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Babuinos en Murcia: xenotransplantes y otras atrocidades

Stop Camarles

26 de noviembre de 2022 06:01 h

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Los babuinos (o papiones), son autóctonos de África central y de algunas regiones de la península arábiga. Son animales extremadamente inteligentes y se encuentran entre los primates no homínidos más grandes; dependiendo de la especie, alcanzan una altura de entre 50 y 120 cm, y un peso de entre 14 y 40 kg.

Estos animales viven en grandes grupos sociales de 30 a 300 miembros y forman relaciones complejas entre sí. Adaptados a vivir en praderas, sabanas, bosques y desiertos, diariamente recorren más de 10 km para ir a lugares específicos donde alimentarse, beber o socializar. Junto con los humanos, son de los pocos primates que viven principalmente en tierra, habiendo dejado las alturas de árboles y acantilados sólo como refugio ocasional.

El pasado 12 de octubre, mientras otra exaltación de la violencia y el abuso tenía lugar, un babuino fue visto por las calles de Murcia cruzando una autovía y subiéndose a varios tejados. Finalmente, fue anestesiado y devuelto a la cárcel de la que había conseguido escapar, en la Granja Veterinaria de la Universidad de Murcia. Allí, sobreviven en la actualidad entre 50 y 70 babuinos hacinados en dos jaulas exteriores de 55 m2 cada una, las mismas jaulas en las que nacieron y en las que pasarán cada uno de los minutos de su vida hasta que sean “usados” en algún experimento.

El origen de esta “colonia” se remonta a finales de los años 90, cuando la empresa Imutran (antes Animal Resources Limited y ahora parte de Novartis), inició un proyecto de xenotransplantes de cerdo a babuino con el objetivo de hacer trasplantes de cerdo a humano. Este proyecto fue llevado a cabo en el infame Huntingdon Life Sciences, de Reino Unido, y en el Hospital Juan Canalejo, de A Coruña, y en el Hospital Virgen de la Arrixaca, en Murcia. Durante estos años, decenas de babuinos fueron atrapados en la naturaleza en Kenia y exportados, como mercancía, para ser usados en estos demenciales e inmorales experimentos.

En el año 2000, en Reino Unido, se publican los Diarios de la desesperación, 1.274 páginas de información y documentos que exponían las horribles condiciones en las que estaban los animales en las instalaciones de Huntingdon Life Sciences, demostraban la incompetencia y negligencias en los experimentos y, además, dejaban patente que, ante la falta de resultados y animados por Imutran/Novartis, los (mal llamados) científicos, falsificaron y ocultaron datos y resultados para intentar vender unos avances que claramente no existían.

Algunas de las “negligencias” reveladas son:

  • Muerte de un babuino al trasplantarle un riñón de cerdo que estaba congelado
  • Reutilización ilegal de los animales
  • Informes “deficientes” de las patologías de los animales usados
  • Uso de animales enfermos que no podían ser utilizados
  • Muerte de babuinos por ataques de vómitos y diarrea
  • Babuinos con síntomas como espasmos violentos, secreciones sanguinolentas, rechinar de dientes y movimientos oculares incontrolables
  • Babuinos agonizando, yaciendo inmóviles y acurrucados en sus jaulas
  • Muerte de un babuino por un derrame cerebral tras sufrir dos días de espasmos y parálisis
  • Hinchazón y secreción amarillenta del corazón de un cerdo transgénico trasplantado en el cuello de un babuino
  • No anotar el peso de los órganos que iban a ser trasplantados
  • Utilización de productos veterinarios sin etiqueta ni dosificación
  • Cuatro babuinos mueren electrocutados al caer un rayo en las jaulas en las que esperaban a ser exportados desde Kenia
  • Tres babuinos muertos a su llegada al aeropuerto de París, donde hacían escala, debido al pequeño tamaño de sus jaulas
  • “Sospechas” de la importación de animales con herpes b, que puede producir daños cerebrales e incluso la muerte en humanos

 A pesar de todo lo ocurrido en Reino Unido con HLS e Imutran/Novartis y las irrefutables pruebas sobre el falseo de datos, la inutilidad e irresponsabilidad de estos atroces experimentos y la extrema tortura a la que estaban siendo sometidos los animales, en España se siguió financiando este proyecto y, en colaboración con Imutran, se llevaron a cabo varios xenotrasplantes en Murcia y en A Coruña. Su mayor éxito fue la agónica supervivencia de un babuino con un hígado de cerdo durante ocho días.

Después de 20 años de “investigaciones”, el jefe de Cirugía General del hospital Virgen de la Arrixaca, Pablo Ramírez, admite que tuvieron que parar el proyecto porque no obtenían mejores supervivencias. Aún así, a día de hoy siguen insistiendo en el proyecto de trasplantar órganos de cerdo en humanos, pero ahora más centrados en dar palos de ciego modificando genéticamente a los cerdos.

Los xenotransplantes con cerdos como donantes forzados son un buen resumen de la profunda estulticia y el negocio detrás de la experimentación animal. El motivo de utilizar cerdos es que son animales de rápido crecimiento, de “fácil acceso” y cuyo cotidiano asesinato pasa desapercibido gracias a la industria cárnica. Según sus propias palabras:

“[Los cerdos] son animales de fácil acceso y con un período de crecimiento corto, además es un animal de abasto del cual se sacrifican diariamente más de 3.000.000 en todo el mundo para alimentación, lo que disminuye la controversia social sobre su uso en experimentación”.

Esto, evidentemente, no es ciencia; es una indescriptible aberración.

Todas estas son las consecuencias del erróneo planteamiento de base existente en la experimentación animal: no existe un estudio objetivo, válido y realista de lo que se aspira a conseguir en estos experimentos (siempre obviando la imposibilidad de cualquier ética en este contexto). Tal es así, que cuestiones tan triviales como que cerdos y humanos tienen esperanzas de vida muy dispares, no impiden seguir derrochando dinero y masacrando vidas para este despropósito. Según las palabras de Guillermo Ramis Vidal, investigador principal del proyecto en la Universidad de Murcia:

“Finalmente, si el xenotransplante llega a ser una realidad clínica habrá que ver la evolución de los órganos porcinos en el hombre conforme se vayan alcanzando supervivencias de años, pues la vida normal de un cerdo ronda los 15 años, frente a la edad media de 70-80 años del ser humano”.

En 2016, planearon la colocación de cámaras en las jaulas para estudiar el comportamiento y la cognición de los babuinos. Un estudio claramente absurdo, pues en ningún caso se podrá aprender nada válido de unos animales enjaulados que no pueden desarrollarse ni interactuar libremente entre ellos y con la naturaleza. De tal estudio lo único que se podría confirmar es cuán negativamente afecta el cautiverio a estos animales tan inteligentes.

En los últimos años, los babuinos de esta colonia también han sido utilizados para estudiar la enfermedad de Parkinson. En uno de los experimentos, asesinan y extraen el cerebro a 17 babuinos tras dos años de estudio. Su conclusión es que se deberían investigar más las diferencias entre especies porque, como era de esperar, los resultados en babuinos no guardan relación con los de los humanos. Sin embargo, continúan haciendo más experimentos con babuinos y otros animales.

Como ocurre en este caso con los babuinos, los repentinos cambios en el “uso” de los animales son frecuentes en el ámbito de la experimentación animal y parecen obedecer solamente a un intento de buscar o inventar una justificación para seguir lucrándose a toda costa del abuso, el inimaginable sufrimiento y la masacre de animales.

Ya sea por las más que presumibles irregularidades en la importación de los babuinos que en origen formaron la “colonia”; por la gravísima irresponsabilidad que demuestra la fuga del babuino el pasado 12 de octubre; por las horribles condiciones en las que sobreviven y el destino aún peor al que han sido condenados; por el cumplimiento de la legislación vigente y por dejar de promover y perpetuar el uso de primates no humanos para experimentación; o por la ciencia y la ética, esta “colonia” y su crueldad no pueden continuar existiendo. Por ello, junto a otras organizaciones, hemos solicitado a la Universidad de Murcia que ceda los babuinos a un santuario donde puedan ser rehabilitados y vivir el resto de sus días dignamente y sin una muerte programada.

Otras referencias:

Los babuinos (o papiones), son autóctonos de África central y de algunas regiones de la península arábiga. Son animales extremadamente inteligentes y se encuentran entre los primates no homínidos más grandes; dependiendo de la especie, alcanzan una altura de entre 50 y 120 cm, y un peso de entre 14 y 40 kg.

Estos animales viven en grandes grupos sociales de 30 a 300 miembros y forman relaciones complejas entre sí. Adaptados a vivir en praderas, sabanas, bosques y desiertos, diariamente recorren más de 10 km para ir a lugares específicos donde alimentarse, beber o socializar. Junto con los humanos, son de los pocos primates que viven principalmente en tierra, habiendo dejado las alturas de árboles y acantilados sólo como refugio ocasional.