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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

La casta científica y el paradigma ético de Podemos

Ratón en laboratorio sometido a experimentación científica. Foto: ©Peta

Ruth Toledano

El profesor Juan Carlos Monedero, politólogo y escritor, impulsor de Podemos, ha declarado en una larga e interesante entrevista que esta formación “tiene que ser capaz de mantener vivo el espíritu asambleario espontáneo y desobediente del 15M”. Sin duda, el del 15M fue un espíritu ilusionante que se ha convertido en esperanza política a través de los votos recibidos por Podemos en las pasadas elecciones europeas. Una alegría que para muchos se ha visto empañada por las declaraciones de uno de sus cinco eurodiputados, Pablo Echenique-Robba, científico y compañero en este periódico, cuyo blog, De retrones y de hombres, he seguido siempre con interés y afecto.

Lo que nos ilusionó hasta el entusiasmo en el 15M, así como la bombona de oxígeno que para este Estado terminal ha supuesto Podemos, responde a la posibilidad de un cambio de paradigma: posibilidad que eclosionó en Sol hace tres años y que ha sido capaz de mantenerse viva y en pleno desarrollo, como las urnas han demostrado, sobre todo, a quienes, con poca amplitud de miras y escasa compresión de los procesos políticos complejos, reprochaban al 15M que el movimiento se hubiera quedado en nada. He de decir que a la mayoría de los defraudados con el 15M no la vi nunca en las asambleas ni en las plazas durante aquel mes de 2011 tan intenso que pareció una vida. Lo llamamos revolución porque lo era. Revolución, precisamente, porque suponía un cambio de paradigma. Solo tres años después, la revolución en las urnas que supone el avance electoral de Podemos nos ha hecho confiar de nuevo, e in extremis, en la posibilidad de ese cambio.

Para formar parte de esa revolución, para ser nuevo paradigma real, hay que evolucionar. Es el proceso que tendrán que seguir sectores que, como apunta Juan Carlos Monedero, se han hecho “régimen”: una parte de Izquierda Unida o una parte de los sindicatos, pone como ejemplos. La entrevista con el eurodiputado Pablo Echenique-Robba, investigador del CSIC, que ha generado enorme controversia por sus opiniones sobre transgénicos, energía nuclear y experimentación con animales, demuestra que parte de la comunidad científica aún forma también parte del “régimen” y debe evolucionar.

El cientificismo, que considera que los únicos conocimientos válidos son aquellos que se obtienen mediante las ciencias experimentales y reduce, por tanto, el saber humano al conocimiento científico, se inscribe, podríamos decir, en lo más viejo de ese régimen. Desde Schopenhauer y Nietzsche, muchos filósofos se han manifestado contra el absolutismo cientificista (que no contra el conocimiento científico): Husserl, el innombrable Heidegger (“La ciencia no piensa”), Marcuse, Feyerabend, Foucault (“La ciencia es un arma política”), Deleuze, Popper, Gadamer, Habermas… Una larga y aquí incompleta lista de grandes pensadores que han defendido que la ciencia no se puede separar de la filosofía y las humanidades. De las que, nadie lo pondría ya en duda, tampoco puede separarse la política.

“Me inclino por utilizar ratoncitos en investigación”, afirmó Echenique en la polémica entrevista. Y puesto que él abordó tan importantes asuntos (transgénicos, energía nuclear y experimentación en animales) desde la autoridad de la especialización (que, como alertaron los filósofos, tantas veces se convierte en autoritarismo cientificista), yo, por mi especial ocupación en los derechos animales, me centraré en la cuestión de la experimentación (aunque vaya por delante que no me someto a la tiranía de la especialización, que nos impediría tener y expresar opiniones sobre muchos asuntos en los que no somos técnicos expertos: deuda, vivienda, inmigración, educación, sanidad... o energía nuclear).

Lo que decepcionó en esa entrevista no es que el eurodiputado Echenique no sea, obviamente, un animalista “radical” (término que él mismo utiliza: “no se puede ser radical en todo”) sino que no haya respondido a una cuestión que le atañe doblemente, como científico y como representante político, desde la óptica del nuevo paradigma de Podemos. Bastaría con que hubiera tratado el asunto con el respeto que merece. Que no se hubiera referido a los “ratoncitos”, así, con ese diminutivo. Que hubiera respondido con seriedad, aludiendo a aspectos relacionados que, como científico, debe manejar y, como político, también, pues están en la línea ideológica de Podemos: los derechos de los animales son una “exigencia social”, tal y como recoge el propio programa de Podemos.

Desde esa óptica de un nuevo paradigma, Echenique debiera haberse referido a la experimentación con animales, que muchos investigadores y médicos rechazan ya, desde sus implicaciones científicas, económicas y morales. Es decir, políticas. Desde el nuevo paradigma ético que supondrían, por ejemplo, las tres medidas políticas que Pablo Iglesias dice que tomaría de inmediato si tuviera responsabilidades de gobierno: “Decreto ley de expropiación de las viviendas vacías que están en manos de los bancos y hacer un parque público de viviendas. Prohibición de las puertas giratorias entre los consejos de administración y los consejos de ministros. Reforma fiscal para que paguen los ricos, pues somos el país de la UE con menos presión fiscal sobre las grandes fortunas”. Medidas políticas que son económicas, que son sociales. Es decir, que son éticas. La Directiva Villarejo de Podemos sobre derechos humanos y control ciudadano también económica y social, es decir, ética.

En un asunto del alcance ético (político) de la experimentación con animales, y desde la óptica de un nuevo paradigma, en vez de a “ratoncitos”, Echenique podría, al menos, haberse referido a la Propuesta de Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo relativa a la protección de animales utilizados para fines científicos (COM/2008/543 final), donde se afirma que “la importancia que se concede al bienestar animal está evolucionando en función de consideraciones de índole ética y ahora se ha convertido en una ‘actitud cultural’ para la sociedad europea. Esa importancia se reconoce en el Protocolo sobre la protección y el bienestar de los animales anejo al Tratado, que considera a los animales seres sensibles”.

Desde la ética de un nuevo paradigma, en vez de a “ratoncitos”, Echenique podría, al menos, haberse referido a las directivas sobre métodos alternativos del Parlamento Europeo, ante la creciente preocupación social por el enorme sufrimiento de millones de animales sometidos a ensayos (sin las comillas que el eurodiputado puso a la palabra sufrimiento en un artículo aclaratorio posterior: lo reconoce la propia ciencia y la propia Comunidad Europea), así como por la inseguridad de la extrapolación a humanos de los resultados. Aunque se incumplan sistemáticamente, estas directivas determinan, al menos, que, si existe un método alternativo, será ese el que deberá utilizarse, descartando por completo el uso de animales.

Desde la ética de un nuevo paradigma, en vez de a “ratoncitos”, Echenique podría, al menos, haberse referido a que las alternativas no avanzan porque al ECVAM (Centro Europeo para la Validación de Métodos Alternativos) solo se han destinado, como máximo, 4.000.000 de euros al año, cuando la homologación de uno solo de los métodos supera los 400.000, lo que indica que apenas pueden ser validados alrededor de diez métodos al año. Echenique debiera denunciar, como científico y como representante de un nuevo paradigma, que muchos de esos métodos alternativos no se homologan por su elevado coste económico, mientras que el oscurantismo comercial e informativo de los laboratorios privados y la competititivad de las empresas por las patentes hacen que los experimentos se repitan en los animales una y otra vez.

Desde la ética de un nuevo paradigma, en vez de a “ratoncitos”, Echenique podría, de hecho, haberse referido a la campaña que, ya en 2009, la asociación Libera!, avalada por un equipo de investigadores científicos y apoyada por Los Verdes/ALE, llevó al Parlamento Europeo, proponiendo gravar con un 1% a aquellos productos farmacéuticos que hayan sido experimentados en animales. Un 1% que se destinaría a la validación y homologación de los métodos alternativos, lo que que ayudaría, además, a crear puestos de trabajo cualificado para profesionales de los campos de la investigación, la informática, la química, etc.

Sin embargo, hay que reconocer a Pablo Echenique su explícita vocación democrática, al remitirse a lo que decidan las bases sobre este u otros asuntos. Faltaría más, por cierto: hablamos de Podemos. Así que me permito también, con amabilidad pero con rigor, como diría Monedero (“Yo creo que Podemos ha venido para decir con amabilidad, pero también con rigor, que hay una parte importante en la que somos responsables, porque nos engañó la casta, los medios de comunicación, los intelectuales ausentes, la universidad”), contarle al compañero Echenique que, precisamente el día 25 de mayo de 2011 (justicia poética en los calendarios: las elecciones a través de las que Podemos se ha alzado con cinco eurodiputados se celebraron el pasado 25 de mayo), la asamblea general de la Acampada Sol aprobó por abrumadora mayoría (aquellas manos en alto que se agitaban como alas) todas y cada una de las propuestas del manifiesto que los integrantes de la comisión de derechos animales sometimos a su votación. Entre ellas, la siguiente: “El grupo de trabajo propone que se destine una mayor cantidad de recursos y fondos públicos para la Investigación y Desarrollo de alternativas a la experimentación animal porque los actuales métodos de experimentación suponen un enorme sufrimiento para ellos. Nuestra sociedad pone límites éticos al avance científico y estos mismos límites éticos deben ampliarse al resto de los animales”.

Por su parte, ante la muy poco afortunada alusión a los “ratoncitos” de Echenique, el propio Círculo Animalista de Podemos ha publicado un comunicado rechazando la postura especista del eurodiputado y animando a avanzar en un camino, el del respeto por los derechos de los animales, que lamentablemente todavía será largo. Cuando en 2011 sometimos nuestro manifiesto a la asamblea general de Sol, lo dijimos alto y claro: la revolución será antiespecista o no será. Por largo que llegue a ser, ese es el camino. De ese largo recorrido sabemos mucho las mujeres: no olvidemos que en Sol, en un episodio desagradable pero fundacional, las mujeres feministas tuvieron que recordar a los compañeros de plaza que la revolución, o es feminista, o no es. Hoy, Teresa Rodríguez, feminista, activista en el 15M, es eurodiputada por Podemos.

Cabe recordar también que en este país existe otra formación política, el Partido Animalista (PACMA), que literalmente sin presupuesto para su campaña, sistemáticamente silenciada por los medios de comunicación, e incluso censurada por la Junta Electoral madrileña por mostrar la famosa imagen de Juan Carlos de Borbón ante uno de sus muchos elefantes asesinados, ha logrado superar los 176.000 votos, cuadruplicando los resultados obtenidos en 2011 en las elecciones al Congreso de los Diputados, una cifra no desdeñable que demuestra la creciente preocupación social por los derechos de los animales.

“Nosotros”, dice Monedero, “cuando hablamos de ‘la casta', hablamos de un sector privilegiado que también obtiene beneficios económicos del sistema (…) ‘La casta' no es solamente una estructura política, sino que está insertada en un sistema económico, que es el capitalista”. Dentro de ese sistema también está la ciencia, de la que el capitalismo obtiene enormes beneficios económicos. En el caso de la investigación, a costa del abuso y el sufrimiento de los otros animales. Por eso debemos, podemos, luchar contra el sistema. Y, en su caso, contra la casta científica que, con demasiada frecuencia, actúa desde su falacia de autoridad. Solo esa puede ser la óptica, la ética, de un nuevo paradigma.

Debería comprenderlo muy bien alguien que, como Pablo Echenique, nos alerta así: “Lo que ocurre es que los retrones casi nunca detentamos poder, casi nunca participamos en debates políticos, casi nunca nos tenemos que subir a un escenario porque no pintamos nada en esta sociedad. La opresión a la que estamos sometidos nos condena a ser, casi siempre, sujetos de caridad”. Yo, personalmente, celebro que el eurodiputado Echenique haya dado la vuelta a esa injusticia y sea reconocido como el sujeto de derecho que es.

Pero imagina, compañero Pablo, si, también sintiendo y padeciendo, ni siquiera fueras considerado sujeto.

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