El especismo o, seguÌn la RAE, “discriminacioÌn de los animales por considerarlos especies inferiores”, va maÌs allaÌ de actos, acciones o tradiciones que tratan de forma despectiva a los animales. Impregna nuestro lenguaje, que no solo es sexista, homoÌfobo y racista, sino tambieÌn especista.
QuizaÌ por desconocimiento, puede que por falta de empatiÌa, pero la realidad es que usamos a diario un lenguaje plagado de palabras y expresiones especistas, que atentan contra la integridad de los animales. Disculpen mi osadiÌa al usar la palabra “integridad” para referirme a los otros animales, puesto que es habitual que solo se utilice para hablar de la especie humana, considerada por muchos como superior.
Obviamente, de este supuesto surge una frase muy utilizada y que discrimina a los otros animales. Cuando se dice a una persona “eres un animal” significa que se la estaÌ llamando bruta, sin consideracioÌn o agresiva. Es un insulto que se usa con mucha frecuencia, sin darnos cuenta de que nosotros, los humanos, tambieÌn somos animales. No obstante, de esta frase surgen multitud de expresiones similares que evidencian la falta de empatiÌa que existe hacia el resto de animales no humanos. “La abandonaron como si fuera un animal”, “Lo encerraron como a un animal” o “La maltrataban como a un animal” son claros ejemplos de coÌmo el lenguaje estaÌ plagado de especismo. ¿Es liÌcito abandonar, encerrar o maltratar a un animal? EstaÌ visto que para la mayoriÌa siÌ, y es una tarea difiÌcil romper con este uso especista del lenguaje que, durante siglos, se ha extendido en nuestra cultura sin que se le dé mayor importancia o haya sido objeto de anaÌlisis exhaustivo por parte de los académicos de la lengua.
A veces se es maÌs expliÌcito usando el nombre de determinados animales para insultar a animales humanos. Por ejemplo, cuando se quiere llamar “sucio” a alguien se usa la frase “eres un cerdo”, obviando que los cerdos son animales bastante maÌs limpios de lo que se cree. Cuando se quiere llamar “vaga” a una persona se le dice que es “un perro”. Imagino que no se referiraÌn a los galgos usados por los cazadores o a los que son explotados en carreras de apuestas, perros que no descansan ni cuando intentan dormir por miedo a que los maten. Se usa el teÌrmino en masculino, ya que si la frase es “eres una perra” ataca directamente a las mujeres. Y no es el uÌnico insulto especista que nos discrimina solo a nosotras. Se nos llama “zorras”, de forma sexista, para insinuar que no somos libres para elegir nuestra vida sexual. “Es maÌs puta que las gallinas” se usa, una vez maÌs, para atentar contra esa libertad, y sin valorar que las gallinas son forzadas a criar para incrementar la produccioÌn destinada a la industria caÌrnica.
Son infinitas las expresiones usadas para discriminar a las mujeres que, a su vez, forman parte del lenguaje especista. A una mujer se le recrimina que “haya parido como una coneja o una cerda”, sin tener en cuenta, por un lado, que si una mujer da a luz a muchas o muchos hijos no es solo responsabilidad suya sino también de un hombre que no se pone un preservativo, o sin pensar que muchas se han visto forzadas a tenerlos por presiones y condicionamientos sociales. Por otro lado, tampoco se da importancia a que esas conejas y esas cerdas, al igual que las gallinas, son obligadas a parir para que sus bebeÌs les sean arrebatados para el consumo humano. DiscuÌlpenme otra vez por atreverme a usar el teÌrmino “bebé”, que se aplicado únicamente a humanos, en lugar de “cachorro”.
Esto demuestra, una vez maÌs, la importancia de que el feminismo vaya ligado al animalismo por el paralelismo que existe entre la discriminacioÌn a las mujeres y a los otros animales, incluso en el lenguaje. Sin embargo, una parte del movimiento feminista no es consciente auÌn de que el feminismo ha de ser interseccional y no puede dejar fuera a los animales no humanos, porque esas hembras, esas conejas, esas cerdas, esas zorras, esas gallinas son forzadas a parir y violadas previamente para que la especie humana se beneficie de su explotacioÌn. ¿Violadas? SiÌ. Violadas. Otra muestra clave del especismo en el lenguaje. No se puede decir que “los animales son violados”, ni por otros animales ni por humanos. De hecho, hay un eufemismo para la violacioÌn a animales por parte de los humanos. Se llama zoofilia. La RAE la describe como “amor hacia los animales”, lo que me horroriza notablemente, o bestialismo, que significa “relaciones sexuales de los humanos con los animales”. Lo que no dice es que no son relaciones consentidas. Cabe destacar que hasta 2015, la zoofilia o sexo con animales (violacioÌn en toda regla) no era penada en este paiÌs. Tampoco se puede afirmar, juriÌdicamente hablando, que un animal es asesinado, auÌn cuando un individuo mate a un animal con ensanÌamiento y alevosiÌa, pongamos como ejemplo un torero a un toro o un cazador a un ciervo. SeguÌn la ley, no se podraÌ considerar que ha habido un asesinato, pues ese teÌrmino solo se aplica al animal humano.
El poder del especismo en el lenguaje dariÌa para escribir muchas páginas, aunque seriÌa maÌs relevante reescribir el diccionario de la Real Academia de la Lengua, que acepta como vaÌlidos un gran nuÌmero de teÌrminos especistas que atentan cruelmente contra los otros animales. Es denigrante que sean menospreciados así. Bastante tienen con ser explotados, abandonados, torturados y asesinados (siÌ, asesinados) para encima ser usados como insultos.
Algunos pensaraÌn que tengo “un diÌa de perros” por mi criÌtica hacia nuestro lenguaje. Y siÌ, tengo un maravilloso diÌa de perros, rodeada de su amor y su lealtad. Gracias a eso no he sido demasiado dura en mis palabras. Mucho menos que cuando algunas personas le dicen a alguien que es un animal de forma despectiva, a modo de insulto.
Lenguaje y sociedad van intriÌnsecamente ligados. Lamentablemente, las palabras y expresiones especistas son una extensioÌn de la discriminacioÌn hacia los animales en nuestra cultura. Afortunadamente, cada vez son maÌs las personas que luchan a diario por el derecho de los animales a no ser menospreciados, maltratados, explotados y/o asesinados. Y esta realidad significa que el lenguaje tambieÌn evolucione hacia un uso sin prejuicios especistas. Por supuesto, tambieÌn somos muchas las personas a quienes no nos importa que nos llamen cerdo, burro, gallina o zorra, porque somos animales. De la especie humana, pero animales al fin y al cabo.
El especismo o, seguÌn la RAE, “discriminacioÌn de los animales por considerarlos especies inferiores”, va maÌs allaÌ de actos, acciones o tradiciones que tratan de forma despectiva a los animales. Impregna nuestro lenguaje, que no solo es sexista, homoÌfobo y racista, sino tambieÌn especista.
QuizaÌ por desconocimiento, puede que por falta de empatiÌa, pero la realidad es que usamos a diario un lenguaje plagado de palabras y expresiones especistas, que atentan contra la integridad de los animales. Disculpen mi osadiÌa al usar la palabra “integridad” para referirme a los otros animales, puesto que es habitual que solo se utilice para hablar de la especie humana, considerada por muchos como superior.