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La determinación animalista de Gustavo Petro, alcalde de Bogotá

La protección animal en Colombia

Permítanme un par párrafos de historia, y así evitamos perdernos en una maraña de leyes, sentencias, instancias y jerga jurídica.

En 2004 se redacta en Colombia la Ley 916 de “Protección Animal”, que incluye un reglamento taurino que ningún amante de la mitología puede dejar de leer. Con expresiones que no se usan desde el Mío Cid, un grupo de nobles caballeros con armadura y hachas de petos redacta uno de los textos más alucinantes que se conozcan en ámbitos legislativos de la era moderna (esto es, no escrito en piedra).

En ese mismo estatuto, mediante el que supuestamente se debería haber tendido a la protección de los animales, el poderoso lobby taurino colombiano influye directamente sobre unos apocados legisladores que mientras lamían sus botas de latifundistas votaban a favor de aprobar un texto donde sólo faltaba culpar de las tormentas a Zeus y del mal de amores a Afrodita.

En 2010, la Sentencia C666 llega para plantear nuevos escenarios en el asunto, como, por ejemplo, la prohibición de celebración de espectáculos taurinos en lugares donde no se pueda demostrar la tradicionalidad ni en ciertas épocas del año que deberían estar también bien justificadas. Además, la Sentencia pide morigerar el dolor y sufrimiento de los animales en la lidia.

La Sentencia C666 incluye párrafos tan maravillosos como el siguiente:

“Aunque obvia, valga mencionar que la justificación radica en una apreciación fáctica incontestable: no hay interés más primario para un ser sintiente que el de no sufrir daño o maltrato. Y debe ser este uno de los valores primordiales dentro de una comunidad moral que actúa y construye sus relaciones dentro de los parámetros del Estado constitucional”.

En ese texto se basa el Alcalde Mayor de Bogotá, Gustavo Petro, para plantear a la Corporación Taurina un cambio en la dinámica de la lidia en el sentido de la Sentencia; en caso contrario, no les volvería a arrendar la plaza pública de la Santamaría para seguir realizando estos festejos. La Corporación Taurina se negó, y Gustavo Petro mantuvo su postura. Gracias a esta decisión del alcalde, desde el año 2012 no se realizan corridas de toros en la capital colombiana.

Como podía augurarse, el lobby taurino comenzó con sus estrategias políticas, mediáticas y jurídicas para perjudicar a Petro y echar atrás la decisión. Las estrategias políticas les resultaban peligrosas en un país -y más aún en su ciudad capital- donde las y los ciudadanos se posicionan abierta y mayoritariamente contrarios a estos espectáculos. Las estrategias mediáticas demasiado frontales corrían la misma suerte. La batalla jurídica la perdieron en varias ocasiones, pero parece ser -aún hoy no podemos confirmarlo al 100%- que su último órdago jurídico contra el alcalde y contra su decisión de frenar esta salvajada sangrienta en la ciudad capital (decisión, además, ampliamente avalada por el pueblo), conseguirá finalmente su objetivo: la Corte Constitucional estaría a punto de hacer pública una sentencia que, teóricamente, obligaría al consistorio a volver a arrendar la plaza a la Corporación Taurina. Y es que aquí viene lo mejor.

Una huelga de hambre escenificada

Hace apenas unos días un grupo de novilleros comenzó una escenificada huelga de hambre en la puerta de la plaza de la Santamaría de Bogotá para pedir que regresen los espectáculos sangrientos y embrutecedores, y de aquí desprenderé algunas reflexiones, no sin antes aclarar mi intencionada utilización de la palabra “escenificada” referida a esta huelga de hambre, que más bien veo como una huelga de verdades.

En una entrevista en radio, uno de los “huelguistas” manifestó: “A Petro sólo le quedan 18 meses de mandato, seguiremos en huelga de hambre ese tiempo si fuera necesario”. Al parecer quieren batir el récord universal y cósmico en días de huelga de hambre, superando los 500. Tal nivel de ignorancia sólo puede demostrar lo que ya intuíamos: no estamos en un escenario de protesta legítima, sino frente a una escenografía orquestada por la corporación, en la que tocan sus instrumentos los medios de comunicación y el sector político con intereses, y estos pobres tontos útiles que están en huelga de verdades. Ni tan sólo estudiaron el hecho, ni saben qué consecuencias tendría dicha participación en este tipo de protestas. Las responsabilidades de esta “gran idea” deben recaer sobre quienes incitaron a estos muchachos a emprender semejante travesía por la estupidez.

Y ¿para qué esta huelga?. Ahí viene lo nauseabundo: marcar agenda a la justicia colombiana, crear la escenografía para la salida de la tan anunciada sentencia. Tan vomitivo y repugnante como eso.

Gustavo Petro, un alcalde transformador y animalista

Por costumbre histórica las grandes corporaciones de medios masivos latinoamericanos se dedicaron a tratar de marcar agendas políticas y hojas de ruta a todas las fuerzas y poderes públicos y privados, incluyendo la justicia, y ni Colombia ni este caso son una excepción. Gustavo Petro es un animal molesto en esta selva: es honesto, abierto, idealista y valiente, ha denunciado los peores casos de corrupción y representa la voz de los movimientos sociales ninguneados, de las clases bajas desoídas, de los trabajadores excluidos. Se ha transformado en un transformador, abierto a las nuevas ciudadanías y a nuevas sensibilidades, favorable sin complejos a los derechos aún no conquistados -como los derechos de los animales-, llevando adelante políticas de inclusión y participación, de refuerzo de lo público como capital social; en definitiva, representa la fuerza de los más débiles en la ciudad y cada día más en todo el país.

Como no podía ser de otra manera, un gobierno abierto y progresista como el de Bogotá es ejemplo también en políticas públicas de protección animal. A la administración liderada por Gustavo Petro le debemos hechos tan históricos como la sustitución de más de 3.000 caballos trabajadores, que hoy se encuentran jubilados, y cuyos antiguos dueños han sido integrados en un circuito laboral digno. Estos caballos, que sufrían un enorme maltrato dada sus condiciones de trabajo y de vida, eran utilizados para recolectar residuos, escombros y chatarra en las calles bogotanas.

En dos años de mandato, además del freno a las corridas de toros y la mencionada sustitución de los 3.000 caballos trabajadores, el mismo gobierno de la ciudad colaboró con la campaña para la prohibición del uso de animales en circos en toda Colombia (aprobada el año pasado), creó y diseñó una política pública para animales de compañía que servirá para varias décadas de gestión pública en la ciudad. Actualmente trabaja en varios proyectos de la misma índole.

Nunca, en un periodo de tiempo tan corto, un alcalde capitalino en Latinoamérica había hecho tanto por la protección de los animales desde una visión tan acertada como la creación de un sistema de política pública solvente, sostenible y metódico.

Nunca antes, tampoco, la inescrupulosa caterva taurina había descargado tanta artillería contra un cargo electo utilizando métodos de camorra. Se ha trazado una línea entre lo digno y lo indigno; entre lo frontal y lo oscuro; entre lo pacífico y lo violento; entre Gustavo Petro con la sociedad decente, por un lado, y este lobby minoritario, poderoso, despreciable y violento, por el otro.

Todos estos factores hacen que Gustavo Petro haya sido perseguido políticamente, mediáticamente apaleado, pero socialmente apoyado y defendido. Quisieron destituirlo, estuvieron cerca pero no pudieron. Quisieron revocarlo, tampoco pudieron. No le permitieron gobernar, y aún así Bogotá es la primera ciudad a nivel mundial más premiada y con más reconocimientos internacionales por diferentes razones, tan diversas como “liderazgo climático”, innovación, “mejor enfoque de género” por sus políticas de igualdad, caída de la delincuencia e, incluso, por protección animal. Un artículo en el portal internacional MSN resume estas menciones y distinciones en los dos años de mandato de Gustavo Petro frente a la Alcaldía Mayor de Bogotá. Yo personalmente entregué al alcalde Petro el “toro blanco”, símbolo abolicionista que recibieron personajes tan representativos de la Cultura de la Paz como el propio Dalai Lama.

El lobby taurino y la manipulación de los medios

De todo lo comentado, lo que me parece más patético, preocupante, denigrante, es el circo que están haciendo los grandes medios colombianos con este asunto. No me cabe ninguna duda de que fueron estas corporaciones casposas las que diseñaron esta escenografía, empujando a estos pobres diablos a emprender una huelga de hambre con el compromiso y promesa de difusión de la misma, cosa que están cumpliendo a rajatabla. Por su interés en embrutecer al pueblo mediante las corridas y los espectáculos violentos y sanguinolentos, y de paso (o al revés) en atacar al alcalde de Bogotá Gustavo Petro, estos medios de manipulación masiva pretenden así incentivar y provocar la posición de la Corte Constitucional. De forma curiosa y preocupante, algunos de ellos ya conocían su resultado favorable a la tortura y la violencia desde hace muchos meses y así lo publicaron, veredicto que mágicamente adivinaron o vaticinaron cual Nostradamus de la decadente tauromaquia.

Sin embargo, fíjense ustedes, el panorama político convulso vino a retrasar dicha salida y sentencia que se esperaba -según estos medios- para finales del año pasado, de modo que, teóricamente, en enero de este año tendría que haber habido feria taurina, algo que, como sabemos, no sucedió. ¿Dieron alguna explicación los manipuladores que habían publicado a bombo y platillo lo contrario? No. ¿Por qué? Esa es la gran pregunta: el tema no está zanjado y no era el momento de “presionar” al sistema judicial, dado que hubo casi de forma constante un panorama político poco conveniente: proximidad a elecciones, el paro agrario, o bien el proceso de destitución del alcalde, que tenía al pueblo muy movilizado. Ahora, tras haber asumido su segundo mandato presidencial Juan Manuel Santos, es el momento político y social de hacerlo, y los medios así se lo hacen saber a la Corte y a la sociedad en general. ¿Caerá la Corte en el juego o será otra de las artimañas taurinas? ¿Esta vez será verdad? ¿Son medios que informan de la realidad o que intentan provocar una realidad a su gusto y conveniencia? ¿Creen que somos idiotas? Es que, igual, sí lo somos.

Mi segunda reflexión es sobre los propios pobres diablos en huelga. Muchachos, abandonen, los están utilizando. La corporación taurina y las mediáticas utilizan los toros para ir contra Petro, pero las corridas no son la razón, son la excusa. Ustedes ni tienen la culpa de ser taurinos ni mucho menos de haber aprendido un oficio que de todos modos desaparece poco a poco en todo el mundo. Pregúntense por qué no les acompañan allí mismo, bajo la lluvia, el frío y el hambre, aquellas personas que tanto les animaron. Los periodistas, empresarios, los ganaderos, los políticos, y tantas (bueno, la verdad es que no tantas) personas que muestran su apoyo a la “huelga” desde casa, tapaditos y comiéndose un ajiaco con pan y vino bueno. ¿Se han preguntado esto?. Ellos no se van a enfermar, ellos no tendrán secuelas neurológicas por la falta de alimento (aunque por lo visto ustedes tampoco), y en unos meses nadie se acordará de sus nombres, supuestamente hambrientos.

Tengo constancia de que el alcalde Petro les ofreció estudiar puestos de trabajo para ustedes, pero también sé que los rechazaron. ¿Creen que la Corporación Taurina o los medios de comunicación habrían hecho lo mismo por ustedes?

El futuro es abolicionista

Y ahora, para terminar, viene la parte más interesante: el futuro. Supongamos que los medios taurinos consiguen su cometido y la sentencia tan vaticinada finalmente sale a la luz y deben volver las corridas a Bogotá. Por un lado, aún deben cumplir la C666 y sus mandatos. Por otro, las organizaciones con legitimidad en la protección animal todavía podemos recurrir a instancias internacionales. Y, más allá de eso, las movilizaciones se pronostican muy potentes: Plataforma ALTO (Animales Libres de Tortura) ha convocado para octubre en Bogotá una mega marcha bajo el lema “¡No hay marcha atrás!”, en la que han confirmado participación decenas de celebridades y políticos de los ocho países donde aún se permiten las salvajes corridas de toros, y donde la proyección internacional del asunto será, cuando menos, bochornosa. (El año pasado la Plataforma ALTO colocó por todo Bogotá vallas publicitarias con el lema “Las corridas no vuelven, Petro se queda”. El HT de Twitter #PetroSeQueda fue Trending Topic durante casi un año, y acabó siendo la marca distintiva de la revolución ciudadana en defensa del alcalde de Bogotá).

Al fin y al cabo, creo que el escenario no será tan malo: el comienzo de las corridas en Bogotá significará el fin de la tauromaquia en toda Colombia, y quizás en el mundo entero. Por fin los movimientos animalistas están indignados, organizados y consiguiendo más alianzas sociales que nunca.

Tal y como les sucedió en España cuando quisieron declarar las corridas “Bien de Interés Cultural” en reacción a la abolición en Catalunya, objetivo que además no pudieron cumplir incluso con mayoría parlamentaria de un partido ranciamente taurino, el taurinaje colombiano se encuentran también en “el dilema de la grieta”: el Coyote va persiguiendo a Correcaminos y llega a la punta de un saliente de piedra... Detrás de él se abre una grieta. Cuando intenta mover un pie para irse de la zona de la piedra que caería al vacío por el acantilado, la grieta se abre más rápido. Cuando se queda quieto, se sigue abriendo de todos modos. Entonces llega el dilema de la grieta: si se queda quieto, se cae al vacío; si se mueve para evitar su destino, se cae más rápido.

Lo inevitable es la fuerza de la gravedad, que en nuestro caso es la fuerza de la época, aunque eso no evite que, igualmente, alguien deba llevar al lobby taurino más allá de la grieta y ubicarlo en el dilema.

En Colombia la grieta la abrió Bogotá, la grieta ya está hecha y el lobby taurino en el dilema. Ahora les toca mover, moverse. O no.

La protección animal en Colombia

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