Cuando Violeta llegó a mi casa tenía todo el abdomen en carne viva, quemado, como si le hubiesen arrojado agua hirviendo o algún producto tóxico. La piel se le desprendía a jirones y las curas diarias eran dolorosísimas para ella. No sabemos qué le sucedió, pero sin duda tuvo un accidente grave y no hubiese sobrevivido sin ayuda en la calle. Tras varios meses de recuperación, consultas veterinarias y cuidados intensivos, encontramos una familia adoptiva para ella. Hoy Violeta es una gata alegre, regordeta y tremendamente feliz.
Durante los últimos diez años he acogido temporalmente en mi casa a multitud de animales abandonados y maltratados. Animales atropellados, envenenados, con heridas en el cuello por intentos de ahorcamiento, con el microchip arrancado, perros a los que habían abandonado atados a una farola. Y se me han muerto muchos en los brazos porque no recibieron ayuda a tiempo.
El día a día de cualquier voluntaria, casa de acogida o protectora de animales es frenético y agotador. Hacer frente a la realidad de un país con más de 300.000 abandonos al año desde pequeñas asociaciones, en su mayoría gestionadas por personas voluntarias y que no reciben prácticamente ninguna ayuda, es una tarea titánica y una labor invisible que bien merece la atención, el reconocimiento y el apoyo de nuestras instituciones. Son las propias vecinas y vecinos quienes se organizan, diseñan campañas, construyen albergues, ponen sus casas y el dinero de sus bolsillos para dar respuesta a esta realidad.
El cuidado de los animales es una de las grandes asignaturas pendientes de este país, que es, entre otras cosas, el que más animales de familia abandona cada año de toda Europa. La preocupación y la movilización social por el bienestar de los animales ha crecido de forma exponencial en los últimos años, pero la respuesta por parte de nuestras instituciones ya llega vergonzosamente tarde. La ética, la ciencia y la responsabilidad en la gestión de los recursos públicos hacen ineludible el desarrollo de políticas públicas de protección animal coherentes con la moral de nuestro tiempo.
En el Ayuntamiento de Madrid nos encontramos una institución anclada en la lógica del “control” que mantiene las dependencias responsables de los animales dentro del ámbito de la “salud pública”. Este enfoque tiene su origen en la vieja concepción de “mantener a raya” al resto de los animales, en la antigua idea de protegernos de ellos (en lugar de protegerlos a ellos) y evitar que afecten a las vidas de los humanos.
Mientras otros municipios ya tienen en funcionamiento oficinas, direcciones e incluso áreas específicas y especializadas en protección y bienestar animal, el Ayuntamiento de Madrid arrastra los pies en esta materia. El actual gobierno municipal de Almeida y Villacís no tiene ni una sola propuesta, ni una sola idea, ni una mínima voluntad de innovar para mejorar la situación de los animales y de quienes cuidan de ellos en la ciudad de Madrid. De hecho, hasta la fecha solo les hemos escuchado hablar de unos animales en concreto: los toros. Sí, les hemos escuchado hablar sobre aumentar el gasto público en tauromaquia, sobre sus reuniones con la Fundación Toro de Lidia, sobre impulsar la Escuela de Tauromaquia y sobre su compromiso con apoyar los espectáculos taurinos pese al creciente desinterés de la población.
Ahora acabo de ser nombrada concejala de Más Madrid en el Ayuntamiento de Madrid, y uno de mis principales compromisos es el de dar voz a los animales en el consistorio. Tenemos una hoja de ruta y un modelo de ciudad que incluye la convivencia responsable con los animales, la gestión ética de la fauna urbana, la promoción de la adopción frente a la compra, el fomento de la esterilización, el impulso decidido al Método CER para gestionar las más de 1.500 colonias felinas registradas en la ciudad, la educación en valores y la prevención del maltrato animal, la protección del vínculo entre las personas vulnerables y sus animales de familia.
Un modelo de ciudad donde el arte y la cultura no tienen nada que ver con espectáculos crueles con los animales, donde se facilita y se promueve un modelo alimentario más justo, sostenible y verde, donde se cuida la biodiversidad, donde los servicios de seguridad tienen los recursos que necesitan para actuar frente al maltrato animal, donde existen protocolos de actuación para atender a los animales en situaciones de emergencia, un modelo de ciudad donde se comprende que la relación que mantenemos con los animales es un termómetro para medir el avance y el progreso de una sociedad.
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