- Miles de personas se manifestaron recientemente en Downing Street (Londres) para exigir a Theresa May que no se derogue en Inglaterra la ley que desde hace 12 años prohíbe la caza del zorro
- Tras los Muros, proyecto de fotografía por la liberación animal, ha viajado a Inglaterra para realizar este reportaje-entrevista, acompañando a los saboteadores para documentar unas acciones que han llegado a costarles la vida
En el mes de agosto del año 1958 varios miembros de la League Against Cruel Sports (Liga Contra los Deportes Crueles) colocaban una serie de rastros falsos en la zona donde iba a tener lugar una batida de caza. Buscaban confundir a los perros sabuesos utilizados por el grupo de cazadores de ciervos de Devon y Somerset, y con ello impedir la caza. El Daily Telegraph decía de esta acción: “Opositores a la caza del ciervo, que hasta ahora no han podido detener el deporte, recurren al sabotaje”. Era el primer sabotaje a la caza reivindicado de la historia. Y le siguieron más.
Durante las dos siguientes temporadas de caza se utilizó esta táctica y los miembros de la LACS, gracias a la propaganda obtenida por este tipo de acciones, se incrementaron de forma exponencial. Los sabotajes de militantes que actuaban en solitario comenzaron a aparecer en los medios de comunicación. Una de esas personas fue Gwen Barter, la mujer que se hizo conocida en aquellos días al bloquear un vehículo utilizado por cazadores. Meses después impedía también una batida de caza del zorro taponando con su propio cuerpo la salida de una madriguera.
Estas acciones, la notoriedad que alcanzaron y la baja actividad de la LACS inspiraron en 1963 a John Prestige, un joven periodista de Brixham, a fundar la Hunt Saboteurs Association (Asociación de los Saboteadores de la Caza). “Estamos aquí para impedir a la gente cazar. El movimiento [la HSA] está financiado por una pequeña herencia mía y la cuota de los socios”, dijo a la prensa. En los primeros días se inscribieron cien personas y se recibieron más de mil cartas. Las nuevas tácticas y la fundación de la HSA cambiaron la historia del movimiento de liberación animal para siempre y con ellas comenzó una nueva etapa marcada por la acción directa.
A la HSA le sucedieron más organizaciones que también operaban bajo el principio de sabotaje y de la desobediencia civil pero que llevaron más allá estas prácticas. En el año 1972 Ronnie Lee, que había formado poco antes un grupo de saboteadores a la caza en Luton, y Cliff Goodman consideraron que el marco legal en el que la HSA actuaba resultaba insuficiente y era necesario ir más lejos. Tomando el nombre de los grupos juveniles de la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals, que ya en el siglo XIX inutilizaban las escopetas de los cazadores, crearon la Band of Mercy. Para Lee y sus compañeros esto era un ejemplo de verdadera acción directa.
Dos años después fueron detenidos por el ataque a un laboratorio y sentenciados a doce meses de prisión. En su puesta en libertad Goodman se convirtió en el primer informante de la policía del movimiento, pero Lee salió endurecido. Consciente del creciente apoyo público a las liberaciones de animales realizadas en la clandestinidad, formó a un grupo de treinta personas para organizar una nueva campaña que intimidara realmente a quienes se lucraban con la explotación animal. El nombre debía transmitir la idea de un movimiento revolucionario y Band of Mercy no parecía apropiado. Fue así como nació el Frente de Liberación Animal (Animal Liberation Front).
El modelo operativo del FLA, basado en una red internacional de grupos de afinidad descentralizados pero unidos bajo un ideario táctico y político común, ha facilitado su expansión y a día de hoy está presente en más de veinte países. Según el FBI, y solo en un periodo de seis años (1996-2002), el Frente de Liberación Animal norteamericano causó con sus sabotajes más de 43 millones de dólares en daños a la industria de explotación animal.
En ese mismo contexto político y social merecen especial atención las Animal Liberation Leagues (Ligas por la Liberación Animal). Estos grupos, surgidos también en Inglaterra, estaban movidos por los mismos motivos de urgencia y de necesidad de acción directa y operaban también en un marco de desobediencia civil pero, a diferencia del FLA, actuaban a plena luz del día y de forma masiva. Las acciones que realizaban recibían el nombre de raids (redadas) y podían reunir a decenas de personas, que acudían en masa a laboratorios de experimentación animal con el fin de obtener pruebas y documentación para exponer posteriormente al público. En junio de 1980 doscientos activistas invadían el Centro de Investigación Agrícola de Babraham, en Cambridge. El material que se obtuvo en aquella acción es considerado una de las mayores pruebas contra la industria de la experimentación animal y logró una gran repercusión en los medios del país.
Todas estas organizaciones amplificaron un conflicto, con el fin no solo de impedir que determinadas empresas abusaran de los animales y liberar a estos de su opresión, o de exponer al público lo que sucedía en sus centros de explotación y experimentación, sino también de situar en la agenda política y social el debate sobre la legitimidad de la explotación animal.
Además sirvieron de inspiración y motivaron a miles de personas a involucrarse en la lucha por la liberación de los animales. Sin las tecnologías de comunicación con las que hoy contamos –como internet o los dispositivos móviles– lograron crear una red de distribución y de formación alternativa (comunicados, manuales de acción directa, debates internos, análisis…) que permitieron la expansión de este modelo de militancia por gran parte de la geografía occidental.
Pero la represión no tardó en llegar. Muchos militantes ingleses fueron represaliados de diferentes formas y decenas de ellos lo pagaron con su libertad. Algunos incluso con su vida. Mike Hill en el año 1991 y Tom Worby en el año 1993 morían atropellados por cazadores cuando se disponían a bloquear los vehículos de forma pacífica. Sus conductores decidieron no frenar. El 1 de febrero de 1995 Jill Phips corría la misma suerte. Era atropellada por un transportista de terneros durante una campaña que, mediante el bloqueo pacífico, buscaba impedir el acceso de los camiones al aeropuerto de Coventry. El 5 de noviembre del año 2001 Barry Horne fallecía en su cuarta huelga de hambre bajo la custodia del Gobierno británico mientras cumplía una sentencia en prisión de dieciocho años de cárcel.
No han pasado tantos años desde entonces, pero la deriva actual del movimiento de liberación animal multiplica la sensación de distancia. El modelo organizativo de tipo oenegé, cada vez más asentado en el movimiento de derechos animales, ha ido desplazando y ganando terreno a este espacio construido en términos de lucha. No hace falta estar de acuerdo con sus tácticas para reconocer la importancia que un entorno combativo como el descrito tuvo en la construcción de este movimiento.
En noviembre de 2016, motivado por el interés en entender la génesis y evolución del movimiento y en un intento de reivindicar su memoria, viajé a Inglaterra. Allí acompañé a los Bristol Hunt Sabs a uno de sus sabotajes. Fui testigo de sus acciones y las documenté gráficamente. También pude hablar con ellos sobre sus tácticas, sus objetivos y otros temas relacionados con la liberación animal.
Las personas entrevistadas han decidido mantener su anonimato por razones de seguridad. Los nombres que acompañan a la entrevista son ficticios.
¿Quiénes sois los saboteadores de la caza?
Michael: Somos gente corriente que nos oponemos radicalmente a la caza. Somos esas personas que salimos al campo e impedimos la caza. No se necesita ningún tipo de habilidad especial para ser un saboteador a la caza. Hay otros grupos que, por ejemplo, vigilan a los cazadores, sentándose entre los matorrales con cámaras de vídeo a esperar para documentar cómo un zorro es perseguido por una manada de perros, con el fin de llevarlos a juicio. Nosotros no estamos interesados en hacer eso, no queremos ver cómo es asesinado un zorro para conseguir una condena en el juzgado. A nosotros nos interesa salvar la vida de los animales ese mismo día.
Lauren: Existe una gran diferencia entre los grupos de saboteadores de caza locales y la Asociación Nacional de Saboteadores de Caza. El sabotaje de la caza a nivel local posiblemente tiene un enfoque político más amplio que la Asociación Nacional. Muchos de los saboteadores tenemos ideas cercanas a la lucha de clases, al uso de la tierra, etc., mientras que la asociación de saboteadores es exclusivamente un grupo que lucha para detener la caza de animales.
¿Cuáles son los objetivos de un grupo de saboteadores a la caza?
L: El objetivo directo es detener la caza de cualquier animal pero, como objetivo más amplio, buscamos acabar con la caza como industria. Las víctimas de la caza no son solo la fauna silvestre, también los caballos o los perros utilizados. Nuestro objetivo es desmantelar la industria en sí desafiando a los privilegiados terratenientes.
En el movimiento existe un debate sobre la idea de salvar animales ahora frente a la de generar conciencia para prevenir que un mayor número de animales muera en el futuro. ¿Vuestra táctica proporciona una doble finalidad: salváis animales directamente y con ello generáis conciencia?
L: El sabotaje a la caza, como bien indicas, salva animales directamente y aumenta la conciencia sobre la caza. Sin embargo, es necesario apuntar que aumentar la conciencia sobre la caza no ha ayudado realmente. La gran mayoría de la sociedad británica conoce la caza del zorro y se opone a ella, pero eso no la ha parado. Es un debate interesante y probablemente las dos tácticas puedan servirse mutuamente. Parece más importante el uso de imágenes e información sobre la caza para cuestionar nuestra relación con otras especies (de animales) que simplemente persuadir al público de que la caza está mal.
¿Cómo definiríais la HSA cincuenta años después de su creación?
L: Personalmente creo que la HSA está anticuada y no es realmente necesaria como organización. Disponemos por todo el país de una red muy fuerte de grupos que podrían valerse sin ella.
En este recorrido histórico, ¿qué hechos consideráis importantes?
L: Siempre que han sucedido cambios legales la gente ha pensado que iban a tener un impacto mayor. Cuando se aprobó la Ley de Justicia Penal (Criminal Justice Act) mucha gente pensó que el sabotaje a la caza se volvería ilegal pero las cosas no cambiaron mucho. Lo mismo sucedió con la Ley de Caza (Hunting Act). Todo el mundo pensó también que sería el fin de la caza, y de nuevo las cosas tampoco cambiaron. Cuando algún saboteador ha muerto o ha sido seriamente herido ha causado un gran impacto en el movimiento, hemos recibido mucho apoyo, hemos tenido repercusión mediática pero, a largo plazo, tampoco han cambiado demasiado las cosas. Es extraño, pero el sabotaje a la caza como movimiento no ha cambiado su pensamiento en cincuenta años.
Si las cosas no cambian pese a la implicación de mucha gente y vuestro objetivo a largo plazo es acabar con la industria de la caza, ¿no habéis considerado encararlo desde un plano estratégico diferente? ¿Qué es lo que os lleva a seguir con la misma metodología cincuenta años después si los resultados son los que referís?
L: En la industria de la caza se encuentran algunas de las personas más ricas de este país. Acabar con ella bajo la actual sociedad capitalista no va a ser fácil. Medir los resultados puede ser difícil, las vidas de los animales se están salvando y las cacerías están bajo la presión de los saboteadores, pero sí, la caza sigue existiendo. Tal vez un enfoque más amplio desde una perspectiva de liberación animal que incluya más desafíos a la propiedad de la tierra y el privilegio de clase obtendría mejores resultados.
¿Es legal sabotear la caza?
L: A veces. Salir y grabar a los cazadores e incluso intervenir para impedir que maten animales no es ilegal. Sin embargo, para sabotear la caza es necesario cruzar propiedades privadas, algo que no dudamos en hacer si algún animal va a ser cazado ahí. Si nos atacan también nos vamos a defender. Pero en general diría que sí, que es legal.
Es importante puntualizar que llamamos la atención de las autoridades mucho más que la comunidad de cazadores, pese a que la caza, desde hace doce años, es completamente ilegal.
¿Cuál es vuestra relación con la policía? ¿Suele intervenir?
Simon: La relación con la policía es mínima. Acuden a veces. Imagínate la escena: una patrulla de policías jóvenes del pueblo se encuentra con que tiene que impedir que veinte o treinta personas vestidas de negro y con las caras tapadas saboteen la caza, una actividad que además es ilegal. No es que nos importe mucho si es algo legal o ilegal, cuando era legal también hacíamos sabotajes, pero es un escenario diferente para la policía.
La policía está para preservar la actividad y comodidad de los cazadores –gente con bastante poder adquisitivo–, por lo que intentan pararnos y en ocasiones envían refuerzos. Pero lo normal es tener más problemas con los cazadores y sus grupos de apoyo –los supporters son una especie de hinchas de la caza que van a apoyarles ese día y a defenderles de los saboteadores–. Cuando los cazadores nos atacan la policía no suele hacer nada, así que nos defendemos. Tampoco les necesitamos. Otros grupos hablan y colaboran con la policía. Nosotros no. Ni lo hacemos, ni lo haremos.
La Ley de Caza (Hunting Act) prohibió la caza con perros en el año 2004. Sin embargo, sigue existiendo. Además de demostrar la necesidad de vuestro trabajo, ¿creéis que lo dota socialmente de mayor legitimidad?
L: La ley de Caza ha sido irrelevante porque no ha parado la caza y personalmente no creo que una legislación del Gobierno vaya a parar la explotación animal, pero dicho esto, si no hubieran aprobado la prohibición, los saboteadores tendríamos muchos más problemas con la policía. Ahora mismo no hay mucho que puedan hacer porque saben que los cazadores están haciendo algo ilegal.
Una cosa que me sorprendió los días que estuve con vosotros fue el hecho de que os cubrierais la cara a plena luz del día. Paseabais por zonas habitadas y hablabais con la gente. Nadie parecía sorprenderse. De hecho, una mujer de avanzada edad se os acercó y os facilitó información sobre la localización de los cazadores. ¿Es legal cubrirse la cara en un contexto así? ¿Cuál es el motivo de que algunos grupos uséis pasamontañas y otros no?
L: Sí, es perfectamente legal cubrirse la cara, salvo en los casos donde exista una legislación especial. Lo hacemos para proteger nuestra identidad.
M: Tenemos que recordar que la comunidad de cazadores se ha presentado en las casas de los saboteadores y ha dejado zorros muertos en la puerta, ha pinchado ruedas de coches o ha hecho cosas por el estilo. Su amenaza es real, no es un juego, esta gente nos odia. Han puesto nombres y direcciones de saboteadores en sus webs, incluso fotos de Google Maps donde viven compañeros y compañeras. Han publicado los nombres de los lugares de trabajo de saboteadores y han hecho campañas para que los despidieran. ¿Para qué darles nada? Entiendo que algunas personas difieran acerca de cubrirse el rostro, pero yo no quiero dar nada a esta gente. Nos sacan fotos y nos filman constantemente… No estoy interesado en ellos a nivel personal, no me importa lo que hagan fuera de la caza, pero a ellos sí les interesa lo que hacemos nosotros e irán más allá para averiguar quiénes somos y hacernos daño.
¿Cómo es el día de un saboteador a la caza? ¿Cómo os organizáis?
L: Oh, eso es una gran pregunta (ríe). Tenemos una persona, el contacto del grupo, que prácticamente organiza el día, aunque hemos pensado en hacerlo de forma diferente para no delegar mucha responsabilidad en una sola persona. Durante la semana nos dan el chivatazo de las quedadas de los cazadores y cuáles son las mejores para sabotear. Y bueno, quedamos y vamos. Nos dirigimos al lugar donde han quedado los cazadores, les seguimos, nos insultan, normalmente nos las apañamos para que dejen de cazar, y sí, casi todas las semanas son exitosas.
S: Depende del tipo y de la temporada de caza. En los sabotajes a la caza del zorro la mayoría de los participantes va a caballo. Generalmente llegamos al punto de encuentro, si hemos conseguido determinar el lugar, o en su defecto partimos del lugar donde tienen guardados a los perros. Suelen estar un rato bebiendo y charlando y luego parten. Ahí comenzamos a seguirles a pie. Si vemos que tienen intención de ir muy lejos nos trasladamos en nuestros todoterreno.
Los cazadores suelen reaccionar con agresividad porque han pagado una alta cantidad de dinero para cazar ese día. Los simpatizantes de la caza -los supporters- van a por nosotros. Cuando vemos que vienen con la cara tapada intuimos que quieren pelear. A veces aparece la policía, la avisan los cazadores, pero no hablamos con ellos salvo que sea necesario. Suelen indicarnos educadamente que no entremos en zona privada pero no les hacemos caso. La jornada suele durar todo el día y acabamos muy cansados.
La HSA puede considerarse una organización influyente en los orígenes del movimiento de liberación animal. Sin embargo, su trayectoria y su discurso no es antiespecista y no toda la gente que participa es vegana, es decir, no hay una firme oposición a la explotación de los animales. ¿Es así? ¿Existe un debate interno al respecto? ¿Cuál es vuestra posición?
L: Si, estoy de acuerdo. La HSA solo enfoca su lucha contra la caza de la fauna silvestre y no tiene creencias antiespecistas firmes. Esto supone un problema. En nuestro grupo ha habido debate cuando alguien que se ha sumado a algún sabotaje ha comido carne en nuestro vehículo. Suele ser gente que procede del ámbito de lucha de clases, donde no se cuestiona la explotación animal. En nuestro grupo no tienes por qué ser vegano, nos oponemos a que se coma carne en nuestro vehículo pero no preguntamos sobre lo que cada uno hace en casa. Sin embargo, pienso que es algo de lo que debemos hablar más, ampliar nuestra visión. Muchas veces no conocemos las políticas de la gente que sale con nosotros, tan solo que están en contra de que los animales sean cazados.
El movimiento de liberación animal inglés estuvo caracterizado en su origen por acciones directas de diferentes tipos, desde los sabotajes a la caza, pasando por las liberaciones de animales o destrucción de infraestructuras, hasta liberaciones masivas en laboratorios, como las protagonizadas por las ligas. Mucho ha cambiado desde entonces. ¿Cómo valoráis la ausencia de ese tipo de acciones en el movimiento actual? ¿Consideráis necesario recuperar ese espíritu combativo que caracterizó a aquella época?
L: Sí. Pienso que el movimiento de liberación animal en el Reino Unido ha sido duramente destruido por la represión policial, por los medios, por la apatía general en la sociedad y por la falta de compromiso con la política. El movimiento que tenemos hoy en día es ineficaz. Y esto es consecuencia de la apatía y del miedo. Esta es una batalla que nunca será ganada si no nos radicalizamos y empezamos a luchar. Cualquier intensificación de la acción directa será algo positivo, pues su disminución ha permitido a los medios retratar a los saboteadores como algo extremo. Las cosas son muy diferentes ahora comparadas con cómo eran en los años ochenta y el aumento de la represión ha incrementado el miedo en la gente. Pero cuanto más evitamos la resistencia, más marginada se vuelve.
M: Estoy de acuerdo. Mirando atrás, hace unos años, cuando el Frente de Liberación Animal estaba asentando un modelo de acción directa por todo el mundo, cuando éramos una fuerza potente… Pero la gente ha sido perseguida, y las duras condenas de cárcel a las personas involucradas en la campaña SHAC han instalado un miedo dentro del movimiento de liberación animal que ha frenado su avance.
Mi impresión personal es que necesitamos que vuelvan esos tiempos y ponernos las pilas porque el abuso animal no ha desaparecido. Los animales todavía mueren en los laboratorios y día a día, en gran número, en los mataderos. Necesitamos, primero, estar en posición de poder salvar a esos animales y, segundo, aumentar la conciencia sobre estos hechos y que la gente realmente sea consciente de lo que sucede. Me parece que a la gente le hace falta que se lo pongan delante de las narices.
En el movimiento de liberación animal cada vez son más las voces feministas que denuncian y enfrentan el sexismo en las filas militantes. La estética de combate propia de organizaciones como la vuestra ha sido también puesta en cuestión por reforzar un modelo de masculinidad que perpetúa comportamientos y relaciones sexistas. ¿Atrae la HSA a un perfil de militante asociado a ese modelo?
L: Ahora vienen muchas más mujeres a los sabotajes que cuando yo empecé. Pero todavía veo sexismo en el movimiento, todavía son los hombres los que tienen más influencia en los grupos o sus voces son tomadas más en serio. Pienso que las mujeres debemos trabajar mucho más duro para que nos tomen en serio. Algo ha cambiado pero no del modo en que yo lo vería totalmente positivo.
En relación a si las tácticas o la estética combativa refuerzan comportamientos sexistas, no creo que sea verdad y creo que tenemos que tener cuidado al asumir que la acción directa y la lucha son cosas de hombres y que las mujeres no pueden luchar. Considerar que porque algo sea acción directa o más confrontativo es más masculino, no es correcto. De hecho, es una creencia bastante sexista. Pero sí creo que la HSA atrae a militantes asociados a esta masculinidad, que algunas personas que tienen actitudes machistas se sienten atraídas por la idea de sabotear la caza, aunque no debiera ser así.
Cuando vemos sexismo en nuestros grupos de activismo tenemos que tener en cuenta que vivimos en una sociedad patriarcal y es inevitable que ese patriarcado se filtre, a no ser que lo ataquemos de forma pro activa. Si no nos lo tomamos en serio, continuará existiendo.
En el movimiento de saboteadores, ¿existe debate sobre las relaciones de poder y género? De ser así, ¿cómo tratáis estas cuestiones?
L: No, no creo que se debatan. Pienso que no se hace porque las mujeres no se sienten seguras de sacar el tema y los hombres no lo sacan porque se encuentran en una posición privilegiada, dado que es un tema que no les perjudica. Es algo olvidado, tanto en nuestro grupo como en otros. Pero debo de decir que el nuestro ha trabajado sobre el asunto y, aunque haya cosas que pulir, no es de los peores.
NOTA DE LAS EDITORAS: Publicamos un resumen del reportaje-entrevista cuya versión completa puede leerse aquí. aquí
Para su realización se ha recurrido a las siguientes fuentes:
–Tochelar, Michael. The History of Opposition to Blood Sports in Twentieth Century England. Routledge, 2016.
–Best, Steven & Nocella, Anthony J. The Animal Liberation Front, a political and philosophical analysis. Lantern books, 2011.
–VVAA. Ed: Best, Steven & Nocella, Anthony J. Terrorists or Freedom Fighters? Reflections on the liberation of animals. Lantern books, 2004.
–1963 - Protest to Resistance. Steve Poole.
–Against all odds. 1980. Publicación distribuida en aquellos años en formato fanzine.
– Kriesi, Hanspeter & Rucht, Dieter. Social Movements in a Globalising World. Palgrave Macmillan, 1999.
– Northwest Hunt Saboteurs. A Tribute to Mike Hill.
– F. Jarboe, James. âªThe Threat of Eco-Terrorism. Federal Bureau of Investigation (FBI). 2002 (12 de Febrero).