él que “es un loco”, pero hace pocos meses era un cachorrito adorable. Ninguno de los tres sale nunca a pasear sin su collar de castigo.
Países como Austria o Suiza han vetado su uso hace años, la ley alemana prohíbe explícitamente los de descargas eléctricas (de “impulsos” o “ultrasónicos”, como se llaman ahora). Las ordenanzas de Barcelona y Madrid los han prohibido recientemente. Sin embargo, se venden como churros y vuelven a estar de moda. Intentamos, con la ayuda de Adriana Mármol, veterinaria y etóloga clínica, entender los motivos.
“La mayoría de la gente que los usa es por desinformación, la gente no quiere hacer daño a su perro. Lo que no saben es que están consiguiendo todo lo contrario. Todos los métodos de obediencia basados en el castigo pueden desembocar en serios problemas de agresividad”.
Aunque a primera vista no lo parezca, pasear de la correa –a diferencia de sentarse, tumbarse o dar la pata– no es una conducta natural en los perros. Sin embargo, con paciencia y educación, hay algunos que lo toleran muy bien. Muchos educadores afirman que puede llegar a convertirse en un vínculo positivo, similar al que se establece cuando vamos de la mano con un niño. Pero la mayoría de los perros, como cualquier otro animal, prefiere no estar limitado en sus movimientos y poder correr, jugar, explorar, esconderse y olisquear los miles de estímulos que encuentra a su paso.
Es evidente que esto no siempre es posible, así que nos encontramos con un dilema. Por un lado, el número de perros censados crece en nuestro país, y la mayoría de ellos convive con nosotros en las ciudades. Sin embargo, nuestras metrópolis no evolucionan en la misma dirección, o lo hacen muy lentamente. Al contrario que en otros países europeos, las zonas habilitadas para perros suelen ser ridículas, con limitaciones absurdas imposibles de cumplir, lo que no hace sino complicar la convivencia.
A diario toca madrugar y dar un buen paseo para que el pobre animal aguante en casa todo el día. Por la tarde, cuando lo que te apetece es cenar y ponerte a ver una serie, hay que volver a salir. Haga sol, frío, llueva o nieve. Tú, cansado y tu perro, joven y fuerte, con ganas de marcha, tirando de la correa a lo loco. Vives en el centro, así que paseas alrededor de bloques de cemento con cuatro tristes árboles urbanos y minúsculas isletas verdes convertidas en pipi-can. En este punto, y en previsión de los comentarios anti-perros que seguro va a suscitar este artículo, resaltar el hecho de que los más perjudicados por las cacas no recogidas somos los paseantes perrunos cívicos, que tenemos que sortearlas como si de minas se tratase.
Así que, quizás desbordado y con toda seguridad mal asesorado –o quizás sintiéndote el macho alfa absoluto–, en lugar de cuestionarte si tu estilo de vida es compatible con tener un animal, y de buscar soluciones beneficiosas para ambos, decides plantarle a tu mejor amigo un collar de castigo. Las excusas son variadas, pero estas –que he obtenido yo misma preguntando en la calle– son de manual: “Funciona, en cuanto le doy la descarga deja de hacerlo”; “No le pasa nada”; “Me lo ha recomendado el adiestrador”; “Me lo han vendido en el veterinario”; “Es que si no se lo pongo me contractura la espalda”, “pero si es el collar de adiestramiento oficial”...
No pasa nada
No pasa nadaEsta es la excusa más habitual de todas, y también la más absurda. No hace falta ser veterinario para entender que el cuello es una parte sensible en cualquier animal, y desde luego en el perro. Incluso los collares más inofensivos pueden llegar a causar lesiones en la zona cervical, en la espalda o en la tráquea. Si al animal no le molestara, no agitaría el cuello para intentar quitárselo (observa a tu perro, te aseguro que lo hace), ni dejaría de tirar de la correa. Es cierto, funciona. Funciona porque duele.
Adriana lo tiene muy claro: “Es obvio, simplemente a nivel puramente físico. En el cuello del perro se encuentran numerosas estructuras anatómicas importantes. Vasos sanguíneos, las vías respiratorias altas, huesos, músculos, terminaciones nerviosas. En mayor o menor medida, estos collares afectan a todas estas estructuras. Ya solo eso, el simple hecho de que exista la posibilidad de lesiones, debería ser un argumento para dejar de usarlos”.
Me lo ha recomendado el adiestrador
Con este panorama de dueños estresados y animales desquiciados, es lógico que ser adiestrador se haya puesto de moda. Si el educador de tu perro te propone hacerle daño de una u otra manera, y encima te cobra por ello, quizás deberían saltarte las alarmas. En pleno siglo XXI, esperamos de un profesional que conozca técnicas que sean beneficiosas para todos, perros y humanos. Castigar a un animal durante lo que es el mejor momento del día, es decir, cada vez que sale de paseo contigo, no parece la mejor forma de educarle, de fortalecer un vínculo, ni de demostrar amor.
“Es un arma de doble filo”, explica Adriana, “cuando nos dicen que funciona, nos están diciendo una verdad a medias, ya que tienen numerosas consecuencias negativas para el animal. Si hay algo que tiene en común el 100% de los perros cuando se les somete a este castigo, es que están sufriendo un estado emocional negativo, un estado de ansiedad. Esto, repetido en el día a día, nos lleva a un estado de estrés crónico, un caldo de cultivo para la reactividad, la agresividad, los miedos, las fobias... Todo un lujo usar estos collares”.
Me lo han vendido en el veterinario
Tu veterinario tiene una tienda en la que ofrece productos como pipetas, pienso especial, camitas, trasportines y... collares de castigo. Yo veo tres opciones: que a tu veterinario solo le interese hacer negocio y venda cualquier cosa que tenga salida; que no sea consciente de que estos collares son dañinos para tu animal; que lo sepa perfectamente, pero no lo considere relevante. En cualquiera de las tres, mi consejo sería el mismo: usa el sentido común, pide una segunda opinión y, si es necesario, cambia de clínica.
“Hasta hace muy poquitos años, en el mundo del adiestramiento y el comportamiento canino solo se hacían las cosas de una manera, la vieja escuela. Todo a base de castigos, correcciones, someter al perro a imposiciones. Creían que era lo correcto, y aparentemente daba resultado, aunque luego se ha visto que no era así. Por suerte, con el paso de los años se ha avanzado muchísimo”, aclara la dra. Mármol.
Es que me contractura la espalda
Esta excusa la tenemos también en otras modalidades tipo “me tira al suelo”, “no puedo con él”, etc. Es evidente que el bienestar del animal no debería estar por encima del bienestar de su acompañante humano, ya que eso es, a la larga, malo para todos. En un país líder en abandono animal, no pretendemos tensar demasiado la cuerda, nunca mejor dicho. Partamos de la base de que les queremos y desde luego nadie nos quiere más que ellos, así que merece la pena buscar alternativas. Si sabemos al detalle cómo funciona nuestro smartphone, ¿no deberíamos informarnos de las verdaderas necesidades de nuestro perro?
Adriana nos da algunas respuestas: “Hay muchísimas alternativas. En primer lugar, pregúntate, ¿por qué tira de la correa? Solamente estamos viendo la punta del iceberg. Es verdad que hay perros que tiran porque quieren llegar al parque cuanto antes, y simplemente es eso. Pero hay muchos más que tiran por problemas subyacentes más importantes como miedo o ansiedad, hay todo un mundo ahí detrás. Si no descubres la causa y trabajas en ello, ya puedes ponerle los collares que quieras”.
Para los que buscan una solución inmediata, antes de que les disloquen un hombro, Adriana explica: “Hay un arnés anti-tiro, que no va al cuello, ni sobre el morro, sino por delante del pecho del animal y a la espalda. Hace que no tenga tanta fuerza y sea más fácil manejarlo. Pero ojo, si tienes un mastín y le pones el arnés dirás: ”¡Tira igual!“. Claro, nada es milagroso, todo tiene que ir acompañado de un trabajo de modificación de conducta y asesoramiento profesional”.
¡Funciona! En cuanto le doy un tirón, deja de hacerlo
Es la opción fácil, tirón o descarga, y listo. “Es cierto, con estos métodos paras la conducta, pero es un parón momentáneo. En cuanto cese el castigo, el perro va a volver a mostrar esa conducta, porque no le estás enseñando nada. No le estás dando ninguna alternativa”.
Los riesgos del uso del castigo permanente no son menores: “Hay otros efectos a nivel emocional, ya que pueden desarrollarse problemas de comportamiento más graves y más complejos a raíz de utilizar estos artilugios. Si tengo un animal, por ejemplo, que se pone muy nervioso cuando ve a otros perros en el parque, pego un tirón y aparentemente se acabó el problema. Pero cuando esto se convierte en rutina, va a acabar asociando a los otros perros, a los que quiere saludar, con ese dolor o molestia. Acabará haciendo una asociación negativa entre otros perros y dolor. Hay muchos animales que terminan teniendo problemas de reactividad o agresividad. Y lo mismo con personas, si yo lo utilizo porque mi perro quiere saltar para jugar cuando ve a un niño, y cada vez le pegamos un tirón, estamos en las mismas. Podemos provocar problemas mucho más graves”.
La opinión de otros profesionales
Como en todo en la vida, no existen soluciones milagrosas a problemas complejos. “Si quieres conseguir una verdadera educación, un adiestramiento, lo primero a trabajar es el vínculo con tu perro. La confianza plena”, advierte Adriana.
Afortunadamente, cada vez hay más profesionales como ella en nuestro país, que se reciclan y buscan el bienestar de toda la familia, así como soluciones a largo plazo. A continuación os recomendamos algunos artículos relacionados, que nos han parecido muy interesantes. Esperamos que os ayuden y que lo que se ha convertido en una pesadilla vuelva a ser el mejor momento del día. Ese que tú y tu mejor amigo tanto os merecéis.
Por último, aquí podéis escuchar el post completo de la entrevista con Adriana Mármol en el espacio 'Gat i Gos' de la Radio de Sant Cugat.
Sobre este blog
El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.