Hace unos meses la Conselleria valenciana de Medio Ambiente ponía en práctica una iniciativa denominada “brigada antiincendios”. El proyecto consistía en soltar a unos 50 burros en el entorno del Parque Natural del Desert de Les Palmes con el fin de que los animales controlasen el estrato arbustivo, contribuyendo así a la prevención de los incendios forestales que, año tras año, asolan nuestros montes.
Unos meses más tarde saltaban las alarmas: varias personas, vecinas de la zona, denunciaban públicamente el mal estado de los burros que, según se podía apreciar en las imágenes difundidas, presentaban una evidente desnutrición. Una investigación posterior revelaba la triste muerte de 10 de los equinos. A partir de aquí comienza un cruce de acusaciones entre el ganadero propietario de los animales y la Conselleria, eludiendo ambos la responsabilidad en cuanto a la autoría de la propuesta inicial de soltar a los burros, su cuidado y su lamentable final, a pesar de que fue la propia administración la que publicitó este proyecto como una forma “sencilla, barata y ecológica de prevenir incendios forestales”. Por su parte, los veterinarios encargados de discernir sobre lo ocurrido, apuntan a la posibilidad del envenenamiento o al estrés por acoso, debido a que varios cadáveres han sido hallados en barrancos, lo que llevaría a pensar que algo asustó a los animales hasta el punto de provocar que se despeñasen.
En cualquier caso, y a la espera de los resultados definitivos de las necropsias, hay varios hechos sobre los que cabe reflexionar, pues resulta sorprendente la urgente necesidad de introducir animales para aclarar la maleza en el Desert, ya que cada año se autorizan batidas de jabalíes pretextando una superpoblación de individuos que causan tremendos daños en el parque. Los jabalíes son animales eminentemente herbívoros, que se alimentan precisamente de las especies botánicas que, según la arraigada creencia popular, favorecen la expansión del fuego, ignorando que, en realidad, el sotobosque forma parte fundamental del ecosistema forestal, reteniendo el suelo, regulando el ciclo del agua y protegiendo los brotes de los nuevos árboles que regeneran el bosque. Por tanto, basta con la acción de los animales que allí habitan para realizar un moderado clareo de la vegetación; además, estos animales abren senderos con sus fuertes patas aclarando el matorral, y mantienen la integridad de las balsas (naturales o artificiales) debido a que son muy presumidos, pasan mucho tiempo dedicados a su aseo personal y disfrutan mucho de un buen baño; revolcándose en los fondos acuáticos, conservan la profundidad de los estanques. Sin embargo, al parecer desparecieron misteriosamente y, por esta razón, hubo que introducir a los burros para hacer exactamente lo mismo que hacen los animales herbívoros silvestres cuando se les permite vivir.
Los burros son animales domésticos; esto significa que sus antepasados fueron capturados y domados por los seres humanos para aprovechar su fuerza en diversas actividades, principalmente trabajos agrícolas o como medios de transporte. A menudo nos horrorizamos al conocer los métodos de adiestramiento de los animales en los circos, lo que ha llevado a numerosas localidades a prohibirlos, pero son exactamente las mismas prácticas que se utilizaron para someter a los animales, antes salvajes, a la voluntad humana. Una vez domados los primeros individuos, la cría y la selección a lo largo del tiempo dan como resultado los animales que conocemos hoy. Uno de los caracteres más apreciados, y que por tanto más se favorecen durante el proceso de selección, es la docilidad. En consecuencia, el proceso domesticador tiene como finalidad conseguir individuos lo más sumisos posible, que hayan perdido su instinto de ser libres para acomodarse a lo que se espera de ellos, es decir, que realicen la labor que se les quiera asignar sin causar problemas a sus dueños. La obediencia, -que esa sí es una tendencia contra natura porque atenta contra el instinto básico de ser libres-, que existe de manera innata en todos los animales, tiene como contrapartida la dificultad de supervivencia en un medio que les pueda resultar hostil, por desconocido y porque la mano del ser humano los volvió dependientes.
Envenenados o asustados, los burros no debieron ser dejados a su suerte en el Desert. Si bien el proceso de domesticación puede ser revertido -porque estos equinos, a pesar de su inmerecida fama, son, en realidad, animales muy inteligentes-, necesitan un tiempo de adaptación, de manera que los primeros días hay que aportarles agua y el alimento al que estén acostumbrados a recibir para que, poco a poco, conozcan su nuevo entorno, se sientan cómodos y recuperen su vida en un espacio natural, además de vigilarlos para comprobar su evolución y proporcionarles un refugio donde puedan guarecerse y sentirse seguros, pues están acostumbrados a vivir en un establo.
Como han aparecido diez cadáveres y el resto presenta estado de desnutrición, la conclusión es que nadie se preocupó por ellos. Ahora, tras el fracaso de este proyecto, los jabalíes, de quienes no se había vuelto a saber desde la creación de la “brigada ecológica antiincendios”, reaparecen prodigiosamente en el Desert, así que la Conselleria vuelve a autorizar las batidas para cazarlos, sin tener en cuenta su importante papel en el ecosistema forestal para la supervivencia de muchas otras especies, y mucho menos que estamos ante individuos conscientes que tienen interés por vivir y por disfrutar de sus vidas.
En una época en la que hay una creciente sensibilidad social hacia los demás animales, basada en la propia experiencia de quienes tratamos habitualmente con ellos y en los numerosos estudios que nos informan de sus complejas capacidades emocionales y sociales, no son de recibo tales actuaciones. Primero domesticamos a los burros, les sacamos de su hábitat y los seguimos seleccionando para fabricar individuos que obedezcan mansamente para plegarse a los caprichos humanos sin oponer resistencia, pero de nada les sirve su lealtad cuando a alguien se le ocurre hacer un experimento, los convierte en brigadistas pretendiendo que recuperen, de repente, su capacidad de supervivencia en el medio natural, y al aparecer muertos y desnutridos tras una denuncia pública, -ya que ha sido necesaria la intervención de las personas que han visto la mala situación de estos animales-, tampoco pasa nada; los supervivientes vuelven a su establo y nadie se hace responsable.
Acabado el programa antiincendios, vuelven las escopetas al Desert, porque no importa que hablemos de burros o de jabalíes, los demás animales siguen sometidos al capricho de algunos seres humanos, que los confina o libera, olvida o mata a conveniencia, ignorando tanto a la ciencia como a la evolución social, una evolución que, afortunadamente, denuncia y considera inadmisibles, cada vez en mayor grado, las prácticas que consisten en utilizar a los demás animales, reconociendo sus derechos y otorgándoles el lugar y la consideración que en justicia les corresponden.
Hace unos meses la Conselleria valenciana de Medio Ambiente ponía en práctica una iniciativa denominada “brigada antiincendios”. El proyecto consistía en soltar a unos 50 burros en el entorno del Parque Natural del Desert de Les Palmes con el fin de que los animales controlasen el estrato arbustivo, contribuyendo así a la prevención de los incendios forestales que, año tras año, asolan nuestros montes.
Unos meses más tarde saltaban las alarmas: varias personas, vecinas de la zona, denunciaban públicamente el mal estado de los burros que, según se podía apreciar en las imágenes difundidas, presentaban una evidente desnutrición. Una investigación posterior revelaba la triste muerte de 10 de los equinos. A partir de aquí comienza un cruce de acusaciones entre el ganadero propietario de los animales y la Conselleria, eludiendo ambos la responsabilidad en cuanto a la autoría de la propuesta inicial de soltar a los burros, su cuidado y su lamentable final, a pesar de que fue la propia administración la que publicitó este proyecto como una forma “sencilla, barata y ecológica de prevenir incendios forestales”. Por su parte, los veterinarios encargados de discernir sobre lo ocurrido, apuntan a la posibilidad del envenenamiento o al estrés por acoso, debido a que varios cadáveres han sido hallados en barrancos, lo que llevaría a pensar que algo asustó a los animales hasta el punto de provocar que se despeñasen.