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Los caballos que sí ganaron la carrera

El pasado 21 de Octubre, un hombre, un asesino llamado Eugenio Sánchez (vecino de Manacor, Mallorca), ingresó en prisión para cumplir una condena de 8 meses por haber matado a palos a su caballo Sorky Das Pont, después de que el animal hubiera obtenido malos resultados en una carrera en Palma de Mallorca. Este repugnante despojo humano utilizó una barra con la que le partió el cuello al caballo después de ensañarse a golpes con él. En el auto, sin precedentes en España, la juez dice que “la muerte atroz de este caballo de carreras en su propia cuadra del hipódromo es una aberración en el siglo XXI”. La juez afirma que el asesinato de Sorky se realizó con “un método brutal como pocos existen”. Y que actuó de esta forma tan violenta “solo porque se enfadó por la mala carrera de Sorky”. La juez destaca que una muerte a palos es una de las más angustiosas y, además, puede no ser inmediata, sino producir agonía. Lamentablemente, la Audiencia Provincial de Baleares estimó poco después el recurso de excarcelación del condenado.

En la otra cara de la moneda nos encontramos al CYD Santa María, en Alhaurín de la Torre (Málaga), una asociación y albergue para caballos abandonados y maltratados. Las fundadoras y almas de este albergue son Concordia y Virginia, dos hermanas que hace 10 años decidieron crear este refugio para poder atender y dar un hogar a caballos procedentes del maltrato y el abandono.

Entrar en el CYD es percibir de inmediato la paz y serenidad que transmite el lugar. La finca, situada en un terreno desigual, que no es llano, permite hacerte una idea desde arriba de sus dimensiones y de la distribución de las distintas zonas. En una se ve a los potros, en otra a los ponis, en otra a los caballos adultos. Luego están las distintas zonas para caballos enfermos, para otros que todavía no son aptos para estar con los demás. En total, viven ahí alrededor de 60 caballos y ponis. Su paz y tranquilidad es contagiosa, hay una armonía natural, nada es forzado, todo transcurre lenta y apaciblemente. La ya bien conocida profundidad emocional del caballo y sus virtudes como ser espiritual inundan esta preciosa finca, donde también hay perros, gatos y hasta pavos reales, todos rescatados, y donde cada uno de los árboles plantados tiene un nombre en recuerdo de los que vivieron y pasaron por allí.

Virginia me cuenta que la idea de abrir el centro les vino por un caballo llamado Campeón. Un día, recibieron la llamada de un veterinario desde una carretera en Tarifa, comunicando que en la cuneta había un caballo tirado en muy mal estado. Tenía una herida importante en la parte trasera, no se podía levantar y el veterinario necesitaba ayuda para moverlo. Por desgracia, no se pudo salvar a Campeón, ya que tenía una lesión irreversible de columna, pero en ese momento Concordia y Virginia decidieron abrir un albergue donde llevar a los caballos necesitados de asistencia. Y así ha sido en los últimos 10 años en el CYD. Virginia relata las historias de todos los que han pasado por allí y de los que llegaron para quedarse. Cada uno, después de haber sufrido su inmerecida dosis de abandono o violencia.

Me habla de Promesa, una yegua abandonada, esquelética, con el ojo destrozado, de la que alguien les dio parte. Cuando fueron a verla se dieron cuenta de que en ese momento no tenían medios suficientes para levantarla y llevarla al refugio, y le prometieron que irían a buscarla al día siguiente. Y así fue, de ahí su nombre. La rescataron y la llevaron al albergue, donde conoció a Valor, otro caballo rescatado del que se hizo inseparable.

Allí está también Estrella, una yegua con una pata destrozada, víctima de una práctica cruel muy común, que consiste en atarles las patas con cuerdas, cables o cadenas para obligarlos a que se tumben en el suelo con el propósito de hacerles sentir vulnerables, volverlos dóciles a la fuerza y así reducir al máximo el periodo de entrenamiento del animal que, llevado a cabo como es debido, debe hacerse lentamente, con afecto y sin imposición, para establecer una relación con él y ganar su confianza. Al tumbar al caballo, lo que hacen es violentarlo, atemorizarlo, y obedece por miedo. Los caballos rara vez se tumban en el suelo, pues ellos tienen asumido que es una posición de debilidad y que tumbados están expuestos al ataque de los depredadores. Solo se ve un caballo tumbado cuando está completamente confiado o enfermo.

Me cuenta las historias de Almendro, Alhajita, Rima (que perdió un ojo por ser golpeada), y Blancanieves y Simphony, dos yeguas que sobrevivieron de un grupo de varios caballos que se ahogaron después de unas inundaciones. Simphony es agorafóbica y no quiere salir al exterior porque relaciona estar al aire libre con el peligro y piensa que si sale le va a pasar algo malo. Su terapia va muy lentamente.

Cada caballo llega al centro con sus problemas físicos y emocionales, y cada uno se cura y cicatriza a su propio ritmo. Según me cuenta Virginia, en muchas ocasiones no es fácil enterarse y acudir a socorrer a un caballo en el momento que está siendo maltratado, ya que, al contrario que los perros, que lloran y gimen cuando se ejerce violencia física contra ellos, los caballos no lloran ni gritan y sufren los golpes en silencio. Al ser un animal que busca la huida, lo más que hacen es intentar salir corriendo.

Me asegura que de los caballos que vemos en el campo a lo lejos y creemos que están libres y en buenas condiciones, muchos de ellos no lo están, y seguramente estén atados o tengan trabas en las patas para impedirles que anden, pues se siguen usando aunque estén prohibidas.

La historia de Adham demuestra la extrordinaria sensibilidad de estos animales. Su dueño, que no quería gastar más dinero en él, lo encerró en un box sin agua ni comida para que muriera. En los boxes contiguos, murieron todos sus compañeros, con los dientes rotos por haber intentado comer la cal de los muros. Cuando CYD Santa María lo rescató, Adham estaba a punto de morir también. Muy asustado y deprimido, no quería relacionarse con nadie del Albergue. Excepto con una voluntaria muy joven que también estaba profundamente triste: hacía muy poco que su hermano había muerto. Entre Adham y la joven Lisanne se estableció un emocionante vínculo de empatía, que no los ha separado jamás.

Con respecto a lo que supone rescatar a un caballo, en términos de operativo, se necesitan unas 6 u 8 personas, un vehículo especial para transportarlo y en ocasiones una grúa para poder sacarlos de barrizales o barrancos. Una vez rescatado y llevado al albergue, se hace una valoración del estado físico y emocional del animal y de las enfermedades o dolencias que tenga. Las más comunes son la malnutrición por abandono, las patas rotas y las narices partidas por maltrato, la pérdida de visión por golpes de palos o varas, problemas en la boca por haber llevado hierros, problemas de piel con heridas ulceradas.

En términos económicos, recuperar un caballo es bastante costoso. Si tenemos en cuenta que el cuidado básico de un caballo sano suele salir por 150 euros al mes, a partir de ahí debemos sumar los cuidados especiales que puedan necesitar de odontología, oftalmología, traumatología y otros cuidados. Por poner un ejemplo, un herraje ortopédico, necesario para los que tienen lesiones, cuesta más de 150 euros. Por no hablar del tiempo que tardan en recuperarse los que sufren malnutrición, que nunca es menos de un año, ya que, aunque se pueda observar mejoría en un par de meses, la recuperación total no se alcanza hasta por lo menos los 12 meses, pues hay que evitar alimentarlos en exceso para que no sufran cólico.

En la parte emocional, en su mayoría llegan aterrados, desconfiando de los humanos y con una carga de estrés que en muchos casos los ha llevado a autolesionarse.

Hay que decir que el CYD Santa María se mantiene únicamente con el aporte privado de los socios y padrinos, y no tiene ninguna subvención de ningún organismo, pese a que, en muchísimas ocasiones, los ayuntamientos, policía y guardia civil les piden ayuda para rescatar y albergar caballos. Hace 4 años, un ayuntamiento cercano le pidió ayuda al CYD para rescatar 30 caballos. Una vez que fueron rescatados y llevados al albergue y, pese a que la juez dictaminó que el ayuntamiento se debía hacer cargo de todos los gastos de manutención de los animales, la asociación no percibió ni un euro, y a día de hoy todavía están esperando a que ese ayuntamiento cumpla con su obligación.

La labor del CYD va mucho más allá del rescate de estos animales por todos los pueblos y provincias de Andalucía, también son muy activas con las denuncias por maltrato y abandono de caballos en toda España, y como asociación han interpuesto denuncias en Madrid, Cataluña, Murcia, Valencia o Galicia. La media es de unas 20 denuncias al mes.

Una práctica común es llevar al caballo al borde de un río y atarlo a un árbol para que muera ahogado. Cuando aumenta el cauce después de las lluvias, el caballo no puede escapar y se ahoga. En los últimos 5 años ha habido un incremento de casos de abandono, que se han disparado, mientras que la cifra por maltrato parece haber descendido levemente. Según los datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, desde 2012 hasta principios de este año más de 200.000 caballos en España han terminado en el matadero: caballos abandonados; caballos ancianos de monta, después de pasar por muchos amos; muchos, desechos de la actividad hípica.

Es necesario concienciar a la sociedad de la problemática de los caballos en España. La asociación CYD consiguió un logro importantísimo a raíz de que el Consejo de Estado les encargara en 2010 un estudio sobre la situación, los problemas y las necesidades de los caballos en nuestro país. Después de más de un año trabajando en este informe, Concordia y Virginia consiguieron que el Congreso de los Diputados aprobase cambiar para los caballos la calificación de animal de renta por la de animal de compañía doméstico, con las consideraciones y consecuencias legales que esto conlleva. En opinión de Virginia, aunque esto haya supuesto un paso de gigante desde el punto de vista de la protección de estos animales, la segunda parte de este logro está todavía por llegar para que se pueda considerar un rotundo éxito, y esta segunda parte implica que la sociedad vea realmente al caballo como un compañero y un miembro de la familia, y deje de verlo como un animal que debe tener forzosamente una utilidad, como pueda ser la monta.

Tantos y tantos caballos languidecen entristecidos en boxes de hípicas de lujo, después de que su dueño lo haya comprado y llevado allí para montarlo él o sus hijos, haya perdido interés al cabo de un tiempo y deje de visitar a su caballo, lo que supone que pueden pasar meses sin que el animal salga de un habitáculo minúsculo. Virginia me habla emocionada de las maravillosas cualidades de los caballos: su famosa nobleza e inteligencia, su afectividad y necesidad de contacto y compañía, su delicadeza en el trato, por no hablar del agradecimiento que nuestra especie le debe a este animal por la importantísima aportación que ha supuesto para nuestra civilización a lo largo de siglos. Siempre a nuestro lado, siempre leales, siempre dispuestos a ayudar y obedecer.

Desde estas líneas quiero agradecer profundamente a Concordia, Virginia y a todos los voluntarios del CYD Santa María la gran labor de rescate y concienciación que hacen por los derechos y el bienestar de los caballos en nuestro país, y por el cuidado y cariño que le proporcionan a todos los caballos que llegan al albergue y que, gracias a ellas, han tenido la oportunidad de recuperar la dignidad y la libertad que nunca debieron haber perdido.

Mi emocionado recuerdo a Sorky Das Pont, víctima del odio y la maldad del ser humano. Ojalá pueda estar sonriendo desde algún lugar a todos sus hermanos que sí pudieron ganar la carrera. A Sorky, que ya descansa en paz:

Estaba entre los ruidos,

herido,

malherido,

inmóvil,

en silencio,

hincado ante la tarde,

ante lo inevitable,

las venas adheridas

al espanto,

al asfalto,

con sus crenchas caídas,

con sus ojos de santo,

todo, todo desnudo,

casi azul, de tan blanco.

Hablaban de un caballo.

Yo creo que era un ángel.

(Oliverio Girondo)

El pasado 21 de Octubre, un hombre, un asesino llamado Eugenio Sánchez (vecino de Manacor, Mallorca), ingresó en prisión para cumplir una condena de 8 meses por haber matado a palos a su caballo Sorky Das Pont, después de que el animal hubiera obtenido malos resultados en una carrera en Palma de Mallorca. Este repugnante despojo humano utilizó una barra con la que le partió el cuello al caballo después de ensañarse a golpes con él. En el auto, sin precedentes en España, la juez dice que “la muerte atroz de este caballo de carreras en su propia cuadra del hipódromo es una aberración en el siglo XXI”. La juez afirma que el asesinato de Sorky se realizó con “un método brutal como pocos existen”. Y que actuó de esta forma tan violenta “solo porque se enfadó por la mala carrera de Sorky”. La juez destaca que una muerte a palos es una de las más angustiosas y, además, puede no ser inmediata, sino producir agonía. Lamentablemente, la Audiencia Provincial de Baleares estimó poco después el recurso de excarcelación del condenado.

En la otra cara de la moneda nos encontramos al CYD Santa María, en Alhaurín de la Torre (Málaga), una asociación y albergue para caballos abandonados y maltratados. Las fundadoras y almas de este albergue son Concordia y Virginia, dos hermanas que hace 10 años decidieron crear este refugio para poder atender y dar un hogar a caballos procedentes del maltrato y el abandono.