El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
Una ambiciosa investigación en Italia destapa las brutales prácticas de granjas que venden sus producto a empresas como Eurovo, líder europeo en la producción de huevos
Hablamos con el fundador de Essere Animali, el colectivo que ha grabado los vídeos que muestran el fraude en el etiquetado y la violencia brutal y sistemática que sufren los animales
Gallinas vivas lanzadas por los aires, pateadas por los operarios e incluso empleadas para golpear con saña a otros animales. Polluelos moribundos que son sacrificados sin aturdimiento previo y con extrema crueldad. Animales desorientados, enfermos y sin apenas posibilidad de moverse. Es parte de la realidad que muestran las imágenes difundidas por la organización italiana Essere Animali, cuya investigación ha causado una gran conmoción en el país transalpino.
Los vídeos fueron grabados con cámara oculta en las explotaciones de Castrocaro y San Zaccaria, que a su vez venden huevos a las compañías Sabbatini y Eurovo. Se da la circunstancia de que esta última empresa es líder del sector a nivel europeo, lo que vuelve a poner en evidencia la opacidad de una industria cuyas prácticas son cada vez más cuestionadas por muchos consumidores.
El escándalo va más allá del maltrato animal: según ha probado la investigación de Essere Animali, los huevos son calificados como camperos cuando en realidad proceden de gallinas que jamás han visto la luz del sol. Un fraude alimentario que se une al sistemático incumplimiento de la normativa que regula la industria, con miles de gallinas hacinadas y una ausencia prácticamente total de higiene.
En Italia, son muchos los que se preguntan estos días si lo que denuncia Essere Animali son casos aislados, uno de los argumentos que suele esgrimir la industria de la explotación animal cuando sale a la luz este tipo de grabaciones. Desde la organización lo tienen claro: no lo son. “En anteriores ocasiones ya hemos mostrado lo que esconden las granjas de gallinas”, explica a El Caballo de Nietzsche Claudio Pomo, fundador de Essere Animali. Sin embargo, en esta ocasión las imágenes van un paso más allá. “Algunos procesos de este tipo de explotaciones nunca se habían mostrado al público, especialmente la manera en que los trabajadores manipulan a los animales o cómo van al matadero. Así que este fue nuestro principal objetivo cuando el equipo comenzó a buscar un lugar en el que investigar”.
Dicha investigación no fue sencilla. “El trabajo fue largo, porque queríamos filmar la carga y descarga de camiones y esto sólo sucede cada 18 meses. Nuestro investigador infiltrado tuvo que permanecer en la granja durante meses y fue trasladado a tres centros de producción diferentes. Este factor añadió dificultad a la investigación, lo que luego se transformó en una oportunidad, ya que nos ayudó a filmar las condiciones tanto de las gallinas enjauladas como de las que no lo están, así como registrar cómo se produce la carga de camiones. Todo ello demuestra que la violencia hacia los animales es generalizada en todos los casos”, explica el fundador de Essere Animali.
Claudio Pomo se muestra convencido de que imágenes como las que muestra el vídeo hacen que los ciudadanos tengan una concienciación cada vez mayor frente a la oscura realidad de la explotación animal. “Cuando, hace solo unos años, comenzamos a publicar las primeras investigaciones, mucha gente reaccionó negando las imágenes, o creyendo que procedían de países como Estados Unidos o China, en los que se percibe que la legislación en materia de bienestar animal es mucho más laxa, pero no de Italia”, recuerda.
Las cosas han cambiado. “Ahora nuestros vídeos se muestran en telediarios y programas de televisión, y son vistos por millones de personas en las redes sociales. Definitivamente, la sensibilidad está cambiando: la gente cada vez es más consciente de lo que les sucede a los animales criados para la alimentación. Y esto ha llevado a que se celebren muchos debates públicos sobre el tema. Ahora es el momento de actuar en consecuencia, y esperamos que tanto las empresas como los políticos, así como los consumidores, hagan su parte”, apunta Como.
En este sentido, el fundador de Essere Animali asegura que “existe un gran apoyo entre la ciudadanía a este tipo de investigaciones. Así lo reflejan las encuestas, que certifican que una mayoría de los italianos se ponen del lado de los animales en temas como el uso de pieles, los circos, la caza o los delfinarios”, apunta. Cosa bien distinta es lo que respecta a la alimentación. “Pese a tener esa sensibilidad hacia los animales, mucha gente no parece estar dispuesta a renunciar al consumo de productos de origen animal. En cierto modo, el veganismo parece estar polarizando la discusión, lo que en mi opinión no resulta útil si nuestro objetivo es ayudar a los animales. Tenemos que estar todos en el mismo barco y animar a la gente a que se cuestione las consecuencias de su manera de consumir. Que alguien decida, por ejemplo, reducir a la mitad su consumo de carne y huevos, ya es un buen comienzo”.
No hay huevos de gallinas felices
La vida media de una gallina en libertad ronda los ocho años, mientras que las que son criadas para producir huevos son sacrificadas a los 16 meses, al reducirse su capacidad productiva de manera significativa. En España, uno de los mayores productores de huevos de Europa, con casi 1.300 granjas y una media de casi 70.000 gallinas por cada una de ellas, se calcula que el 93% de las gallinas ponedoras viven enjauladas, según datos de Igualdad Animal. De hecho, solo el 0,3% de los huevos consumidos en nuestro país procede de gallinas criadas en condiciones de semilibertad.
En los últimos tiempos, las presiones de los grupos animalistas han conseguido que grandes superficies como Lidl, Ahorramás, Aldi o Condis hayan dejado de vender huevos procedentes de gallinas enjauladas, mientras que otras empresas, como Alcampo, se han comprometido a dejar de hacerlo a partir de 2021. En todos los casos se trata, eso sí, de acuerdos a los que dichas empresas se acogen de manera voluntaria, sin que exista ningún tipo de carácter vinculante.
Pese a lo que aseguran las estrategias de marketing de la industria, no existen los huevos de gallinas felices. Ya se trate de animales criados en suelo o en una jaula, con posibilidad de ver la luz del sol o encerrados de por vida en espacios diminutos, prácticas como el despique, que mutila los picos de las gallinas al poco de nacer, son habituales. Las gallinas destinadas a la producción de huevos pueden poner unos 300 al año, cuando en estado salvaje apenas llegarían a los 100. Una sobreexplotación que en muchos casos deriva en enfermedades como infecciones uterinas o peritonitis. Asimismo, muchos consumidores ignoran que los pollitos machos son triturados vivos al poco de nacer o, en el mejor de los casos, gaseados, dado que solo las hembras resultan útiles para la producción de huevos. Un desconocimiento al que no contribuye el hecho de que la industria no esté obligada a mostrar sus procedimientos.
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