Pese a que hay realidades que existen aunque no sean nombradas, el hecho de conceptualizarlas, delimitarlas y teorizar en torno a ellas es el primer paso para modificarlas. Así sucedió con el especismo, cuyo término fue acuñado en 1970 por el psicólogo Richard D. Ryder (Reino Unido, 1940). A partir de ahí, toda una serie de reflexiones, que empezaron a cristalizarse en diferentes acciones y distintas formas de vida y pensamiento, desembocaron en la lucha que hoy en día se denomina como su contraria: el antiespecismo. Entendido el especismo por la propia RAE como la “creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales y por ello puede utilizarlos en beneficio propio”, cada vez más colectivos se focalizan en las demandas que persiguen el fin del sometimiento animal a los deseos e intereses humanos.
“Los animales están explotados, al igual que nosotras, porque viven en una violencia sistémica y estructural todos los días de su vida, por eso es nuestra responsabilidad solidarizarnos con su situación y respetar sus intereses”, comienza a explicar Maialen Sagüés, la portavoz de Nor Euskal Herria Antiespezista, plataforma que agrupa a 15 de estos colectivos del País Vasco. La activista incide en que los animales deben ser considerados como sujetos de pleno derecho en la sociedad, a quienes el sistema capitalista de explotación también oprime, pues no dejan de ser agentes con conciencia y capacidad de sentir. “Los animales han sido domesticados durante miles de años, condicionando sus vidas, encerrando a la mayoría. Los hemos establecido como mercancías y propiedades privadas, y hemos moldeado sus cuerpos y sus formas bajo nuestra dominación. Al final, los hemos convertido en máquinas de producción y han perdido sus capacidades como seres sintientes”.
Más allá de la tortura que atestiguan cada vez más imágenes e investigaciones en torno al sacrifico animal por parte de los humanos, el antiespecismo es una lucha radical, que se centra en la raíz del problema. “No coartamos sus vidas solo metiéndolos en una jaula, sino que los subyugamos desde que nacen hasta que mueren porque la mayoría de la sociedad entiende que su vida está destinada a la venta de su cuerpo”, comenta Sagüés. “El problema principal es que solo conceptualizamos a los animales como seres a los que explotar de una forma u otra. Solo los cuidamos en función de intereses humanos, sin atender a los suyos propios. Creemos que no existe un término medio porque no hay ninguna forma en la que puedas aprovecharte del cuerpo y el trabajo de otro ser y que eso pueda ser justo. Abolir ese mecanismo, la estructurada generada que los violenta, es nuestra meta”.
Veganismo y capitalismo
Por otra parte, el antiespecismo ha logrado un discurso transversal en el que también se puede observar una lucha contra la injusticia que sufre cualquier individuo en la sociedad. “Unimos reivindicaciones porque no se trata solo de que los animales tengan una vida concreta, sino que identificamos este sistema como uno que violenta a muchos otros sujetos. Hay un mensaje implícito en la forma, en el cómo se ha explotado históricamente a cada sujeto, pero la raíz es la misma, porque en ningún momento se deja de dominar y hacer un uso ajeno de la voluntad de otro ser, y esto se aplica a la liberación animal, el feminismo, el antirracismo y (la lucha contra) cualquier otra discriminación de la sociedad”, explicita Sagüés. De esta forma, el trabajo que desempeñan desde Nor Euskal Herria Antiespezista también está orientado a tejer lazos con otros movimientos sociales para que, poco a poco, vayan introduciendo la perspectiva de la liberación animal entre sus demandas.
Al fin y al cabo, en casi todos los centros sociales y locales en los que se lleva a cabo trabajo político han adoptado una opción vegana entre sus ofertas de comida, cuando no la única. La creciente concienciación en torno al sufrimiento que los humanos practican a los animales también ha sido vista como un filón por el capitalismo, deseoso de encontrar nuevos nichos de mercado. Aun así, la activista precisa que buscan lograr un “cambio de paradigma real, sin aceptar un veganismo dentro del capitalismo o las teorías y prácticas bienestaristas hacia los animales”, porque el objetivo es “lograr un discurso revolucionario que desafíe al sistema, haciendo entender a otros movimientos sociales que estamos en la misma lucha”, en sus propios términos.
Una de las máximas expresiones del antiespecismo, como sucede en cualquier lucha social, es mostrar, dar ejemplo, de que otro mundo es posible. Es lo que sucede en los santuarios de animales, donde se congregan especies de todo tipo. Inés Trillo es la cofundadora del Santuario Vacaloura ubicado en Santiago de Compostela y que desde 2013 acoge a decenas de animales procedentes de diversos lugares y experiencias. Así define ella estos espacios en los que la libertad animal se materializa: “Los santuarios son espacios en los que luchamos contra el especismo a través de la concienciación y ofreciendo a los animales aquello que necesitan y les niega la sociedad debido a la discriminación que sufren”.
La liberación animal es factible
De esta forma, los animales tienen la posibilidad de encontrar un trato justo, acorde a sus intereses, en el que se cubren todas sus necesidades que en otros lugares solo serían cubiertas si se les pudiera sacar un rendimiento económico de ello. “Es muy complicado llevar adelante un santuario porque a nivel legal no existimos como tal, ya que la ley ni siquiera contempla que los animales de granja no estén en un lugar diferente a aquel en el que son explotados. Por eso tampoco podemos recibir ayudas públicas, a lo que se suma el desinterés de los representantes públicos en que la gente vea cómo es posible vivir sin consumir ni torturar animales, así como darles una vida respetuosa. Subsistimos gracias a apoyos privados que empatizan con la situación de un animal en concreto o comparten nuestra forma de ver el mundo y quieren apoyarnos”, expresa la antiespecista.
Cuidar a más de 250 habitantes, tal y como les denominan, no es fácil. “Necesitamos espacios muy grandes para que las distintas especies tengan cubiertas sus necesidades de salir a buscar comida y pasear, por ejemplo. También necesitamos muchos recursos porque los animales de granja que rescatamos suelen llegar con enfermedades crónicas producidas a causa de la selección genética que los humanos han hecho de ellos, cuyo fin tan solo es la explotación, por lo que su organismo no está pensado para sobrevivir. Esto, cuando sobrepasan cierta edad, conlleva muchos gastos veterinarios”, narra Trillo. Entre ella y Mario, su compañero, cuidan a caballos, cerdos, ovejas, cabras, patos, gaviotas, ocas, conejos y palomas. Además, cerca de 30 voluntarios van periódicamente para ayudar en tareas como labores de limpieza y venta de algunos productos veganos en mercadillos para conseguir fondos. De la misma forma, como lo que no se comunica no existe, Nuria les proporciona una importante ayuda en cuanto a gestión de las redes sociales.
La cofundadora del santuario sí considera que se está llevando a cabo un avance en la lucha antiespecista. Así lo explica: “Hoy en día es mucho más fácil hablar de la liberación animal que hace diez años. Por otro lado, se nota cada vez más cómo el capitalismo intenta absorber la lucha con opciones en los supermercados, algo que está muy bien porque facilita esa opción de alimentación a la gente, pero con un peligro, y es que esa lucha se quede en una dieta. Hay que defender el antiespecismo como lo que es, una lucha política y no solo la dieta que lleva implícita”.
Una vida nueva para los animales rescatados
Vacaloura no ha dejado de crecer en los más de 7 años que tiene en su haber. Desde sus inicios, cada vez más visitas y colegios se acercan a conocer a los animales. “Eso nos ha permitido comprar un territorio definitivo en el que cuidar a los 250 animales, y es que empezamos con poco más de 30”, comenta. Además, este santuario en concreto también ejemplifica cómo el apoyo mutuo es la mejor forma de conseguir un fin que se considera justo: “No sabíamos nada de web y ahora nos ayudan con ello, y gracias a otro abogado tenemos más seguridad a la hora de realizar algún trámite legal o interponer denuncias”, explica Trillo.
La realidad tan oscura que asola a los considerados animales de granja y su destino de vivir y morir en condiciones deplorables es algo que en Vacaloura conocen muy bien debido a los rescates que llevan a cabo. En ocasiones, algunos animales que llegan al santuario proceden de decomisos a empresas efectuados tras las denuncias que interponen otras asociaciones animalistas, aunque muchos otros habitantes del lugar acarrean experiencias de maltrato por parte de sus antiguos dueños. Ahí es donde radica uno de los principales cambios en el paradigma: pasar de dueños, que ven el animal como una propiedad privada, a cuidadores, que conceptualizan al animal como un compañero al que reconfortar lo máximo posible.
“Aquí hay muchos patos que rescatamos de los parques de la ciudad, donde viven en una situación de total abandono por parte de la Administración. Otro ejemplo son los últimos peces que hemos rescatado de la Universidad de la ciudad, donde estaban en un estanque con problemas de desecación y dejaban que se murieran”, ejemplifica la cuidadora, quien agrega que otro caso similar son los animales de ganadería enfermos cuyos dueños dejan en el monte para que se los coman otros animales.
De nuevo, la visión de la sociedad y su crítica se configura como uno de los aspectos que más pueden ayudar al antiespecismo. Preguntada sobre los problemas que les ponen las diversas instituciones para efectuar estos rescates, Trillo responde que en algunos casos “la Administración apenas pone pegas a recuperar el animal, sobre todo en el caso de las aves de los parques, ya que la gente puede ver cómo sufren y mueren, y encontrar un cadáver de un pato que ha fallecido de una enfermedad no es agradable”. Recalca que los organismos públicos tampoco les ayudan en su labor, y enfatiza que los organismos públicos no se plantean poner fin a estas prácticas: “Con los patos, dejan que se reproduzcan porque no hay control de natalidad. Aunque todos los gobiernos nos han dejado ir a rescatarlos, lo tenemos que hacer con nuestro dinero y por culpa de un sacrificio al que no ponen fin porque no se quieren posicionar políticamente”, comenta al respecto.
En su caso, la natalidad es una de las cuestiones que más tienen presente en su día a día. “Castramos a los machos de aquellas especies en las que hacerlo con las hembras es más complicado, como yeguas y ovejas, pero cuando podemos lo hacemos en los dos sexos, como en los cerdos y gatos. En el caso de las aves, donde es bastante peligrosa esta práctica, lo que hacemos es un control por huevos, y los retiramos cambiándoselos por otros falsos o los pinchamos”, narra la cofundadora del santuario.
Conocer a los animales para saber cuidarlos
“Míralo, es como un perro”. Esa es la frase que más escuchan cuando algunas personas se acercan a conocer el lugar y juegan con los cerdos, por ejemplo. “Ese es el problema, que nosotros entendemos que el animal de compañía es un perro y solamente el perro, incluso los gatos están denostados dada la comparación que se les hace con ellos. No les damos esa consideración porque pensamos que no son iguales, pero cuando viene aquí la gente y ve a los animales que se han relacionado con otras especies y que han crecido teniendo un trato justo, se dan cuenta de que realmente sí se parecen a los perros. Esta semejanza no es innata, lo que ocurre es que no sabemos cómo se relacionan los animales porque nunca hemos llegado a conocerlos”, explica.
Su posición también es política, pues consideran que una lucha por la justicia, en cualquiera de sus ámbitos, así se debe considerar. “Nosotros estamos en contra de todo lo que suponga dolor y sacrificio para el animal. Nos da igual si es caza deportiva o para consumo, o si es un abrigo de pieles o un filete de ternera. Todo es un capricho cruel que los humanos no necesitamos”, explica. Sea como fuera, ejemplos como el de Nor Euskal Herria Antiespezista, que aglutina diversos colectivos animalistas, y el del santuario Vacaloura, que encuentra su lugar en el mundo de la mano de personas como Trillo, ayudan a comprender esta parcela cada vez más grande de la lucha social. “El antiespecismo es un movimiento relativamente corto en el tiempo en comparación con otros, así que estamos en una fase en la que estamos intentando dar a conocer y expandirnos. El movimiento en general tiene que tener paciencia, pero sin olvidar el objetivo que es la plena liberación animal”, concluye Sagüén.