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Animales atropellados: las otras víctimas de la carretera

11 de marzo de 2023 06:00 h

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Se calcula que existen en torno a unos 65 millones de kilómetros de carreteras en el mundo. Espacios que fueron arrebatados a la naturaleza para el tránsito humano, y por los que cada día se desplaza un incontable número de vehículos motorizados. Coches, camiones, motocicletas. Y también, aunque en menor medida, vehículos propulsados por la energía humana, como las bicicletas. 

Carmelo López, un madrileño de 53 años, ha pedaleado por muchas de esas carreteras. Durante dos años recorrió 14 países de África con su pareja, Isabel Segura, llevando el cine a los rincones más remotos del continente con su proyecto Cinecicleta, un cine portátil que funciona a pedales, en una epopeya que dio lugar a un recomendable documental. En bicicleta ha recorrido España y buena parte de Europa, pero también Canadá, Colombia, Brasil, Australia, Mongolia, China, Japón, Camboya o Vietnam, entre otros.  

“Hace unos 25 años me empeciné en disfrutar de la vida viajando y, al mismo tiempo, en intentar hacerme una idea del mundo por mi cuenta”, cuenta Carmelo a El Caballo de Nietzsche. “Tenía la bici arrinconada en un rincón del sótano, y no podía imaginar las alegrías que me depararía en el futuro”.

Entre viajes y alegrías, Carmelo descubrió que todas las carreteras del mundo tienen un denominador común: cuerpos inertes de animales atropellados. “Empecé a fijarme en uno de los muchos efectos colaterales del progreso humano: cadáveres de animales que quedaron en el olvido y cuya muerte, repentina o no, me transmitía un invisible tufo a injusticia: ningún conductor quiere cargar con una muerte, y tampoco la sociedad se rasga las vestiduras por los millones de atropellos mortales. Nadie parece dispuesto a hacer ningún esfuerzo para frenar esta sangría escandalosa y gratuita”, denuncia. 

Aves, reptiles, mamíferos de todos los tamaños… Carmelo sintió la necesidad de retratarlos con su cámara a modo de modesto homenaje. “Procuro no moverlos antes de disparar. Agradezco su quietud y su belleza: no siempre tienes la posibilidad de acortar distancias con animales de otras especies. Y en cierto modo, trato de pedir perdón en nombre de quienes los atropellaron: es una carnicería tan ordinaria, tan cotidiana y tan normalizada que da miedo pensarlo ¿En qué nos hemos convertido como especie?”, se pregunta.

El ecocidio silencioso

Todas esas fotografías han acabado formando parte de un proyecto al que Carmelo ha bautizado ‘Putum Putum’, un singular título onomatopéyico. “Es el ruido que produce un vehículo de cuatro ruedas cuando aplasta por enésima vez a un animal ya atropellado”, explica. “También podría aplicarse a una motocicleta, e incluso a una bicicleta”. Con las imágenes, pretende denunciar lo que considera “un drama sin parangón, un ecocidio de dimensiones bíblicas, una inacción culpabilizante por parte de los responsables, una banalización de la muerte ajena, una insensibilización preocupante, un mirar para otro lado quizás como autodefensa, como autoprotección”, reflexiona. 

El objetivo de los impactantes retratos de Carmelo es, ante todo, invitar a la reflexión. “Me gustaría que las fotos hicieran entender a quien las ve que muchos animales no tienen más remedio que cruzar nuestras carreteras, y que sólo por ello mueren traumáticamente millones de ellos cada año. Hay quien me pregunta ¿y qué podemos hacer? Ese es el tipo de reacción que me gustaría provocar”. 

Carmelo es consciente de que sus fotografías generan rechazo en muchas personas. “Es una propuesta más incómoda de lo que esperaba en un principio. Pero creo que, como sociedad adulta, no deberíamos hacer ascos a tratar temas que nos incomodan: el mundo no es un parque temático. Normalizar la muerte me parece muy saludable. No me gusta ocultar bajo la alfombra aspectos tan primordiales como la vida y la muerte. Al fin y al cabo, una no es sin la otra”.

Pese a esa convicción, exponer sus fotografías ha sido prácticamente imposible hasta ahora. “No he conseguido que nadie aún me preste unas paredes bien iluminadas”, lamenta con sorna. “No he tocado muchas puertas, pero sí algunas. Y tanto instituciones como asociaciones ecologistas y particulares han girado la cabeza, con la excepción del local de la asociación ciclista La Curva, en Valladolid. Generalmente me dan excusas como: ‘es que por aquí pasan niños’ o ‘es que viene un grupo a esta sala a hacer yoga…’ En realidad no pido mucho: que las mismas personas que por la mañana charlan amigable y distendidamente con sus vecinos en el mostrador de la carnicería o la pescadería, atestadas de cadáveres descuartizados, puedan tener otro enfoque y la posibilidad de reflexionar sobre los atropellos que menguan la vida salvaje a pocos metros de nuestras casas”, concluye.

Se calcula que existen en torno a unos 65 millones de kilómetros de carreteras en el mundo. Espacios que fueron arrebatados a la naturaleza para el tránsito humano, y por los que cada día se desplaza un incontable número de vehículos motorizados. Coches, camiones, motocicletas. Y también, aunque en menor medida, vehículos propulsados por la energía humana, como las bicicletas. 

Carmelo López, un madrileño de 53 años, ha pedaleado por muchas de esas carreteras. Durante dos años recorrió 14 países de África con su pareja, Isabel Segura, llevando el cine a los rincones más remotos del continente con su proyecto Cinecicleta, un cine portátil que funciona a pedales, en una epopeya que dio lugar a un recomendable documental. En bicicleta ha recorrido España y buena parte de Europa, pero también Canadá, Colombia, Brasil, Australia, Mongolia, China, Japón, Camboya o Vietnam, entre otros.