Hace algunos días, con indiscutible buena intención, y según hemos sabido en colaboración con una protectora local, los integrantes del equipo de fútbol Zenit de Sant Petersburgo salieron al campo de juego de su ciudad abarrotado antes del partido, con sendos cachorritos en brazos para promover las adopciones de animales abandonados.
El gesto les ha valido millones de likes y comentarios positivos, y también algunos artículos elogiosos en medios de comunicación de todo el mundo. Para el equipo, la campaña de imagen ha sido un éxito. “La exposición de cachorros en brazos de futbolistas famosos para potenciar la adopción puede a priori sonar bien... porque nadie les ha preguntado a esos cachorros cómo se sienten”, alerta Eider Fernández, de Zintzoa Educación Canina.
Qué mejor manera de descubrir cómo se sienten esos cachorros que consultando con profesionales de la educación canina respetuosa (no confundir con educación canina “en positivo”).
Un estrés innecesario que pasará factura
No sabemos el tiempo que pasaron los perros en tránsito hasta llegar al campo, ni tampoco lo que tardaron en volver a sus lugares de cuidados. Lo que sí vemos en las imágenes es que se trata de animales de, aproximadamente, dos o tres meses de edad. ¿Qué necesidades tiene un cachorro en ese momento de su vida y, sobre todo, qué es lo que no necesita en absoluto?
“En edades tan tempranas los perros necesitan conocer el mundo de manera muy progresiva y acompañados de un referente con el que tengan vínculo y que les aporte seguridad”, explica Ana Durán, de Holístican. “Exponerlos a una experiencia de tal magnitud es muy invasivo y estresante para ellos, y puede ser contraproducente para su desarrollo físico y emocional”.
A pesar de que lo veamos a menudo, Ana Durán alerta de lo poco natural que es para la etología de un perro ir en brazos, opinión que comparte con Lucía Vicat, de Universican: “Los perros no son primates, ir en brazos es algo antinatural para ellos. Entrar en brazos de alguien en quien no confía, porque no le conoce, a un lugar como un estadio de fútbol repleto, implica no poder escapar de esa situación, y también implica sentirse indefenso, vulnerable y asustado”.
En una situación ideal, que es la que tendríamos que tratar de replicar cuando adoptamos animales tan pequeños, un cachorro de dos o tres meses se pasaría el tiempo durmiendo, mamando, retozando a ratitos con sus hermanos y su madre, explorando en un radio mínimo de distancia de la manada (no saldría aún de la madriguera) y volviendo a dormir. Y así durante todo el día. La madre y hermanos proveen de todo lo que el cachorro necesita en ese momento para crecer sano y equilibrado.
Un día en la vida de un animal de corta edad tiene mucha más trascendencia que en la de un perro adulto. “La impronta -desde el nacimiento hasta el cuarto mes- es un periodo extremadamente sensible en el que el animal adquiere la mayor parte de herramientas sociales que le servirán para relacionarse durante el resto de su vida, tanto con su entorno como con otras especies y también con la suya propia”, explica Vicat.
Para Silvia García, de Sinapsis Canina, la situación sobrepasa los límites: “Un estadio con miles de personas gritando, desconocidos que te cogen en brazos y te llevan lejos de lo que conoces, te manipulan, te retienen y no te dejan huir, la luz y el ruido te ciegan los sentidos... Este impacto experiencial y sensorial deja huella. Es una inundación tan extrema que es maltrato. Maltrato emitido en prime time”.
Potenciar la adopción, ¿y también el abandono?
Potenciar las adopciones con cachorritos adorables es potenciar las adopciones por impulso, algo que sabemos que conduce a una vergonzante tasa de abandonos que en nuestro país se estima en 300.000 animales por año. Una estadística que, con toda seguridad, no contempla las cifras reales de perros, gatos y otros animales exterminados de muy diversas maneras, antes de que nadie pueda contarlos.
“En 2020 entraron en las protectoras 162.000 perros. Navegando por redes sociales se puede comprobar que el número de publicaciones listando perros en adopción es infinito. Nuestra sociedad conoce perfectamente la problemática de los animales abandonados. ¿De verdad alguien puede considerar que exhibir cachorros en brazos de futbolistas va a ayudar con esta situación?”, se pregunta Silvia García.
Para Eider de Zintzoa la iniciativa promueve las adopciones por impulso, precisamente por el peso que tienen los famosos a nivel de fenómeno social, “y también fomenta el que las personas adopten sin evaluar lo que significa convivir con un perro y haciendo poco o ningún esfuerzo”.
¿Qué pasó con estos cachorros después del partido? ¿Quién gestionó las adopciones y cómo lo hizo? En el mejor de los casos, regresarían a la protectora de la que salieron con el fin de buscarles familias realmente adecuadas.
“Este tipo de acciones se contradicen con el objetivo final de encontrar familias aptas que adopten a los cachorros”, alerta Vicat. “Exponer a estos animales durante la etapa de la impronta a algo que les puede saturar así podría generar problemas en su comportamiento y conducir a su posterior abandono”.
Eider Fernández comparte esta visión. “A nivel etológico, la exposición de cachorros a un contexto como un campo de fútbol, la cantidad de gente, estimulación, ruido, luz blanca, etc. es generar una subida de estrés por sobreestimulación difícil de gestionar para la fisiología de un perro joven. Sabemos que el estrés y la sobreestimulación en edades tempranas origina problemas que pueden alargarse hasta la edad adulta por una incapacidad de gestión asociada a la edad, que deja procesos traumáticos”.
Los perros adultos también fueron cachorros
Todas las personas que colaboramos con protectoras de una u otra manera conocemos la obsesión por adoptar cachorros. Es una situación paradójica, ya que luego la mayor parte de la gente no está realmente preparada para gestionar las necesidades de un perro de corta edad y suelen ser una fuente de frustración y problemas, sobre todo para los animales, cuyas necesidades etológicas pocas veces son respetadas. Quieren un cachorro, pero están deseando que crezca para que deje de comportarse como tal.
Lo cierto es que adoptar o acoger a un perro adulto, asesorándonos bien sobre su carácter y las exigencias de cada etapa vital, tiene muchas ventajas. De hecho, esos perros adultos que llenan las perreras y protectoras de nuestro país fueron adorables cachorros, en muchas ocasiones abandonados por sus familias humanas que no quisieron, o no pudieron, estar a la altura de la situación.
“Obviamente, ver cachorros siempre despierta emociones agradables y una sensación de protección, pero sería preferible optar por promover la adopción de perros adultos, que en comparación con los cachorros abandonados tienen muchas menos posibilidades de ser adoptados rápidamente por las familias”, señala Marco Moretti, de Pelutopía.
Ana de HolístiCan comparte su opinión y pone el foco en la importancia de visibilizar a perros de edades más avanzadas que también necesitan el calor de un hogar. “Cientos de miles de perros adultos se pasan largas temporadas entre rejas esperando ser adoptados. Muchos mueren sin tener la oportunidad conocer la vida más allá de los barrotes de un chenil”.
“Con un perro adulto crear una experiencia positiva en un estadio también sería mucho más factible, siempre bajo la supervisión de profesionales del sector del bienestar animal y siempre considerando las características individuales del perro”, añade Moretti.
Alternativas respetuosas
“Aprovechar la repercusión mediática para fomentar la adopción es una gran iniciativa”, reconoce Durán, “sin embargo, hay que encontrar alternativas más respetuosas con el animal y con su bienestar integral”.
Nos encanta llevar a nuestros compañeros peludos a todas partes, y se ha fomentado mucho la imagen del perro “todoterreno”, con el consiguiente exceso de estimulación de los animales por encontrarse en situaciones que los desbordan. Con su potente olfato y su fino oído, los perros viven situaciones cotidianas para nosotros (pasear por la ciudad, tomar algo en una terraza, hacer jogging o ir de tiendas) como una verdadera inundación. El resultado son animales reactivos y con muchos problemas de gestión.
“Las actividades humanas, diseñadas para la especie humana, generalmente no son aptas ni están diseñadas para ser disfrutadas por otras especies animales”, explica Lucía Vicat. “Solidaridad es también educar a la sociedad en cómo son los perros, qué necesitan y qué no. Esto les beneficiará a largo plazo, y también beneficiará a nuestra sociedad humana que crecerá en respeto y empatía hacia otras especies gracias a comprenderles mejor”, añade.
Moretti piensa en alternativas viables y respetuosas: “Personalmente, como etólogo, pediría la disponibilidad de los jugadores para grabar vídeos con perros en un contexto adecuado más que verlos expuestos en un estadio a experiencias realmente complicadas en las que no pueden entender si lo que está sucediendo es algo agradable o un peligro potencial”.
“Reemplazar a los perros por sus fotografías recortadas en silueta de cartón y a tamaño real o armar un espacio en el estadio a modo de 'galería de la fama' con fotos de animales en adopción”, son algunas de las ideas que aporta Lucía Vicat. “Los jugadores también pueden hacer una donación a las protectoras locales, dando así ejemplo al resto de la sociedad”, añade la etóloga de Universican.
“Todas las iniciativas que puedan aumentar las adopciones deben ser apoyadas y estimuladas, pero debemos asegurarnos de que estén en línea con el bienestar de los perros. en otras palabras, no solo podemos compartir buenas intenciones, sino que es extremadamente importante evaluar las formas elegidas para obtener un resultado”, señala Moretti.
“Si alguien quiere convivir con un perro, que se esfuerce por conocerlo y saber primero lo que es un perro. Ese esfuerzo previo va a ser infinitamente más pequeño que todo lo que conllevará la convivencia posterior. Si no estás dispuesto a esa parte, tal vez no debas convivir con un perro”, concluye Fernández.